viernes, 15 de febrero de 2019

De muertos y otros vicios

Morirse es como emprender un viaje en una carretera circular, sin calles y sin camino. es mirarse desde fuera como un espectador con ojo crítico, entrenado para encontrar tus mejores errores. Para echártelos en cara. Para burlarse de tus fallas.

Morirse es integrarse al silencio. Es formar parte del caos que se hunde en un instante.  Y sin embargo, morirse es adictivo. Conozco a varios que mueren día a día. Hora tras hora. No tienen nada  mejor qué hacer más que morirse. Lo gozan y lo saben. 

Son ajenos a sí mismos, son la voz de los lamentos. Imagen de la saña con que describen sus reflejos. Hablan de todos y de nadie. Pasan las horas mirando a los otros y se olvidan, como se olvidan las promesas. Y si se miran, si acaso se miran, sólo miran morirse sin remedio. Resignadamente. No les importa. Prefieren morirse a pensar un instante en ellos mismos. Temen. Morirse es más sencillo. 

Mientras intento escribir en mi vieja lap, pasan a mi lado: caminando con sus pies de muerto. Y su andar de muerto. Y sus ojos de muerto que se meten hasta el fondo de mis letras. Y yo tomo con fuerza la taza de café que aún expele su calor al cielo. Y los miro de reojo intentando no fijar la vista  porque si se sienten observados podrían revivir. Sólo para morir nuevamente. 

viernes, 1 de enero de 2016

Eterna juventud

Tres treinta de la mañana. Luego de celebrar la cuenta de los días, la conclusión de un ciclo y el reinicio de una nueva cuenta de estos días que habrán de conformar un nuevo ciclo llamado año, que de acuerdo con el Calendario Gregoriano en esta ocasión será año bisiesto; después de abrazar y ser abrazado por todos los integrantes de mi familia y después de brindar tras escuchar los parabienes que se lanzaron al universo, regresé a casa donde mi perro esperaba mi llegada. Todavía en medio del sopor en el que el tequila me envolvió, lo abracé emocionado e hice un brindis por su salud y por su felicidad. El Rocko, impávido, me miraba e intercambiaba la mirada hacia la puerta. Su clásica señal que significa que es urgente salir.  Entendí que él tenía otras prioridades. Que lo único que le importaba era salir a buscar un lugar para hacer sus necesidades. Interrumpí mi discurso y le abrí la puerta. Salimos a caminar por el barrio para que hiciera lo suyo. Regresamos a casa y se fue directo a su lugar favorito para dormir: la parte superior de la escalera de emergencias. Pinche Rocko, me quedó claro que le valen madre los años nuevos. Que no le importan los nuevos meses, semanas y días. Tras quedarme un momento observando cómo se echaba a dormir entendí por qué no envejece.



domingo, 9 de noviembre de 2014

De recuerdos y otro males

Los recuerdos dolorosos se estacionan en medio de los ojos. Son como un bache en la carretera, de esos que te toman por sorpresa cuando vienes a una velocidad importante. Que provocabn que toda la carrocería retumbe porque caíste por completo. Así sucede con los recuerdos, te atrapan y te conducen a un callejón sin retorno donde una y otra vez se repite la historia, la misma película, el mismo dolor, la misma angustia, vivir recordando, recordar los dolores, doler de nuevo.

Cuando me di cuenta de esto, tomé los recuerdos con la mano izquierda y los lancé por una coladera. Dice Don Juan Matus que el hombre de conocimiento no tiene una historia personal, y yo estoy de acuerdo. No sabes cuánta carga dejé de arrastrar conmigo, cuánto peso me ahorré, cuánto tiempo dejé de perder en pensar cosas que ya habían pasado. Esto tan simple me permitió dedicar mi energía a construir un mejor hoy, a mirarme desde un campo visual sin los límites que imponen los sucesos anteriores. Vivir auí y ahora.  

Por eso es que a veces no me salen las palabras mientras esperas que te cuente algo, por eso prefiero el silencio antes que buscar en algún recoveco escenas olvidadas, antes que jugar con el tiempo y volver ¡pff! —volver, esa palabra que implica el retroceso y la insistencia—  volver a vivir lo mismo. Vivir lo vivido, dejar de vivir por un momento. No, eso no es lo mío.