jueves, 29 de septiembre de 2011

Lado izquierdo

Hoy debo tener cuidado al escribir. De hecho, hoy no debería escribir. Es peligroso plasmar, con esta serie de símbolos, las verdades que quedan escondidas tras una palabra, tras una mirada.

La verdad aparece de repente. Sin esperarla, habita agazapada en lugares increíbles, incluso, mora en nosotros mismos. Somos seres habitados por verdades atrapadas, verdades que luchan por liberarse mientras un cuerpo subyacente ignora sus manifestaciones, sólo para asombrarse cuando, burlando todas las trampas autoimpuestas, brinca desde lo profundo y se presenta, gloriosa, triunfante y sabedora de que su aparición no podrá ser inadvertida. 

Verdad impulsiva y magnánime. Verdad aberrante. Avasallante. Anda, vete lejos. No requiero una verdad que conozco y que sé. No quiero saberlo, no quiero. Tal vez lo mejor sea bajarse de este piso para ver pasar la vida, ahora del lado izquierdo.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Intransigente

No sé extrañar, y sin embargo he extrañado. Tal vez no en la forma en que el grueso de las personas lo hacen, sino en la forma en que creo hacerlo yo. 

Extraño, por ejemplo, cuando leo el periódico. Cuando las teclas de mi vieja lap se escuchan incansables, poderosas, guerreras. Cuando escribo un mensaje de texto que sé que he de borrar. Cuando la noche se hace vieja y se cansa de esperarme. Cuando la madrugada me sorprende intentando recostarme para cerrar los ojos. Cuando manejo mi camioneta a altas velocidades. Cuando prendo el radio para escuchar voces diferentes a las mías, a las voces que me hablan sin parar, que me susurran al oído un nombre. Cuando miro de reojo el celular para confirmar que no hay ningún mensaje. Cuando busco a mi aliado a través de un cigarro, hierba sagrada, manto mágico y misterioso. Cuando le exijo a mi Ipod que repita la misma canción. Cuando sorprendo a los segundos marchando uno tras otro.

Y ya ves, mi forma de extrañar no es la gran cosa, es exigua. Carente de todo sentido, y aún así, es mi estilo: extrañar de un modo extraño, incomprensible. Estúpidamente intransigente. 

Y sobre todo, te extraño cuando recuerdo a Borges:

Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Vuelvo a ver una mano

 Ya sé que la soledad se refleja en la misma intensidad con que buscas compañía. Quieres estar en medio de multitudes que se mueven y bailan al ritmo de una música, gente que seguro está igual o más sola que tú. No trato de fingir. Sé mis circunstancias y las acepto. Tampoco pretendo ser el mártir. He marcado la pauta de una vida, de una forma de ser.

Para qué perder el tiempo en pensar que esta historia deba tener un final diferente. Como si cada vez que leyera Primavera con una esquina rota encontrara una conclusión distinta. No ocurrirá.

Vuelvo a ser la causa, como siempre. El tipo raro, el que puede saberlo todo y no saber nada. El que pasa de la euforia a una apatía extraordinaria. Al que nada le importa. Al que sus ideas le llevan el resto del día ponerlas en orden. Un extraño en su propia casa. El que se sabe lejos. El que busca siempre lo imposible. El de las profecias.El que es, en principio, un enigma por resolver, y posteriormente un inaguantable.

No sé hablar de mis propias emociones. Tengo bloqueado el ayer. Y mis mensajes parecen comprados. No trato de justificar nada. Mis puertas se abren y se cierran, sin llaves. Sin chapa, sin candado. Soy volátil y cambio de parecer según cambien las horas del día.

Y cuando a lo lejos vuelvo a ver una mano que se estira, que quiere asirse, que quiere tomarme, como soy sabedor de mis finales idénticos, predecibles, circulares, prefiero dar la vuelta y dejar que esa mano encuentre otra, diferente a la mía. Una mano que no le suelte. Que sepa tener mejores finales que los míos. Tal vez el patético vivieron felices por siempre.

martes, 13 de septiembre de 2011

Éste que ves

No tengo biografía, soy éste que ves. Mi historia la borré desde el último capitulo. Debí nacer, no tengo duda, no sé dónde ni cuándo. Pero, ¿acaso le preguntas al río cuándo nació el agua que te baña? ¿investigas cada noche la edad de las estrellas?.

Digo que no hay futuro ni pasado. Digo que el presente está aquí y ahora, éste que ves. Estoy, y eso es lo que sé. Puedes verme. Puedes sentirme. ¿Importa lo que fui?.

Dale cuerda a tu reloj si quieres, tal vez si giras unas dos mil quinientas vueltas las manecillas puedas ver por un instante al que seré en 6 o casi siete años.


domingo, 11 de septiembre de 2011

Alteraciones universales

Si algún profeta me hubiera dicho que me encontraría en esta disyuntiva, me hubiera burlado de él. Claro, eso no sería nada raro, porque, en general, me he burlado de cualquiera que haga comentarios sobre mí. El sarcasmo se me introdujo como parte de mi código de programación desde mi creación. 

Pero de lo que hablaba es de la pérdida de indiferencia. De pasar de la inmaculada adoración de mí mismo, al interés en alguien más. Bueno, ya: al interés en ti.

Misteriosas manifestaciones de las alteraciones universales. Uno jamás se termina de conocer. Ahora mismo veo al otro que fui, al que pude haber sido y no empiezo a conocer al que ya soy. Al  Yo, al Yo de mí.

Y lo que temo es que mi tendencia sea a fingir que soy otro, quizá para agradarte, quizá porque realmente sea otro. O es que mis anteriores expresiones eran irreales, expresiones de una apariencia, de una sombra que se refleja en un mundo sin luces, en el mundo en el que he creído que vivía. Sombra viva, sombra inerte y testaruda.

No me queda sino esperar pacientemente para saber en qué termina esto y recordar a Borges que siempre tiene algo qué decir: 

"La luna ignora que es tranquila y clara
y ni siquiera sabe que es la luna;
la arena, que es la arena. No habrá una
cosa que sepa que su forma es rara..."


viernes, 9 de septiembre de 2011

Pecaminoso

Qué cagado es eso de identificar el momento en que el demonio se mete en uno. Pero, ¡qué útil!.

Hoy, justo hoy me sentí influenciado por un pensamiento pecaminoso que me traía mareado. Con unas ganas terribles de salir a la calle y enredarme con la primera. Con la que fuera. Necesitaba arrancarme un recuerdo: tu recuerdo, el que se me pegó como calcomanía. Y sé bien que en días como éste las cosas se acomodan para que todo suceda.

Por eso huí a casa, apagué las luces y me encerré en este estudio que sólo tiene una pequeña ventana por la que no se ve nada sino la noche. Por eso me quedé aquí. Porque mis espacios vacíos siguen reservados. Tal vez para ti, para ti que existes sólo en mi imaginario. En mis indecidibles afirmaciones.

Y hoy no hay una canción, no hay un poema que me acompañe. Hoy me quedo solo, asustando mis demonios.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Jason

Jason era uno de los cinco hermanos que vivían a lado de mi casa. Su madre tenía cierta ascendencia japonesa por lo que ellos eran conocidos como los nipones. Él se dedicaba a la compra venta de carros, compraba autos en regulares condiciones, los reparaba, les ponía los mejores rines, asientos, estéreos y listo: quedaban como nuevos, aptos para el más exigente comprador. 

Cierta ocasión, compró dos camionetas ichivan en las que invirtió todo su dinero, se esmeró en dejarlas impecables y lo logró. Eran dos unidades que podían pasar como del año. En cuanto las vendiera duplicaría su inversión, era un gran negocio. Su hermano se llevó una a vender en un tianguis de carros que se localiza cerca del Estadio Azteca, antes de llegar, un auto le cerró el paso y se la robaron con todo y documentos. Mientras tanto, Jason invitó a varios amigos al billar, se fueron en la otra camioneta que dejaron estacionada justo a la puerta del bicho. Jugaron una larga partida de carambolas, tomaron cerveza y cuando salieron la camioneta había desaparecido. 

Ese día perdió todo su capital de trabajo, no tenía dinero ni para comprar los pañales de su hijo que nació apenas un par de meses antes.

Todo eso me lo contó cuando me fue a buscar a casa para pedir un préstamo. Le presté dos mil pesos. Y fue la útlima vez que lo vi. Uno de sus hermanos me contó que vendió todos sus bienes y se había ido a los Estados Unidos.

Unos siete años después, desperté un domingo con la noticia de que mis finanzas eran las peores de la historia. No tenía ni un peso, el refrigerador era un pueblo fantasma. Y mi novia, que había tenido la genial idea de irse a vivir conmigo, tenía una espantosa fiebre. Temblaba de frío y sus ojos estaban hundidos, amarillos. Yo le controlaba la temperatura con compresas de agua fría en la frente y estómago, pero sabía que era urgente que la viera un médico. Yo había tenido temporadas así, de vacas flacas y sabía que de repente las cosas cambiarían, siempre pasaba. Pero ahora no estaba sólo, así que me decidí a salir a conseguir dinero a como diera lugar. 

Llegué a la esquina de la calle y un auto negro con vidrios polarizados se detuvo. La ventanilla del conductor descendió un poco. Se abrió la puerta. Bajó un tipo, era Jason. Me abrazó y me dijo que me venía a buscar, que estaba muy bien en el gabacho y que quería pagarme lo que le había prestado. Me dio cinco mil pesos porque había sido el único que le había apoyado cuando más lo necesitaba. Me contó que su esposa y su hijo ya vivían en los Estados Unidos. En fin, que era muy feliz. Se subió a su auto y partió. Yo volví a casa para llevar a Sandra al médico.

Semanas después encontré al  hermano menor de los nipones, le conté que había visto a Jason. Él me veía raro, entre enojado y sorprendido. Le platiqué como bajó de su coche, que se veía muy feliz. Me dejó terminar la narración y me dijo: —No mames, Jason murió al año de que cruzó la frontera. Su esposa lo enterró en Los Ángeles.

Se dio la vuelta y se fue.