Navegar nocturnamente en las calles de esta ciudad, frío, tequila y mujeres el premio. Mientras, trato de borrar el rastro que me sigue indefectiblemente, rastro violento que hace las noches insoportables, eternas. Mi mano esconde las marcas que la vida me ha regalado.
No me avergüenzo de mi historia, al contrario, la cuento y la gozo, porque creo firmemente que no pudo ser de otra forma, porque entonces el yo que soy, seguramente, tendría otra concepción, otro alcance, otra actividad. Tal vez.
Tercer cantina, tequila doble. Mesas vacías, salgo, camino. Discurro entre calles oscuras, qué más da. Me oculto cuando no quiero ser percibido. Bajar el nivel de energía, nadie me lo enseñó, pero ha sido un recurso que me funciona perfectamente. Lo mismo con moros que con cristianos.
Sigo buscando el fin de la noche, para regresar a mi departamento, tomar mi vieja lap y escribir incesantemente sobre mis pugnas internas. Hasta que encuentre el adecuado aliciente que me ayude a lograr el equilibrio. Las voces que escucho me dicen que eres tú.