miércoles, 22 de diciembre de 2010

Mostrando puertas

Como siempre, uno se encuentra con otro igual. Si no iguales, sí semejantes. Nunca falla: "Dime con quién andas y te diré quién eres". Una fácil forma de saber cómo te ven los otros, o qué expresas de ti, es que observes a las personas de que te has rodeado. ¿Qué opinión te merecen?. Claro, no es que importe lo que  los demás interpreten de ti, pero cuando se ha perdido un poco la brújula, no existe mejor orientación que el mirarse en el espejo de tus "amistades".

Lo sorprendente es que últimamente he convivido sólo con personas buenas, de quienes no he recibido más que el bien, lo mismo quien me estimula para activar mi razonamiento, que quien estimula mi sentir. Sin olvidar a la que estimula mi creatividad y me da luz para escribir y escribir, a veces en este blog y otras en mi cuaderno de notas.

En fin que estoy aprendiendo cotidianamente de mí mismo y de la vida. Y entre otras cosas me he dado cuenta que diciembre no es un mal mes como creía. Por lo menos me está mostrando puertas de las que no me había percatado que tengo las llaves. Abrirlas o cerrarlas sólo es cosa mía.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Un acto personalísimo

¿Tú entiendes por qué te escribo? Yo tampoco. Sólo sé que de vez en vez siento una multitud de ideas que deben salir de mi mente, de mi pensamiento, y creo que la única forma que conozco para drenar un poco el fluido mental es justamente escribir. Es un acto personalísimo e íntimo en que sale a relucir el estado anímico de uno, en que lo más complicado es evitar que se desborden los sentidos.

Lo que no podría explicar es por qué escribir para vos o de vos, y no de algo más o para alguien más. 

Existiendo miles de asuntos que se podrían abordar en un texto, por ejemplo la transformación de las células madre, o la explosión de estrellas lejanas, termino plasmando algo que debería decirte directamente y no esperar a que lo leas en un blog y que adivines que es para vos.

Tal vez la respuesta sea evidente y tú y yo la sepamos, tal vez más tú que yo, pues ambos estamos de acuerdo en que tu capacidad de deducción y de intuición es enormemente superior a la mía. Así que no creo necesario abundar al respecto.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Que las respuestas lleguen a ti

Hay preguntas que es mejor nunca hacerlas. Jamás se sabe si estaremos a gusto con el resultado. O es que esperamos recibir la respuesta que queremos escuchar y como eso no es siempre una opción factible, las frustraciones están a la orden del día.

A veces es preferible dejar que el tiempo y el espacio hagan posible que las respuestas lleguen a ti. Sin necesidad de buscarlas. Decía Paulo de Lanz que: "Un buscador sólo encuentra lo que busca, aunque un conocimiento mayor se muestre frente a él".

¿Volveremos a vernos? ¿Qué somos tú y yo? ¿Me extrañarás? ¿Estarás bien? ¿Qué piensas de mí?. Son preguntas que, por mi parte,  si me las hacen jamás les doy una respuesta, ¿Qué caso tiene?, nada cambiará el hecho de exteriorizar mi postura. Por tanto, no malgasto mi energía en expresar algo que, desmenuzarlo después, me llevará horas o días. Tal vez.

Asimismo te pido que si alguna vez te hago estas u otras preguntas similares, sólo ignórame. Deja que vuelva la cordura a mí y verás que no volverá el tema a relucir. Pues, por desgracia, no estoy excento a que en una de mis vueltas mi boca sea más rápida que mi cerebro y que me comporte visiblemente con estulticia. 

Creo que esos momentos tan oscuros no los podría describir mejor que Pink Floyd: "Day after day / love turns gray / Like the skin of a dying man / Night after night, we pretend its all right / But I have grown older and / You have grown colder and /Nothing is very much fun any more /And I can feel one of my turns coming on / I feel cold as razor blade / Tight as a tourniquet /Dry as a funeral drum / Run to the bedroom / In the suitcase on the left / You'll find my favorite axe / Don't look so frightened / This is just a passing phase / One of my bad days Would you like to watch T.V.? / Or get between the sheets? / Or contemplate the silent freeway? / Would you like something to eat? / Would you like to learn to fly? / Would you like to see me try?..."


jueves, 16 de diciembre de 2010

Navidades y años nuevos

¡Qué flojera las navidades y años nuevos!

Me fastidian los abrazos hipócritas y deseos sin fundamentos de la gente que ni siquiera se preocupa de fingir otro día del año que te aprecia. Repiten las mismas palabras en automático. Y a veces, por el alcohol o por el momento, hasta te brindan lo que puede llamarse una sonrisa. Por eso siempre he optado por desaparecer a la menor muestra de que iniciarán los desfiles para intercambio de parabienes en las comidas y reuniones oficiales.

Prefiero el anonimato de un salón de baile. Donde nadie te conoce y un día puedes ser doctor nefrólogo y al siguiente abogado. Y en donde un día conoces a una secretaria burócrata y al siguiente a la dueña de una fábrica de jabones. Donde los abrazos surgen de improviso y tal vez, si la suerte te sonríe, llegarán los besos, las caricias y más.

Al menos en tratándose de desconocidos, fingir no esta vetado. Sino que, por el contrario, resulta parte del acuerdo no verbal, creer la historia que el otro tenga a bien contar.

Por supuesto que a las personas que me importan y que amo las abrazo diariamente y también diariamente les doy pensamientos correctos, reconociéndolas como los seres buenos y perfectos que son. Sea navidad; año nuevo; reyes; viernes santo; sábado de gloria; pentecostés; o todos los santos.

Por eso, lo dije y lo repito.  ¡Qué flojera las navidades y años nuevos!

domingo, 12 de diciembre de 2010

Mi vecino

Ese día se levantó decidido a hacer dos compras muy importantes. Debía comprar el regalo para el intercambio del día siguiente que organizó con su señora, además de las pastillas azules que ocuparía después del intercambio. Casi era navidad.

Mi vecino era un tipo muy correcto, de unos sesenta y tres años, era tan correcto que nunca lo escuché decir groserías. Salía muy temprano a correr y al regresar barría su banqueta y parte de la calle. Trabajaba en las noches y llegaba muy tarde a su casa, como yo era un poco vago y estaba siempre en la calle, él me saludaba cuando pasaba.

Jamás se supo por qué motivo su esposa de buenas a primeras empacó sus cosas, las subió en una camioneta y se fue, dicen que a vivir en Chalco, o Ixtapaluca. Así que él quedó solo y empezó a cambiar su vida. Ya no lo veía salir a correr al deportivo, donde generalmente lo encontraba. En su casa ya no había plantas y las cortinas nunca se recorrían. Su banqueta lucía llena de tierra.

Un día me contó que estaba tan deprimido que los domingos que no trabajaba se iba a México, que era como llamaba al centro histórico de la ciudad, para estar rodeado de gente, me dijo que a veces platicaba con los danzantes, o con los vendedores ambulantes. Pasaba ahí toda la tarde y parte de la noche. Le sugerí se uniera a los optimistas, sí, al grupo que anuncian en el radio con una tonadita pegajosa. Aunque yo no conocía a nadie que estuviera en ese tipo de grupos, fue lo único que se me ocurrió. Y lo chistoso del asunto es que lo hizo. 

Me platicó que le gustó que todos lo recibieron con una canción y un abrazo, que se sintió muy bien. A partir de eso mejoró su depresión. Entonces se inscribió también a una clase de baile de salón, alguna vez me enseñó su cuaderno donde tenía anotado los pasos para bailar el Nereidas. 

En uno de esos bailes conoció a una señora a la que después de pocas salidas convenció de que viviera con él. Me sorprendió cuando la vi. Era idéntica a su esposa, de hecho pensé que había vuelto con ella. Pero no, simplemente encontró una igualita. 

Con la llegada de la señora su casa volvió a ver la luz, había rosas en su patio y se escuchaba música, a veces el olor de comida salía por las ventanas.

Fue ella la que llorando me pidió ayuda porque se puso grave mi vecino. Me bajaba de mi auto para abrir mi cochera. Salió de su casa, me llamó: "ayúdeme por favor". Entré a su casa, subí corriendo a su recamara y lo vi grave, traté de reanimarlo, llamé a emergencias y una señorita muy amable me daba instrucciones para tratar de mantenerlo en la vida, en tanto llegaba una ambulancia. Fue inútil. El paramédico que lo auscultó definió la hora en que transitó a otro estado de conciencia.

La señora me abrazó, lloraba en silencio y me contó que él había llegado del centro muy feliz, cenaron, le dijo que quería adelantar el intercambio de regalos, que no quería esperar al otro día para darle lo que le compró: Unos aretes con gargantilla de chapa de oro. La abrazó, le dio un beso y las gracias por estar con él. Se sentó en su cama y vino el infarto, el médico legista afirmó que el viagra pudo ser el causante. Era 23 de diciembre.

A veces en estas fechas llevo rosas rojas al lugar donde reposa su sombra, siempre encuentro ahí a la señora.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Huyendo de prisiones

Ayer creí haber visto esa luz en tus ojos. La misma que he estado esperando ver desde hace mucho tiempo. La que en ocasiones taché de causa perdida, pero causa al fin y al cabo. 

Y de repente estaba ahí.  O quise creer que estaba ahí. Debería haber estado ahí. Era un buen momento para que estuviera ahí. Sin duda.

Si tan sólo hubiera confirmado su presencia. Habría descargado el alma de lo que he guardado para cuando llegue ese día que, confío en que tarde o temprano, ha de llegar. Y habría enfriado esta fragua al rojo vivo, carbón atizado. Forjar el acero es más fácil que forjar el alma.

¿Sabes lo irritante que fue haber creído?. O tal vez lo irritante fue descubrir el infundio, la farsa. Jamás hubo tal luz. Imagen errante emanada de mi deseo más que del tuyo.

Mejor sonrío y salgo; y huyo. Camino pensando en lo que decía el poeta Miguel Hernández: "¿Qué hice para que pusieran a mi vida tanta cárcel?". 

Y yo que me mantengo huyendo de prisiones, aunque  tambien confieso que: amo tu amigable indiferencia.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Extraño

Sé que te gustaría que fuera un tipo más común. De los que gustan estar en casa, arreglar y lavar su auto. Ver el fútbol y comprar el mandado para la semana.

Sé que odias mis horas de lectura y, si acaso es posible, más odias las horas que invierto en escribir. O cómo interpretar lo que has dicho miles de veces: "Quién chingados va a leer tanta pendejada". 

No puedes soportar verme ensimismándome. Ingresar al mundo interno en el que no puedes acceder ni aunque tengas tu tarjeta de crédito platino, orgullo de tu vanidad. Con todo y tu exitoso desenvolvimiento en la sociedad, te encuentras con una invisible capa que protege mi individualidad. Te fastidia. Lo sé. Cuánto darías por tener entrada al monasterio privado en que me establezco cuando quiero mantenerme sagrado. Ahí no funciona tu truco de remarcar el escote cuando se dificulta ingresar al antro.

Aun cuando me divierte tu desvarío, no me alegro por ello. Sin embargo, yo no te induje a pensar que fuera de otra forma. Me conociste así. "Extraño", como solías decir al referirte a mí. Así me he mantenido. Lo siento de verdad si no estoy a la altura de tus expectativas. 

Ahora mismo camino y entre canto la única parte que recuerdo de una canción de Patxi Andion: "...por esto, sólo por esto / vuelvo la espalda y dejo esta casa / porque no soy de esta acera / soy casi todo / soy de la gleba...".