lunes, 28 de marzo de 2011

Escribir desenfados

El frío inspira escribir melancolías, el calor, al contrario, invita a escribir desenfados. Hoy sin embargo, haré un ejercicio diferente, trataré de ver las cosas desde fuera, como un espectador que mira tranquilamente una escena. 

Generalmente no quiero ser inoportuno. Pero en ocasiones, me ganan las ganas y creo que la mayoría de veces echo a perder las cosas. Me he vuelto un aburrido. Sin emociones declaradas por nada de lo que antiguamente me apasionaba. Hoy veo pasar las horas y no me importan. No me importa si es domingo, o lunes, o un día cualquiera. Todos los días son circulares, historia aprendida y repetida. Mando señales equivocadas, captadas por las personas menos indicadas.

Invento lugares que no conozco para revivir recuerdos olvidados. Con grandes influjos de alquimista, intento estar y no estar en tus experiencias. Imagino el alcance de mis actos. Actúo precautoriamente. Me asusta la rebeldía mental que me lleva a turbias conductas que con calma transcribo en mi libreta. 

¡Qué ganas de hacer un punto y aparte!, ¡qué ganas de volver a volar fuera de la tierra!.

Con excusas no se cambian las cosas así que no he buscado ni buscaré ninguna. Sé que he sido luz y he sido guía. Artífice de un esbozo de futuro. Ejemplo muchas veces seguido.

Mas hoy sé que soy nube y soy neblina. Gris, opaca y árida. Tampoco es tan grave.

viernes, 25 de marzo de 2011

Un bello poema

Hay una poesía que te describe perfecto, la he estado repitiendo por semanas. Es un poema corto, pero contundente. Hace énfasis en la tristeza de tus ojos que a veces aparece cuando miras. Y en la fuerza de tu boca casi perfecta. Sin olvidar la sensación que transmites con tus brazos.

Sí, creo que es un bello poema, tal vez algún día por fin lo escriba.

jueves, 24 de marzo de 2011

No es de genios

"Tienes un gran coeficiente intelectual. Es una maravilla, nunca había visto semejante resultado". La chica me miraba con un gesto de increduliad. 

No pude evitar sonreir, con mis labios retorcidos clásico de mi sarcasmo personal, y pensar que si realmente fuera tan brillante, no habria hecho tanta pendejada en mi vida. Observé a la tipa que me había hecho los exámenes de aptitud para ingresar a cierta dependencia de gobierno. Era la clásica analista, con anteojos y cabello lacio, largo. Me dio la impresión de que su mamá se lo cuidaba desde niña. Me indicó que me confirmaría por correo el día que debería presentarme a trabajar, que definitivamente de los cientos de candidatos que había examinado era el mejor para el puesto. Yo, segúía sonriendo.

Salí de esa elegante oficina de polanco. Caminé por la calle de Horacio, mi camioneta la había dejado en el estacionamiento de un centro comercial, a unas quince calles. Tuve tiempo de recapitular algunos episodios que creí olvidados y pensar en alguna explicación: ¿cómo pude hacer eso, si soy un genio?. ¿En qué momento dejé empeñado mi intelecto para actuar como un común y corriente imbécil?.

¿O tú conoces de alguien muy brillante que hubiera echado a perder indistintamente, cuanta relación iniciara. Que hubiera buscado refugio en el sexo, en el tequila, en la poesía? O peor, que habiendo intentado arreglar los desaguisados que armó, en lugar de eso hiciera un desastre total en su vida, y para acabarla de chingar, en la de otras personas. Al grado tal de haberse desecho de todas sus amistades para inventarse un perfil en alguna red social, donde impresiona a gente igual de irreal que él. Eso no es de genios.

Cuando llegué hasta mi camioneta, ya había tomado una decisión: no trabajaría en un lugar donde o son tan idiotas  para creer que soy un genio, o creen que yo soy tan idiota para creerme ese cuento. Ja' pendejos, a otro perro con ese hueso.

martes, 22 de marzo de 2011

El Popo

La única caída que recuerdo haber tenido fue en el volcán, el poderoso Don Goyo. Era una excursión como de la Familia Burrón. 

En autobuses escolares, nos trasladaron del Palacio de los deportes al portentoso Popocatépetl. Un viaje lleno de contrastes, pues por una parte estaba contento de que iba toda la familia pero también inquieto porque iba la mitad de la colonia. Entre ellos, mi vecino el que tenía como meta en la vida crecer lo suficiente para asaltar la conasupo. Se la peló, porque algún funcionario que habrá sospechado de sus intenciones desmanteló la paraestatal antes de que él tuviera el tamaño adecuado para la mision. También iba el Mike, famoso por ser piromaniaco. 

Hicimos un alto en Amecameca, un municipio en las faldas de los volcanes, donde en un mercadito, algunos de los excursionistas desayunamos quesadillas y atole. Mis vecinos se dedicaron a robar artesanías: jarritos, cazuelas, baleros, hasta un comal. En serio eran buenos.

Por fin llegamos al Popo. La primera impresión que tuve, a mis escasos siete años, fue la grandeza del volcán. Empezamos a subir cargando la olla de tamales, un bracero con comal, masa, guisados, tacos de canasta, garrafones con agua, ollas para poner café y lo que jamás ha de faltar en una actividad familiar: guitarras. En fin, éramos alrededor de cien personas subiendo en carvana. 

Cuando llegamos a la zona de nieve, los adultos decidieron que ahí se hiciera el campamento, armaron el bracero que llevaba doña Josefina, el cual por supuesto jamás pudo ser usado, pues cuando querían prender el carbón, caía una buena dosis de aguanieve que lo apagaba. Hicimos una rueda enorme, todos sentados y comimos, mientras mi padre y mis hermanos cantaban con sus guitarras.

Entonces, sucedió. Mi piel comenzó a ponerse verde. Aunque yo no le daba importancia - jamas he sido de apanicarme ante algún cambio de mi cuerpo - muchos se alarmaron. Alguien dijo que era el mal de montaña y que debían bajarme. Por lo que mi padre y algunos amigos de mis hermanos me escoltarían hacia abajo. Así que cargamos con lo que cada uno había subido e iniciamos el descenso. 

A mí me había tocado encargarme de una guitarra, así que la llevaba en el hombro. Mientras bajábamos observaba la nieve. Y me llamaba la atención que alguna hierba crecía a pesar del frío. En uno de esos recovecos, di un mal paso y allá fui a dar. Resbalé alrededor de 15 metros lareda abajo. La verdad no me dolió mas que el orgullo. La nieve amortiguaba mi caída. 

Cuando me detuve volteé hacia el camino por donde veníamos para ver si acudía alguien en mi ayuda. Y efectivamente, mi padre ya bajaba a toda velocidad por la nieve, haciendo equilibrio para no caer. Pero para mi asombro, pasó de prisa junto a mí, me recriminó con su mirada y siguió bajando. Su guitarra había caído unos diez metros más abajo. Fue a su rescate. 

Tal vez esa mirada me marcó. Por una parte, nunca volví a tomar una guitarra con el mismo sentido de antaño, y por otra, nunca volví a caer. Acaso un tropiezo, pero perder la vertical, jamás. 

Mentiras

He dicho tantas mentiras que a veces me enredo para precisar si algo realmente pasó o lo inventé. No es que un día uno se levante pensando en qué mentira inventar. Lo que ha ocurrido es que me he encontrado con personas tan prescindibles que mentir hace más fácil la convivencia o la no convivencia con ellas.

Así, he pasado por adicto, prisionero, graffitero, punketo, hierbero, policleto, vendedor de seguros, viudo, huérfano, predicador, bígamo, gnostico, musulmán, ateo y cientos más de adjetivos y sustantivos he usurpado. Tampoco creas que es tan grave, al menos esa gente ha escuchado lo que creían que iban a escuchar, así que si lo pensamos detenidamente, mentir o no, no hizo la diferencia. Ellos tenían formada la idea antes de que yo simplemente se la confirmara.

¿Nunca has dicho algo sólo por deshacerte de una idea? Decir algo sin decirlo. O decir algo, haciendo creer al otro que estás diciendo lo contrario. Sí, ya sé que suena complicado y realmente hacerlo es mucho más fácil que describirlo. Poca gente escucha. La mayoría apenas y oye.

¡Ah!, pero cuidado, si inventas una historia trágica, dolorosa o sangrienta, esa sí que llama la atención y querrán seguir enterándose de ella. Por lo que tendrás que estar listo para continuar todos los días un nuevo capítulo, como una radionovela. Por eso, te recomiendo, si no tienes escapatoria, inventarte historias de amor, de éxito, de felicidad. Me queda claro que nadie quiere escuchar nada sobre una persona exitosa.

jueves, 17 de marzo de 2011

Humo

Volteo a mi mesa y el vaso de tequila me saluda. Me mira inquieto. Ha estado ahí por semanas. Enciendo un cigarro, el humo se adentra, se vuelve parte de mí. Me vuelve parte de él.

Aunque las palabras se pusieron en huelga. Aún puedo describir el arrullo que provocó el silencio, único habitante de mi memoria. No tengo recuerdos, los perdí en una casa de apuestas. Un eco suena lejano. Una nube dispersa me señala un camino. Alzo los brazos y me desgrano. Guardo mi cuerpo en un sepulcro. Ahora soy ligero, ahora soy de humo. Puedo cambiar de lugar en el espacio. Subo la vista, todo es cielo. Todo es nada. Luz extensa. Luz infinita. Algo me jala hacia la nada. Hacia el todo. Me asusta. Me atrae. Me emociona saber que estoy en ninguna parte. Que todo termina.  Mejor pronto que para siempre. No entiendo nada. Ahora soy humo. El humo no piensa. Sólo vuela. Sólo llega a todas partes. Y sólo termina.

domingo, 13 de marzo de 2011

Despertar

Estoy cansado de chocar mis dientes cada vez 
que recibo una carga química en algún lugar de mi cerebro.
Estoy cansado de volver a casa y buscar,
hasta en el último rincón, alguien que me espere. 
Estoy cansado de salir por las noches
a huir de las mujeres palacio.
Estoy cansado de mirar una foto 
en un teléfono celular. 
Estoy cansado de hablar y susurrarle
a un recuerdo. 
Estoy cansado de estimar el tiempo
en que todo ha de cambiar.
Estoy cansado de escuchar en la radio a las mismas personas 
con las mismas estúpidas propuestas.
Estoy cansado de manejar un auto
sin control remoto.
Estoy cansado de inundar con frases absurdas, que nadie lee,
las llamadas redes sociales .
Estoy cansado de pausar indefinidamente
la evolución que libera.
Estoy cansado de abatir instantes
y atrapar segundos.
Estoy cansado de esperar que un día
vengas por mí.
Estoy cansado de explorar por mundos
imaginarios.
Estoy cansado de resumir eventos que
jamás han sucedido.
Estoy cansado de inventarme un pasado
a partir de un futuro prestado.
Estoy cansado de ver partir
a la gente que he amado.
Estoy cansado de intentar ser otro
que jamás seré.
Estoy cansado de estrellar mi cara 
frente al mismo vidrio.
Estoy cansado de perder eclipses
en noches aciagas.

Y a pesar de tanto cansancio, no puedo dormir.
¿O acaso el problema es lo contrario y 
lo que no puedo es despertar?.

martes, 8 de marzo de 2011

Mujeres valiosas

Mientras vago por la ciudad recuerdo que hoy es el día internacional de las mujeres. Fecha que más que conmemorar a un género humano, recuerda la lucha permanente de estos seres por alcanzar derechos en un mundo celosamente dominado por hombres. 

Y veo en Bellas Artes a un grupo de intelectuales que se ha dado cita para reflexionar en torno a las trayectorias personales, mujeres muy valiosas y reconocidas todas ellas en el medio cultural.

Camino rumbo a Palacio Nacional y veo un grupo de chicas, tal vez estudiantes, mujeres muy valiosas que se han juntado para festejar en un lujoso restaurante, donde se sirven cortes de carne muy buenos y tienen una gran variedad de cervezas. Ellas hablan de sus expectativas en un país que no alcanza a definir un rumbo.  Tal vez una de las quince logre un empleo bien remunerado a nivel de mando. Las otras tendrán que conformarse con asistir a algún fulano, seguramente menos brillante que ellas, y hacer un trabajo por el que él recibirá los reconocimientos.

Y veo a una mujer muy valiosa sentada en las escaleras del metro, carga un niño en un rebozo. Nadie le ha dicho que hoy se festeja su día. Ella sólo espera una moneda que caiga en su mano. La única lucha que le importa es su lucha diaria por llevar algo de comer a su casa, por vivir un día más. Por borrar de su mente la imagen de su esposo e hijos partiendo a los Estados Unidos en búsqueda de algo, algo que jamás encontrarán.

Decido regresar a casa y en el metro voy  pensando en lo patético que resulta tener que señalar un día  específico para no olvidar que las mujeres: sentido  de la vida, equilibrio y paz, siguen luchando porque se reconozcan derechos que les corresponden por nacimiento. Al tiempo que voy tarareando al buen Silvio que se había ausentado un poco últimamente:

"... Me estremeció la mujer que parió once hijos
en el tiempo de la harina y un kilo de pan
y los miró endurecerse mascando carijos.
Me estremeció porque era mi abuela además.

Pero lo que me ha estremecido
hasta perder casi el sentido,
lo que a mi más me ha estremecido
son tus ojitos, mi hija, son tus ojitos divinos..."

sábado, 5 de marzo de 2011

El mismo papel

¿Estás despierta? espero que no. Confío en que el duende del sueño te haya cobijado con su manto y te revitalice. 

Yo, como ya es costumbre, no puedo o no quiero dormir. Y como en infinitas ocasiones, lo primero que se me ocurre es escribirte algo. Me encantaría escribir un texto que realmente te cambiara la vida. O por lo menos que mejorara tus expectativas respecto a ella, respecto de ti en ella.  

Escribir por ejemplo algún secreto, fórmula o hechizo que te permitiera deshacer tus nudos. Pero si tuviera ese conocimiento ¿crees que aún viviera con los míos? nudos marinos; nudos viales; nudos literarios; nudos mentales; nudos afectivos.

He estado elucubrando muy seriamente la teroría de que tal vez soy reacio a dormir, debido al miedo a despertar y encontrar que sigues lejos. O descubrir que sigo siendo el mismo tipo de la noche anterior. Que sólo ha cambiado el adverbio de tiempo y ni siquiera la conjugación. Imagina soportar la carga, la condena, de jugar el mismo papel un día más, por lo menos.

Definitivamente, es mejor seguir despierto, eternamente,  a volver a experimentar esa decepción.

martes, 1 de marzo de 2011

Silencio

A veces sobra el tiempo y faltan las palabras. Otras, sólo fluyen oraciones sin cesar, como si la boca tuviera una fuga, un boquete por el que salieran aire y expresiones. Qué importa que no tengan sentido. Lo trascendente es vencer al enemigo común que fustiga cuando se alza imponente entre dos seres: El silencio. Habitante incomprendido, indeseado en el mundo. Casi nadie comprende la importancia de su existencia. Hasta en la música, hacen falta los silencios. Y es que el temor a enfrentarse consigo mismo es lo que repele a tener momentos de quietud; de abstinencia: abstenerse a hablar. Mirarse al interior como se mira un pensamiento. Indagar en lo profundo, concluir y continuar con la vida. 


Sí, a veces sobra el tiempo y faltan las palabras y otras, las palabras están por demás.