lunes, 26 de diciembre de 2011

Sacar la cuenta

Mi casa parecía una sucursal de las farmacias del ahorro. Cajas y cajas de medicinas por todos lados. Ranitidina para la gastritis. Cafiaspirinas para los dolores de cabeza. Algunas cremas y ungüentos para las infecciones. Toda una colección de pastillas, cápsulas, jarabes, grageas y tabletas, la mayoría sin abrir, es lo que fui encontrando mientras recorría todas las gavetas de la cocina, sobre el refri, tras el espejo del baño, en los cajones de la mesita de noche, y en el clóset del vestidor.

No sé durante cuántos años se acumuló tanta basura química, lo cierto es que hasta ahora que he vuelto a vivir solo y que tuve tiempo de escombrar la casa es que me encontré con esta farmacia. Sólo por ociosidad me puse a sacar la cuenta de lo gastado en esos medicamentos y casi me voy de espaldas, con ese dinero bien pude comprar una pantalla más grande para el cuarto de tv. 

Y es que ella tenía la manía de consultar a infinidad de médicos para diferentes síntomas, solía comprar medicinas, tomarlas un día y después guardarlas en algún cajón. Era un estilo de vida. De una vida que busca en el exterior cómo arreglar sus conflictos internos. 

domingo, 13 de noviembre de 2011

Zara


No estoy muy seguro pero tengo la idea de que a mi hermana Zara le fue más complicado sobreponerse a la impresión de pobreza que vivimos en nuestra niñez. Ahora ella es una importante ejecutiva que trabaja en una empresa norteamericana de tecnología, vive en una enorme residencia con piscina en los Estados Unidos y a la menor provocación dice una frase: "nada de pobrezas".

Y es que si alguien padeció de las carencias familiares fue ella, porque era la más dedicada y clavada con los estudios; y porque nunca había suficiente dinero para comprar sus libros, su ropa, sus pasajes, etcétera. Mi otra hermana y yo éramos más conchudos y sabíamos arreglarnos para andar por la vida sin que mis padres nos proveyeran de dinero.

Cuando entré a la secundaria empecé a vender chácharas aprovechando mi estancia en los tianguis, donde mi madre vendía ropa usada y revistas atrasadas. Con la obtención de mis propios ingresos, que aunque no eran muy grandes, los dineros familiares, que se suponía me tocaban, se los cedía a Zara. Mi otra hermana constantemente le daba también lo de su semana para que ella tuviera sus pasajes seguros, no nos gustaba verla en la depre y en la neura porque le faltara algo. También de vez en cuando me gustaba comprarle algo de ropa nueva. Eso le hacía muy feliz.

Así que, con todo y los obstáculos económicos, terminó el bachillerato, ingresó a la universidad y cursó su carrera. Inmediatamente que se incorporó a la vida laboral destacó por su dominio de muchos temas que a las empresas interesaban. Tantas horas de estudio le premiaron. Así que evolucionó rápidamente. En agradecimiento, me apoyó para que terminara la preparatoria, yo la había abandonado debido a mis relaciones con gente extraña. 

Entre ella y mi otra hermana me pagaron los primeros semestres de una prepa particular. Yo me hice de una beca casi completa a partir del tercer semestre y pude concluirla, para que años después me graduara en mi profesión.

Por mi parte, me sigue gustando ir al tianguis a comprar cuanta madre encuentro. Pero ella no. Ahora compra en grandes tiendas, cosas que no le sirven pero que le gustan, le enferma comer en la calle y prefiere los grandes restaurantes, un lujo que los dólares le permiten. 

Cuando viene a la ciudad, evita las zonas que le recuerdan lo que fuimos, se concentra en recorrer y tal vez conocer la parte bonita de la urbe. No la juzgo. La quiero tanto que me llena de emoción verla tan triunfadora. Sólo que, tal vez, le haría bien bajar, de vez en cuando, a sus raíces.

domingo, 6 de noviembre de 2011

El mismo

El sarcasmo se vuelve una defensa contra la indiferencia. El problema es cuando la vida te aplica la misma dosis que tú has repartido a lo largo del tiempo.

Cuando crees que has encontrado una pista y que debes seguirla porque todo apunta a que ese ser se acopla a ti, que existen coincidencias increibles, que es parte de tu mundo mágico. Y te sientes diferente, y te piensas diferente, y te comportas diferente, porque estás convencido de que lo eres.

Y te das cuenta de que tus marcas no se quitan, que te identifica ese signo que creías perdido, que pasarán siglos y seguirás etiquetado, por siempre, para siempre. El mismo. El que habías desterrado, el que debiste enterrar en una tumba de concreto. El mismo. El del espejo, el que se ríe de ti cuando dices que no tienes historia, el que te mira desde la ventana y te señala, y te acusa, y te descubre. El mismo. El que sabe todo de ti. El que se asoma cada vez que intentas dar la vuelta  a la página, sólo para que sepas que te mira, que está ahí. El mismo. El que te susurra al oído tus debilidades, el que te jala de la ropa cuando vas subiendo, el que te dice que todo está perdido. El que te dicta palabras para escribirlas en un blog que nadie lee.

Y vuelves a tener esa sensación semejante a cuando volaste por primera vez y no sabías cómo bajar. Y tuviste que gritar para que no te estrellaras contra el suelo. O aquellas veces en que te urgía despertar y le llamabas a alguien para que te ayudara y no te escuchaba; y sabías que estabas dormido porque mirabas tu cuerpo en la cama. Y tenías miedo de que el día amaneciera y tú no estuvieras contigo para continuar y pensabas que entonces todo terminaría.

Pero ahora no sientes miedo por ti, sino por ella,  porque sólo deseas el bien para ella, porque la amas. Y no puedes decirle adiós porque la amas y no puedes decirle que la amas, porque la amas.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Santos Evangelios

Despiertas, buscas con tu mano el cuerpo de tu compañera, de esa mujer que se ha impreso en tu piel, en tu memoria, en tu tacto, en tu olfato y hasta en tu aura. No la encuentras.

Abres los ojos y reconoces una habitación con muchas lámparas, no es tu casa, luego entonces, es un hotel. ¿Cómo estar en un hotel sin ella?. Te sientes como un imbécil cuando recuerdas cómo llegaste a ese lugar.

Extiendes tu brazo para alcanzar la blackberry y le envías un mensaje amoroso. No te contesta. La vida suele ser tan sarcástica como tú. 

Y ahí permaneces, con los ojos abiertos, mirando al reloj que parece negarse a avanzar después de las 3:45. Buscas entre tus cosas un libro que te salve, todos han sido leídos. Hurgas en un cajón y encuentras un compendio de los Santos Evangelios, te apuras a leer: "No contamina al hombre lo que entra en la boca, sino lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre..." Mateo 15:10.

Dejas a un lado el pequeño libro y cierras los ojos, una mirada conocida te encuentra, te saluda. Mirada tierna, amorosa, cálida. Te pierdes con ella y descansas, aunque sigues despierto.

sábado, 22 de octubre de 2011

Sin palabras

Si volteas la vista y encuentras que mis ojos te miran, no te sorprenda, es que los instantes se vuelven eternos cuando hay un encuentro de semejantes proporciones. Y son segundos que se alargan, como en un espacio vacio, como un pequeño silencio en un mundo sin gente. Al tiempo no le importa si los segundos se espabilan y se vuelven horas. No lleva prisa, porque a nadie se debe. Al contrario de mi prisa por que este día llegara.

Si me dicen que ahora escribo bobadas, lo suscribo. Es que el cristal con que me asomaba a la ventana lo he cambiado, tal vez mejoró la luz y la claridad, y mis vistas sean mejores desde que, al otro lado, está una mirada que habla con la mía. Sin palabras, sin alzar la voz, la que inventa discursos que no hay necesidad de decir, porque los dos entendemos.




sábado, 15 de octubre de 2011

Frutas amargas

He abandonado hasta mis vicios. No soy la clase de persona que se queda en un sitio para formar historia. Soy, más bien, de los que llegan, arden y se van. Arder significa ver, percibir que no hay lo necesario para una permanencia, si no eterna, por lo menos larga.

Dejo rastros para no perderme, dejo huellas que me señalen los pasos a retroceder, los pasos a dar para volver. Y dejo rastros que no se evaporen para recordar que no debo dar vueltas sin fin. Para indicar que aquellas son tierras conocidas y sin sentido.

Así, los senderos que se han abierto bajo mis pasos van siendo recorridos por otras mentalidades que están, también, en la búsqueda de algo. Y acaso algunos han encontrado lo que yo no fui sensible para observar. Por supuesto que hay quienes son más avispados y detectan, en los huecos sumidos en lo profundo, las respuestas a sus cuestionamientos.

Los encuentros ocurren así, desprovistos de razón. A veces uno tiene el tiempo de esperar y nada acude a nuestra convocatoria, en otras, las respuestas caen como relámpagos que incendian nuestras dudas, nuestros miedos, nuestras impaciencias.

A mí me gusta pensar que un día se borrarán las páginas escritas por las frutas amargas y ácidas; y quedarán sólo hojas nuevas para escribir los capítulos memorables de este sueño.

martes, 4 de octubre de 2011

Pausas y reinicios

El problema de haber viajado al infierno es que cuando vuelves a reconocer el camino sabes que no habrá otro destino. Por eso me he convertido en un viajero intemporal. No me sorprende extender los pasados hasta distancias que se digieren con pausas y reinicios. 

Insistir en un imposible no lo hace real. Ni lo acerca al mundo de lo factible, simplemente, contemplamos un ideal, como una etérea masa de aire amorfa que juega con nuestra imaginación al tomar figuras que no se parecen en nada a lo que vemos.

Y empeñarse en encontrar lo inexistente es aceptar con mansedumbre el perder colosalmente la razón. Razón escasa, razón volátil. Así como repetir tu nombre no hace que vengas, impetrar que estés no te hace estar. 

A veces es preferible una pausa, para encontrar el último momento en que nuestros sistemas funcionaban, para que, a partir de ese punto, volvamos a intentar recuperar los pasos que dimos. 


lunes, 3 de octubre de 2011

No me despierten

Un cuerpo que mira hacia el sur, una imagen fugaz en un sueño interrumpido. Cierro los ojos y te veo, desnuda, caminando en la caliente alfombra de una habitación. Recorro con mi vista toda tu sensualidad. Te sabes hermosa, te sabes deseada: Ninfa, diosa del bosque prohibido.

Despierto y sigo refugiado en mi sillón, mi lap en la mesa de enfrente. Mis manos huelen a ti, mis labios sienten la forma de tus labios. Y en mi ipod, Scorpions vuelve a sonar como en toda la noche:

"Girl,
It's been a long time that we've been apart
Much too long for a man who needs love
I miss you since I've been away
Babe, it wasn't easy to leave you alone
It's getting harder each time that I go
If I had the choice, I would stay.

There's no one like you
I can't wait for the nights with you
I imagine the things we'll do
I just wanna be loved by you..."
 


Si ven que duermo, no me despierten. No vaya a ser que en esa dimensión ella siga conmigo y que las piezas del rompecabezas se hayan acomodado para, por fin, tener una historia con un final diferente. 

domingo, 2 de octubre de 2011

Queso Oaxaca

Siempre tengo que complicarlo todo. Las cosas más sencillas las vuelvo terribles crucigramas sin horizontales ni verticales.

Un día la maestra de cuarto de primaria no fue a la escuela, como no había algún maestro que la sustituyera, nos dejaron salir temprano. Paco, el gordito del salón, siempre llevaba un balón de futbol y decidimos organizarnos para ir a jugar en un empastado que estaba cerca de la escuela. 

La mayoría de los alumnos vivíamos en las casas que rodeaban la escuela y muchos de ellos fueron a avisar a sus madres que no tuvimos clases, dejaron sus mochilas y salieron cambiados para ese juego. Yo, por supuesto, no hice eso. Así, con el clásico pantalón gris, camisa blanca y suéter verde del uniforme escolar me fui a jugar el partido. Cuando caminaba hacia el empastado una vecina me vio. Yo la saludé y seguí mi camino. Jugamos unas dos horas. Cuando uno es niño es incansable, no se sabe de condición física ni de agotamiento y menos, de horarios reglamentarios de deportes, simplemente, el juego termina cuando deja de ser divertido. 

Cuando llegué a casa, mi madre estaba en la sala, apenas abrí la puerta y me recetó un chingadazo que alcancé a esquivar sólo porque mis reflejos para la defensa siempre han sido extraordinarios —órale, pues qué hice, le pregunté, mientras me alejaba un par de pasos para quedar fuera del alcance de sus cachetadas, —No te hagas, te fuiste de pinta, me dijo, avanzando para por lo menos pescarme del cabello. Hui, como pude, fuera de la casa y me brinqué por la barda de mi vecino a mi cuarto, que estaba en la azotea. Nunca le dije a mi madre que no me había ido de pinta, sino que la maestra no fue a trabajar.

Mi tendencia a enredarlo todo creció de una forma impresionante. A veces, en mi actividad dejo de hacer algo sólo para tener un conflicto que resolver. ¿no te parece algo estúpido?. De esa forma he pasado cientos de horas de mi vida resolviendo enredos, todos ellos causados por mí. 

Creo que debería trabajar enredando el, tan rico, queso oaxaca.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Lado izquierdo

Hoy debo tener cuidado al escribir. De hecho, hoy no debería escribir. Es peligroso plasmar, con esta serie de símbolos, las verdades que quedan escondidas tras una palabra, tras una mirada.

La verdad aparece de repente. Sin esperarla, habita agazapada en lugares increíbles, incluso, mora en nosotros mismos. Somos seres habitados por verdades atrapadas, verdades que luchan por liberarse mientras un cuerpo subyacente ignora sus manifestaciones, sólo para asombrarse cuando, burlando todas las trampas autoimpuestas, brinca desde lo profundo y se presenta, gloriosa, triunfante y sabedora de que su aparición no podrá ser inadvertida. 

Verdad impulsiva y magnánime. Verdad aberrante. Avasallante. Anda, vete lejos. No requiero una verdad que conozco y que sé. No quiero saberlo, no quiero. Tal vez lo mejor sea bajarse de este piso para ver pasar la vida, ahora del lado izquierdo.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Intransigente

No sé extrañar, y sin embargo he extrañado. Tal vez no en la forma en que el grueso de las personas lo hacen, sino en la forma en que creo hacerlo yo. 

Extraño, por ejemplo, cuando leo el periódico. Cuando las teclas de mi vieja lap se escuchan incansables, poderosas, guerreras. Cuando escribo un mensaje de texto que sé que he de borrar. Cuando la noche se hace vieja y se cansa de esperarme. Cuando la madrugada me sorprende intentando recostarme para cerrar los ojos. Cuando manejo mi camioneta a altas velocidades. Cuando prendo el radio para escuchar voces diferentes a las mías, a las voces que me hablan sin parar, que me susurran al oído un nombre. Cuando miro de reojo el celular para confirmar que no hay ningún mensaje. Cuando busco a mi aliado a través de un cigarro, hierba sagrada, manto mágico y misterioso. Cuando le exijo a mi Ipod que repita la misma canción. Cuando sorprendo a los segundos marchando uno tras otro.

Y ya ves, mi forma de extrañar no es la gran cosa, es exigua. Carente de todo sentido, y aún así, es mi estilo: extrañar de un modo extraño, incomprensible. Estúpidamente intransigente. 

Y sobre todo, te extraño cuando recuerdo a Borges:

Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Vuelvo a ver una mano

 Ya sé que la soledad se refleja en la misma intensidad con que buscas compañía. Quieres estar en medio de multitudes que se mueven y bailan al ritmo de una música, gente que seguro está igual o más sola que tú. No trato de fingir. Sé mis circunstancias y las acepto. Tampoco pretendo ser el mártir. He marcado la pauta de una vida, de una forma de ser.

Para qué perder el tiempo en pensar que esta historia deba tener un final diferente. Como si cada vez que leyera Primavera con una esquina rota encontrara una conclusión distinta. No ocurrirá.

Vuelvo a ser la causa, como siempre. El tipo raro, el que puede saberlo todo y no saber nada. El que pasa de la euforia a una apatía extraordinaria. Al que nada le importa. Al que sus ideas le llevan el resto del día ponerlas en orden. Un extraño en su propia casa. El que se sabe lejos. El que busca siempre lo imposible. El de las profecias.El que es, en principio, un enigma por resolver, y posteriormente un inaguantable.

No sé hablar de mis propias emociones. Tengo bloqueado el ayer. Y mis mensajes parecen comprados. No trato de justificar nada. Mis puertas se abren y se cierran, sin llaves. Sin chapa, sin candado. Soy volátil y cambio de parecer según cambien las horas del día.

Y cuando a lo lejos vuelvo a ver una mano que se estira, que quiere asirse, que quiere tomarme, como soy sabedor de mis finales idénticos, predecibles, circulares, prefiero dar la vuelta y dejar que esa mano encuentre otra, diferente a la mía. Una mano que no le suelte. Que sepa tener mejores finales que los míos. Tal vez el patético vivieron felices por siempre.

martes, 13 de septiembre de 2011

Éste que ves

No tengo biografía, soy éste que ves. Mi historia la borré desde el último capitulo. Debí nacer, no tengo duda, no sé dónde ni cuándo. Pero, ¿acaso le preguntas al río cuándo nació el agua que te baña? ¿investigas cada noche la edad de las estrellas?.

Digo que no hay futuro ni pasado. Digo que el presente está aquí y ahora, éste que ves. Estoy, y eso es lo que sé. Puedes verme. Puedes sentirme. ¿Importa lo que fui?.

Dale cuerda a tu reloj si quieres, tal vez si giras unas dos mil quinientas vueltas las manecillas puedas ver por un instante al que seré en 6 o casi siete años.


domingo, 11 de septiembre de 2011

Alteraciones universales

Si algún profeta me hubiera dicho que me encontraría en esta disyuntiva, me hubiera burlado de él. Claro, eso no sería nada raro, porque, en general, me he burlado de cualquiera que haga comentarios sobre mí. El sarcasmo se me introdujo como parte de mi código de programación desde mi creación. 

Pero de lo que hablaba es de la pérdida de indiferencia. De pasar de la inmaculada adoración de mí mismo, al interés en alguien más. Bueno, ya: al interés en ti.

Misteriosas manifestaciones de las alteraciones universales. Uno jamás se termina de conocer. Ahora mismo veo al otro que fui, al que pude haber sido y no empiezo a conocer al que ya soy. Al  Yo, al Yo de mí.

Y lo que temo es que mi tendencia sea a fingir que soy otro, quizá para agradarte, quizá porque realmente sea otro. O es que mis anteriores expresiones eran irreales, expresiones de una apariencia, de una sombra que se refleja en un mundo sin luces, en el mundo en el que he creído que vivía. Sombra viva, sombra inerte y testaruda.

No me queda sino esperar pacientemente para saber en qué termina esto y recordar a Borges que siempre tiene algo qué decir: 

"La luna ignora que es tranquila y clara
y ni siquiera sabe que es la luna;
la arena, que es la arena. No habrá una
cosa que sepa que su forma es rara..."


viernes, 9 de septiembre de 2011

Pecaminoso

Qué cagado es eso de identificar el momento en que el demonio se mete en uno. Pero, ¡qué útil!.

Hoy, justo hoy me sentí influenciado por un pensamiento pecaminoso que me traía mareado. Con unas ganas terribles de salir a la calle y enredarme con la primera. Con la que fuera. Necesitaba arrancarme un recuerdo: tu recuerdo, el que se me pegó como calcomanía. Y sé bien que en días como éste las cosas se acomodan para que todo suceda.

Por eso huí a casa, apagué las luces y me encerré en este estudio que sólo tiene una pequeña ventana por la que no se ve nada sino la noche. Por eso me quedé aquí. Porque mis espacios vacíos siguen reservados. Tal vez para ti, para ti que existes sólo en mi imaginario. En mis indecidibles afirmaciones.

Y hoy no hay una canción, no hay un poema que me acompañe. Hoy me quedo solo, asustando mis demonios.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Jason

Jason era uno de los cinco hermanos que vivían a lado de mi casa. Su madre tenía cierta ascendencia japonesa por lo que ellos eran conocidos como los nipones. Él se dedicaba a la compra venta de carros, compraba autos en regulares condiciones, los reparaba, les ponía los mejores rines, asientos, estéreos y listo: quedaban como nuevos, aptos para el más exigente comprador. 

Cierta ocasión, compró dos camionetas ichivan en las que invirtió todo su dinero, se esmeró en dejarlas impecables y lo logró. Eran dos unidades que podían pasar como del año. En cuanto las vendiera duplicaría su inversión, era un gran negocio. Su hermano se llevó una a vender en un tianguis de carros que se localiza cerca del Estadio Azteca, antes de llegar, un auto le cerró el paso y se la robaron con todo y documentos. Mientras tanto, Jason invitó a varios amigos al billar, se fueron en la otra camioneta que dejaron estacionada justo a la puerta del bicho. Jugaron una larga partida de carambolas, tomaron cerveza y cuando salieron la camioneta había desaparecido. 

Ese día perdió todo su capital de trabajo, no tenía dinero ni para comprar los pañales de su hijo que nació apenas un par de meses antes.

Todo eso me lo contó cuando me fue a buscar a casa para pedir un préstamo. Le presté dos mil pesos. Y fue la útlima vez que lo vi. Uno de sus hermanos me contó que vendió todos sus bienes y se había ido a los Estados Unidos.

Unos siete años después, desperté un domingo con la noticia de que mis finanzas eran las peores de la historia. No tenía ni un peso, el refrigerador era un pueblo fantasma. Y mi novia, que había tenido la genial idea de irse a vivir conmigo, tenía una espantosa fiebre. Temblaba de frío y sus ojos estaban hundidos, amarillos. Yo le controlaba la temperatura con compresas de agua fría en la frente y estómago, pero sabía que era urgente que la viera un médico. Yo había tenido temporadas así, de vacas flacas y sabía que de repente las cosas cambiarían, siempre pasaba. Pero ahora no estaba sólo, así que me decidí a salir a conseguir dinero a como diera lugar. 

Llegué a la esquina de la calle y un auto negro con vidrios polarizados se detuvo. La ventanilla del conductor descendió un poco. Se abrió la puerta. Bajó un tipo, era Jason. Me abrazó y me dijo que me venía a buscar, que estaba muy bien en el gabacho y que quería pagarme lo que le había prestado. Me dio cinco mil pesos porque había sido el único que le había apoyado cuando más lo necesitaba. Me contó que su esposa y su hijo ya vivían en los Estados Unidos. En fin, que era muy feliz. Se subió a su auto y partió. Yo volví a casa para llevar a Sandra al médico.

Semanas después encontré al  hermano menor de los nipones, le conté que había visto a Jason. Él me veía raro, entre enojado y sorprendido. Le platiqué como bajó de su coche, que se veía muy feliz. Me dejó terminar la narración y me dijo: —No mames, Jason murió al año de que cruzó la frontera. Su esposa lo enterró en Los Ángeles.

Se dio la vuelta y se fue.

martes, 30 de agosto de 2011

Hereje

"Eres un hereje": era la frase favorita y la más repetida por una antigua novia cada vez que me negaba a ir a las misas de bodas, quinceaños, graduaciones, presentaciones y todas las homilías que se puedan imaginar. Y ahora que me doy cuenta, ahora que estoy reflexionando en el tema, es una de las frases que he escuchado con mayor insistencia. Hereje: Persona que niega alguno de los dogmas establecidos por una religión. En todo caso, yo no entraría en esa categoría. Porque yo niego todos los dogmas establecidos por toda religión. Y sin embargo, mi relación con Dios es excelente.

Sabina, Paz, Sabines, Benedetti y tantos otros, me han alimentado varios conceptos de Dios, todos errados. Cómo no recordar aquello de: "Antes de conocerte sólo me hacía falta Dios. Ahora me haces falta tú. Y era más fácil vivir con la ausencia de Dios que con la ausencia de ti...". 

O bien: "Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe con las manos..."

Y mi favorito: "Dios insaciable que mi insomnio alimenta; Dios sediento que refrescas tu eterna sed en mis lágrimas, Dios vacío que golpeas mi pecho con un puño de piedra, con un puño de humo, Dios que me deshabitas, Dios desierto, peña que mi súplica baña, Dios que al silencio del hombre que pregunta contestas con un silencio más grande, Dios hueco, Dios de nada, mi Dios: sangre, tu sangre, la sangre, me guía..."

Hereje: ¡cuántas partidas causaste!, ¡cuántas despedidas!. Y sin embargo, mi relación con Dios es y ha sido excelente.

domingo, 21 de agosto de 2011

Fiesta sabatina

¿Por qué siempre me han de sentar en la mesa de las solteras? o como les digo a mis amigos para molestarlos, en la mesa de las disponibles. 

Pocos amigos he conservado desde que dejé de socializar. De repente me recluí en mis actividades y en mi casa, y dejé esa vida disoluta que por varios años fueron una de mis principales definiciones. Cantinas, bares, antros, moteles, fueron una constante para cada fin de semana.  Eso hizo que mi inminente proceso de divorcio fuera más llevadero.

Hace un par de semanas me llamó Frank, un viejo amigo que conozco desde mis épocas juveniles. —El sábado es la fiesta de Karen, tienes que ir. —¿Karen, tu hija?, le pregunté, mientras recordaba a esa niña que jugaba con una enorme pelota que le servía para detenerse y empezar a caminar. —Sí wey, pues cuál otra podría ser, ¿vas a ir solo, verdad? me preguntó, aunque sabía perfectamente la respuesta. —a huevo, le contesté.

Efectivamente, poco antes de que terminara oficialmente el sábado, llegué a la dichosa fiesta. Mi tradicional traje negro con una sudadera de cuello en v, botines y loción. Cuando llegué al salón, me atendió una amable señorita: —Me dice su nombre. Observé en su lista de invitados que mi nombre estaba agrupado con un par de hombres y seis o siete mujeres. Sonreí, mis amigos son extremadamente predecibles. —Francisco Zepeda, le dije. Ella revisó la lista y me preguntó: —¿usted es el papá de la quinceañera?, solté una carcajada y le señalé con un dedo el lugar donde se encontraba mi nombre, entonces me dirigió a una mesa junto a la pista de baile donde habían tres mujeres muy alegres, una con apenas una micro falda que dejaba ver por completo su ropa interior, negra. A su izquierda, estaba una más madura, con un vestido negro muy escotado y maquillada como queriendo quitarse unos diez años de encima, a ella le habrán aconsejado que debería lucir sus enormes senos en cada oportunidad, porque eso hizo toda la noche, Y junto a la silla que me tocaría ocupar, una hermosa joven con el cabello muy corto, vestida con una falda a la rodilla, amplia, y una blusa gris, semitransparente. El resto de los compañeros de mesa estaban bailando en la pista.

Apenas me había sentado cuando llegaron Frank y Magda, su esposa, me dijeron que por qué tan tarde, que pensaban que ya no iba a llegar, les dije que no dejaría de acompañar a Karen en esa fecha. Como si la hubiera invocado, Karen vino en ese momento, me abrazó muy feliz de verme y yo le di su regalo: una gargantilla de oro con su nombre grabado en una pequeña placa.  Se la puse en ese acto y se fue muy feliz a convivir con sus amigos.

Ana, que así se llamaba mi compañera de mesa, se estiró para servirse hielo en un vaso, de inmediato me ofrecí para prepararle su bebida, tequila con toronja. Le pedí al mesero que consiguiera limones y sal, para hacer la mejor paloma que jamás hayas probado, le dije. Ella sonreía. Probó su bebida y abrió los ojos muy grandes, me dijo que había quedado deliciosa. Le dije que preparar bebidas era sólo una de mis múltiples especialidades. Me preguntó si sabía bailar, que por qué iba solo, que si tenía hijos, que en qué trabajaba, que si vivia lejos, que si en mi trabajo viajaba, en fin, una entrevista que duró unos diez minutos, gracias a mis tradicionales respuestas monosilábicas. Para concluir con tremendo interrogatorio, la invité a bailar. Ahí se dejó llevar por el ritmo y se acopló perfectamente a mis manos y a mis brazos que la envolvían, la soltaban, la giraban y le marcaban la pauta para moverse. Mientras mis ojos se deleitaban con sus labios que de vez en vez se abrían como invitando a una fiesta de placer. Regresamos a la mesa tomados de las manos.

Dos horas después estábamos bailando en un hotel, tomando el vino tinto que alguien me regaló un día antes y que, afortunadamente, se había quedado en la cajuela de mi camioneta. En mi ipod sonaban canciones de Bryan Adams, aptas para la ocasión: "One night love affair / Tryin' to make like we don't care / We were both reaching 'out for somethin'..."

Ana cerraba los ojos, tratando de olvidar su reciente divorcio, -eso explicaba porque la habían sentado en la mesa de las disponibles- y nos enredamos en un vertiginoso remolino de tradicional sexo de fiesta sabatina. 

De verdad, no sé por qué siempre me sientan en la mesa de las solteras.

sábado, 20 de agosto de 2011

Hoyos negros

Darse cuenta de las limitaciones que uno se ha autoimpuesto suele ser causa de un nuevo episodio de insensatez. Y cuando la limitación implica el privarse de compañías deseadas, el rigor con que se mide y castiga tal osadía no tiene parangón.

Y en estas circunstancias la mejor compañía que la soledad permite es el blues de Real de Catorce, y escucho después de pasar un trago de tequila: "Nunca ningún amante es perfecto / ni tiene la sonrisa adecuada. / No siempre dice la palabra dulce; / a veces, ni siquiera sabe hacer el amor".

Mis preguntas del día son constelaciones inacabadas, son hoyos negros que destruyen todo lo que les rodea. Quisiera que estuvieras conmigo para arrojarte a las misteriosas posibilidades de no volver a verte.


viernes, 12 de agosto de 2011

Colección de datos

No sé cómo he aprendido tanta pendejada. Es como si tuviera activada una grabadora que capta sólo cosas sin ninguna utilidad. O como un radar que está alerta de descifrar datos que no me llevan a nada. Sé, por ejemplo, que los discos compactos fueron diseñados para contener 74 minutos de música grabada porque eso es lo que dura la novena sinfonía de Bethoven, o que es físicamente imposible lamerse el propio codo, también que los ojos de los burros están en una posición que les permite verse las cuatro patas al mismo tiempo y algo que me sorprende, que los búhos pueden distinguir el color azul.

Así, a lo largo de mi historia he ido acumulando en mi memoria una colección de datos que no sirven sino para comprender la patética y aburrida vida que he llevado.


lunes, 1 de agosto de 2011

Sin derecho

Tal vez lo único peor que ser un intruso es sentirse como un intruso. El que no fue invitado a la fiesta, pero que por algún azar está ahí: desconocido, ajeno. El vecino incómodo. El que saludas por compromiso con cara de lárgate de aquí. Un intruso es el que se ha introducido sin derecho a cualquier sitio, a cualquier situación. Sin derecho.

En ocasiones me siento como tal, sobre todo cuando me percato de la manera tan forzada en que entro en tu vida, sin derecho. Cuando reconozco que todo inidica que nuestros caminos deben bifurcarse. Cuando me alientas a desaparecer con tu indiferencia. Lenguaje silencioso, claro y preciso. Y yo, sólo finjo no darme por enterado, sin derecho, sin derecho a fingir. Sin derecho a detener lo que algún día ha de pasar, lo que tendrá que suceder necesariamente. Cuando todo siga su naturaleza.

El agua y el aceite no han de permanecer unidos, por más que se contengan en el mismo recipiente, por más que se agite y lleguen a confundirse por apenas un segundo. En cuanto llegue la calma, cada uno tomará su sitio: uno arriba y el otro abajo. A veces soy agua, a veces soy aceite. Sin derecho.

Álvaro Carrillo escribió una canción de la que tengo presente que "Hay ausencias que triunfan y la nuestra triunfó..." según entiendo significa que en ocasiones la mejor forma de hacer el bien es desaparecer, ausentarse, dejar al otro con su mismidad. Es sólo que la ausencia no es una costumbre que nos enseñen a tratar y mucho menos a entender, a aplicar. Por eso la reticencia a reconocerla como una opción, como una alternativa, como una decisión que tal vez llegue a ser la mejor en una vida. O como dice Silvio:
"Ahora sólo me queda buscarme de amante
la respiración.
No mirar a los mapas, seguir en mí mismo,
no andar ciertas calles,
olvidar que fue mío una vez cierto libro.
O hacer la canción..."


Aun así, confío en que llegará el momento de permitir que fluyan los caminos, de aceptar que la mejor forma de ayudarte es con un adiós. Espero estar ahí para verlo.

domingo, 24 de julio de 2011

Recomendación

Ya no recuerdo quién me presentó a Deli. Lo que sí recuerdo es que me dijeron: "vas, le encanta el sexo oral". Esa noche, en mi carro, comprobé que la recomendación era cierta.

Lo que me gustó de ella fue su cara extremadamente bonita que se acentuaba por lo corto de su cabello y sus ojos grandes, fríos, que no denotaban emoción alguna.

Yo la veía desde la barra, no sé por qué siempre termino en una barra en cualquier fiesta a la que voy. Desde ahí la estuve observando, y fui testigo de que tomaba cerveza tras cerveza y de que al pasar las horas, su comportamiento era diferente, se desinhibía.

Yo bebía tequila y de vez en cuando platicaba cosas sin importancia con algún ebrio que se acercaba a servirse un trago. Pero mi atención estaba fijada en ella, como un cazador que mira a su presa. Ella seguía bailando y bebiendo cerveza, pero desde un principio se dio cuenta de que yo la observaba con insistencia, sonreía.

A mitad de la fiesta ya se le había puesto colorada la cara y bailaba con movimientos de cadera  propios del perreo. Surgieron varios galanes que se turnaban para bailar con ella. Yo no le quitaba los ojos de encima.

Cuando nuestros ojos se cruzaron por enésima ocasión, levanté mi caballito de tequila como diciendo salud. Ella enfatizó su sensual ritmo y sonrió. La llamé con la mirada mientras pensaba lo patético que se vuelve uno cuando el alcohol se convierte en el conductor, y recordé cuando yo mismo dejaba que fuera el alcohol el que guiara mis actos, hasta que una muy querida maestra me dio una cátedra de manejo del tequila y me enseñó la forma de tomar sin embriagarme, me enseñó a disfrutar del sabor y de los efectos saludables de la que ha sido mi bebida favorita.

Se acercó y me preguntó si no bailaba. Le dije que prefería aprovechar mi energía en otro tipo de bailes y le tomé la mano. La acerqué a mí y besé su cuello. Ella pegó su cuerpo al mío y me ofreció sus labios. Como dije antes, en el auto comprobé que su fama había sido bien ganada.

Ahora que escribo esto quiero recordar algún detalle de ella, a qué se dedica, si le gusta leer u otra cosa a parte de su afición por el sexo oral, pero la realidad es que no hablamos de ello, o para ser más exacto, no hablamos.  

Cuando le llamé por teléfono días después me preguntó muy enojada que quién chingados era yo y de dónde saqué su número. Le ofrecí una disculpa y colgué, me reí a carcajadas. Por lo menos sí sé que su nombre es Deli. Lo que no recuerdo es si yo le dije el mío.

viernes, 22 de julio de 2011

Palabras escasas

Y luego está el problema de las edades. Tú, inmensamente menor, como un lejano sueño que no se alcanza a definir. Que se mira borroso e intermitente. Como la ola que se acerca a mis manos y cuando trato de asirla se va, se retira y me mira inmutada; y en cada ciclo me hace pensar que será esta vez, que ahora sí estará en mis manos, que por fin la habré de tener. Y lo único que agarran mis manos es la nada que hace más evidente el vacío, la nada que me apura a llenar, a llenar con algo, con lo que sea. Sólo llenar. La nada que deja de serlo cuando se vuelve algo: una ausencia.

Cuando alcanzo a percibir que estoy horadando mi cordura, grito: ¡alto!; y sin ser taumaturgo el mundo se detiene para que pueda recobrarme, reencontrarme. Y luego toma de nuevo su impulso y sigue.

Hasta los versos de Aridjis se me aparecen y me ayudan a desertar:
"... La edad nos separaba,
como a dos cuerpos,
no de tamaños distintos,
sino de espacios diferentes.
Y mis manos asiéndote,
mis brazos abarcándote,
no podían asirte,
no podían alcanzar tu cuerpo, tu mirada".

Y encuentro, en mis cuadernos, textos que contradicen lo que hoy percibo:

"A mí siempre me gustaron las mujeres mayores que yo. Puede ser que esto se deba a mi pronta madurez que alcancé por convivir desde pequeño con niños y niñas de más edad.

Un día la muchacha que ayudaba a limpiar la casa entró a mi recámara, se quitó el vestido y me besó apasionadamente. Tomó mis manos e hizo que le tocara todo su cuerpo. Aún recuerdo el sabor a paleta de cereza de aquel beso. Desafortunadamente llegó mi tía en ese momento y Ángela salió corriendo del cuarto, se vistió en el baño y yo salí para abrir la puerta. Nunca he entendido por qué a mis diez años nunca le conté eso a nadie. Ella se hizo novia de un vecino y se pasaban las noches teniendo sexo al fondo de un jardín".

Finalmente, concluyo que hubo un cambio, impredecible y silencioso. Un cambio que modificó mis paradigmas reales e imaginarios. Y a pesar de que sé lo que pasó, y si no lo sé, lo intuyo; es claro que no lo entiendo, o mis palabras son escasas y no puedo describirlo. No alcanzo a plasmar como me hice adicto a ti.

lunes, 18 de julio de 2011

Nunca es tarde

Estoy cansado de crear, imaginar o inventar escenarios imposibles. Creo que debería ocupar mi tiempo en cosas más productivas. Por más que he buscado y trazado líneas de tiempo en los que, por causas artificiales, nuestros caminos se junten, invariablemente me encuentro con resultados poco alentadores. Me trauma no ser capaz de elaborar un esquema en el que exista el nosotros. ¿Falta de creatividad o exceso de realidad?.

Enredarse en jugar con el tiempo puede volverse vicio. Ensoñar parece un arte, pero en realidad se hace un desastre. Especialmente cuando la materia del ensueño no comparte un interés común. Cuando cada uno hace una lucha distinta. Cuando los deseos son inversos y no concurrentes.

Solía tener sentido común antes de que aparecieras en mi camino, o mejor dicho, antes de que forzara mi camino para encontrarte. Y sí, lo sabía. No puedo fingir ignorancia porque es contrario a mi naturaleza. Es así.

Pero ahora profeso que nunca es tarde para dejar de intentar absurdos. Nunca es tarde para dejar de lanzar la imaginación al abismo. Nunca es tarde para aterrizar y poner un alto a los derroches de imaginación portentosa. En pocas palabras, nunca es tarde para dejar de actuar como imbécil.

miércoles, 29 de junio de 2011

La tercera pregunta

¿Y por qué tanto amor por ella? fue la tercera pregunta de la noche, y la tercera ocasión en que esa desconocida me hizo trastabillar.

Me encontraba en un sitio en el que acostumbro aislarme del mundo sumergiéndome en el mundo. Es un lugar que desde siempre se ha amoldado y, tal vez, acostumbrado a mí, cerca de Bellas Artes. Y en el que durante mucho tiempo, de noche en noche, suelo sentarme a leer, a pensar, a escribir, o simplemente a observar. Y lo raro es que nunca nadie se había acercado tanto a mí, jamás habían invadido mi espacio como esa señora. Se veía madura, blanca, muy blanca y además, vestida de blanco, con ropa de manta,  sus ojos eran más que verdes, transparentes, me daba la impresión de que pertenecía a la banda de concheros.

Se sentó junto a mí justo en el momento en que respondía a un mensaje en mi blackberry. Como siempre leer y responderle me arranca una sonrisa involuntaria. Mientras se sentaba me preguntó —¿Le escribes a tu novia? volteé a verla y sus ojos me transmitieron una confianza y tranquilidad increíble, así que, aunque sorprendido, no dude en responder —No, es una amiga.  —Pues la sonrisa y la mirada que acabo de ver puedo jurar que no son por una amiga. ¿Ella sabe que la quieres?. —No lo sé, supongo que lo imagina, le dije. —¿Y por qué tanto amor por ella? me soltó, así, de golpe. Me sentí exhibido, molido, policontundido, como si de pronto una realidad me cayera encima y me aplastara,  —Me temo que no estoy preparado para contestar a eso. Cerré mi blackberry y me levanté, iría por mi camioneta para ir a casa. En el camino, mientras conducía, esas palabras rondaban por mi interior, subían y bajaban.

Antes de llegar a mi destino, me detuve unos minutos para reflexionar, no en lo extraño de aquella conversación, sino en la tercera pregunta, concluí que, si fuera real eso de por qué tanto amor por ella, la única respuesta válida sería, porque se me da la gana. El amor es una decisión personal, no es que uno espere algo en reciprocidad, simplemente, como todo en mi vida, una determinación. Así que, acto seguido, me olvidé del asunto.

sábado, 25 de junio de 2011

Textos perdidos

Son tiempos en que las lágrimas caen del cielo. Para el que quiere llorar hasta la mosca le da motivos.

A mí se me vació el recipiente, ya no puedo llorar, y eso es raro porque se acaba la oportunidad de hacer un acto dramático, soltar una o dos lágrimas que transparenten los combates internos, los aquelarres nauseabundos que suelen llegar los sábados por la tarde. Tengo el alma oxidada, sin un  sentido definido. Algo ha cambiado: mis ojos no lloran, pero mis manos lo hacen cuando escriben textos perdidos que no debieras descubrir.

Me gusta andar bajo el agua de la lluvia,
abrigarme con el frío de la noche
y esperar el regreso de las estrellas.
 Extender mi mano y confirmar que
 aún puedo tocar lo intangible.
Da lo mismo,
quisiera tocarte, a ti, dónde no estás.
 Te hablo en silencio y sé que lo sabes;
 y cuando puedes oirme
 me callo a gritos, ¿los escuchas?.
 Y si me miras evito tus ojos,
 no me descubras,
soy el que soy, el que he sido siempre
el que jamás sabrás si te ha amado.


Olvida estas palabras, sólo son el resultado de mirarte sin abrir los ojos.

lunes, 13 de junio de 2011

Buenas noches

Hay días en que las palabras se ponen en huelga. 

Días en que permanecer en silencio hace más ligeras las horas. 

Hoy es uno de esos días.

Buenas noches.

jueves, 26 de mayo de 2011

Pensamiento pensado

Mi biografía la escribí una noche de viernes en la cama de un hotel de Tlalpan y la he reescrito tantas ocasiones que ya no sé cuál es la versión más reciente. 

Yo nací con el primer pensamiento, como decía Descartes: "cogito, ergo sum", pienso, luego entonces existo. Así que si es cierto como lo es, que el primer pensamiento fue generado hace millones de años, sería difícil escribir una biografía real. No habría cuaderno que alcanzara para contener tanta información.

En pocas palabras, he inventado un pasado que me impide tener recuerdos. ¿Cómo recordar un episodio en el que nunca he estado?. ¿Cómo podría sentirme ofendido por alguna circunstancia que jamás pasó?.

La historia sólo es pensamiento pensado, por lo que, según mis cálculos, resulta poco menos que idiota el pensar lo ya pensado, habiendo pensamiento por pensar. Propongo cuidar lo que ha de venir en lugar de permanecer atado a lo que ha sido.






martes, 24 de mayo de 2011

Un trabajo inspirado

Tengo un cuaderno negro que contiene una lista de pendientes por resolver. Asuntos que he identificado como de gran relevancia por las implicaciones que encierran. De vez en cuando tengo el privilegio de ir borrando alguno de los numerosos temas, aunque han pasado varios años desde que borré por última vez.

Ahora con singular alegría he puesto una línea eliminando casi una página completa, un resultado excepcional de un trabajo inspirado.

Fin de semana, subí a mi camioneta con ganas de perderme por el mundo. Rumbo desconocido. La idea de circular sin detenerme me llevó a tierras cercanas a los volcanes. Una montaña solitaria me llamaba. Me invitaba a pernoctar en su interior. El sitio perfecto, lejos de todo Dios. Un lugar para intentar renacer.

Estacioné la camioneta en un paraje, Apagué la blackberry y la guardé en la cajuela. De ahí bajé mi tienda de acampar, una bolsa para dormir y nada más. Caminé con la ayuda de la luna, aunque me di cuenta de que cuando ésta se ocultaba mi visión seguía siendo perfecta, mis ojos se acostumbraban muy pronto a la oscuridad o mi vista se trasladó a otro sentido diferente de mis ojos. El caso es que no me hizo falta la lámpara que no llevaba, me sentía parte de la montaña. La tierra y la hierba, fueron grandes anfitrionas.

En algún momento, no sé después de cuánto tiempo de haber caminado, una planicie me transmitió una paz que, sin embargo, no me satisfizo del todo. Así que subí un poco hasta llegar a un pequeño claro,  los árboles que lo rodeban formaban un círculo perfecto. Allí hice mi campamento. Armé sin dificultades mi tienda y dentro de ella extendí mi bolsa de dormir.

No quise perderme el espectáculo que es el cielo en una noche como esa, un cúmulo de luces que parpadeaban me dictaban frases que no entendía. La inquietud de tener como único compañero a mí mismo me distraía. Sólo pude tranquilizarme al tener mis pies contacto directo con la tierra. Así llegué a un estado de paz y armonía que me hizo olvidarme de que estaba yo ahí. Miraba mi alrededor como si fuera otro el que mirara. Veía la tienda, los árboles, hasta un cuerpo que me era familiar, un cuerpo vestido de negro que jugueteaba con sus pies descalzos con la tierra y que, al poco tiempo, con sus manos, empezaba a escarbar. Sacaba tierra poco a poco y el hoyo se hacía más grande cada vez.

La excavación tenía ya una profundidad relativamente grande y empecé a descargar mis demonios, como haciendo una limpieza de mi mente, tomaba cada uno de ellos y los depositaba en el hoyo, los despedía como se despide a un cadaver. Los tapaba con tierra, —ahí te quedas, de ahí no salgas. Me llevó casi la noche completa hacer ese trabajo, realmente estaba sobrecargado de basura mental. Cuando terminé, me aseguré de sellar muy bien aquella tumba. Tierra, pasto, hojas y ramas obsequiadas por los árboles vecinos ayudaron a esa tarea. La sensación de paz que me invadió fue inefable, me sentí ligero, como si mi cuerpo no estuviera en mí. Un ser renacido.

La caída del sereno me avisó que estaba por amanecer, me metí a la tienda y dormí envuelto en mi bolsa. No desperté hasta entrada la tarde. El sol apenas y se distinguía a lo lejos. Iba a anochecer nuevamente. Entonces recordé que no llevaba comida ni agua, pero también caí en cuenta que no las necesitaba, mi único alimento sería el descanso. Caminé un poco alrededor del campamento y confirmé que nada ni nadie estaba cerca de ahí. Regresé a la tienda y seguí durmiendo hasta que el sol del domingo me despertó.

Levanté el campamento y regresé a buscar mi camioneta, emprendí el camino a Tlalmanalco donde comí dos tacos de cecina, una quesadilla de carne con un litro de jugo de naranja. La marchanta, mientras me preparaba los alimentos, me recomendó no subir solo a la montaña, porque en el pueblo cuentan que ahí abundan los demonios. Le agradecí el consejo con una sonrisa amable.

domingo, 15 de mayo de 2011

Bienvenida

Y cuando menos me lo espero,  cuando menos me doy cuenta, ya estás otra vez en mi pensamiento. Lo peor de todo es que no me molesta, al contrario, te he abierto las puertas de mi hogar y te has instalado.

Bienvenida, la casa está un poco tirada porque me he acostumbrado a vivir solo en ella. Pero, no obstante, puedes ver que muchas cosas están puestas como si alguien supiera que un día ibas a llegar y se hubiera dedicado a preparar tu arribo.

No temas si ves que de pronto desvarío, son mis constantes ires y venires, cosas de la costumbre. No temas tampoco si te percatas de que las noches son mis días. Que me siento mejor en ambientes oscuros y aislados. Que huyo de las personas comunes. Que armonizo en pocos lugares.

Si estando en mi hogar te sientes alterada, no te asustes, es que mi tiempo y mi espacio están disipados por el impacto que significa tu estancia. No siempre es así, en ocasiones, cuando hay tormentas, se deslizan unas luces que preparan un estallido infinito. Son ideas que persisten a través de un pensar diario y duradero. Que alcanzan su grado perfecto en que se esparcen y se vuelven calma, paz, descanso.