No sé cómo he aprendido tanta pendejada. Es como si tuviera activada una grabadora que capta sólo cosas sin ninguna utilidad. O como un radar que está alerta de descifrar datos que no me llevan a nada. Sé, por ejemplo, que los discos compactos fueron diseñados para contener 74 minutos de música grabada porque eso es lo que dura la novena sinfonía de Bethoven, o que es físicamente imposible lamerse el propio codo, también que los ojos de los burros están en una posición que les permite verse las cuatro patas al mismo tiempo y algo que me sorprende, que los búhos pueden distinguir el color azul.
Así, a lo largo de mi historia he ido acumulando en mi memoria una colección de datos que no sirven sino para comprender la patética y aburrida vida que he llevado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario