domingo, 30 de enero de 2011

Beso y adiós

Qué molesto es terminar un momento glorioso de sexo: gritos, besos, caricias, orgasmos. Y de repente que te suelten algo como "¿Esto es por amor o por sexo?". Por lo que tu quieras, respondí. Mientras en silencio reflexionaba: ¿amor?.

A esa chica la conocí en alguna oficina de gobierno, donde tuve que hacer un burocrático trámite. Me hice el simpático para agilizar las cosas, pero creo que se me pasó la mano. Total que entre trabajo y bromas me dijo que salía a las 4 de la tarde. Regresé por ella, le invité un trago en mi cantina preferida y terminamos esa noche de jueves en céntrico hotel. 

Insistió en preguntar, "¿Qué te hizo fijarte en mí?" -Tu escote, le dije. Y me levanté para tomar una ducha. "Es que nunca había hecho esto en la primer cita con alguien", -es que no me habías conocido. "Pero, ¿qué va a pasar ahora? ¿seguiremos saliendo?. No entiendo qué hago aquí". -Me sorprendería que supieras que haces aquí. No aquí en este lugar, sino aquí en esta vida. Piensas demasiado las cosas, lo cual no es malo, lo equivocado es pensar las cosas después de actuar. Así que mi sugerencia es que sólo vivas el momento y lo que haya de pasar que pase. Que si hemos de salir otro día, pues saldremos y ya. Que si no nos volvemos a ver, estupendo. Lo único cierto es que nos vimos hoy y fue fabuloso. Lo demás no lo sabemos y no me interesa especular al respecto. "Eres muy raro, mejor nos vamos".

Salimos del hotel,. En mi auto la llevé a coyoacán, vivía cerca del exconvento de churubusco. Le di una tarjeta de presentación. -cuando quieras márcame o escríbeme. Beso y adiós.

Subí el volumen del reproductor y canté junto a Sabina:

"...Por decir lo que pienso, sin pensar lo que digo,
más de un beso me dieron y más de un bofetón.
Lo que sé del olvido lo aprendí de la luna.
Lo que sé del pecado lo tuve que buscar
como un ladrón debajo de las faldas de algunas
de cuyo nombre ahora no me quiero acordar...".

lunes, 24 de enero de 2011

En esta esquina

¿Esperar?, ¿Esperar qué? Como si de un día a otro algo cambiara, como si los sentidos se movieran con hilos invisibles, como una marioneta.  Como un títere sin vida. No lo creo. Y en todo caso: ¿quién mató al titiritero?

Mejor darte por perdida. Prueba no superada. Reto inconcluso. Retirada. Fuga. Salir en desbandada. 
 
Sobra decir que la espera es infame, pútrida, perversa. Que no basta la ilusa promesa de futuro. Que el mañana no existe. Que estamos justo aquí y ahora. 

¿Recuerdas cuando te leí a Díaz Mirón?: "¡No intentes convencerme de torpeza / con los delirios de tu mente loca! / ¡Mi razón es al par luz y firmeza, / firmeza y luz como el cristal de roca!..."  y continúa diciendo el vate: "...¡Confórmate, mujer! ¡Hemos venido / a este valle de lágrimas que abate, / tú como la paloma para el nido, / y yo como el león, para el combate!" 

Ahora toma tus mejores artes, afina tu puntería. Y camina sin tregua hasta el final de los tiempos, que yo, me quedo en esta esquina.

viernes, 21 de enero de 2011

Estética canina

La blusa empapada lo mismo que el resto de su ropa. Toma una cubeta con jabón, hace espuma removiendo el agua con su mano. Con un recipiente, de crema alpura, enjabona al perro que dócilmente se deja bañar: refrescante momento en este día de calor. 

Martha se esfuerza en hacer bien ese trabajo. Estética canina fue lo único que se le ocurrió que podía realizar en su casa cuando Roberto la abandonó con sus dos niñas. Aquel cabrón se clavó con una chava de unos veintidós años que entró a realizar su servicio social en la clínica dental donde él, dentista especializado en no sé qué madres, hacía de jefe. Por eso la promovió para que se quedara a trabajar con él. No tardó en llevarla al hotel y de vez en cuando tenían sexo en la clínica, antes de salir. 

Martha dejó la Facultad de veterinaria cuando se embarazó. Decidió que era mejor que Roberto terminara la carrera, estaba a punto de graduarse; y ella, cuando las cosas mejoraran, podría concluir sus estudios. Nunca sucedió.

Aunque económicamente no padecían, su relación se fue deteriorando. Roberto siempre nos decía que se casó por pendejo. Y nosotros, en las borracheras, le decíamos que debería considerar a su mujer. Es cierto que después del embarazo perdió su espléndida figura y quedó poco menos que obesa. Pero era buena persona. Cuando nos invitaba a su casa nos preparaba algo para cenar y nunca escuchamos queja alguna por nuestra presencia. Amén de que cuidaba a las niñas con esmero.

Al día siguiente de festejar el cumpleaños de su hija mayor, Roberto se despidió. Cargó sus cosas a su x trail  y partió. 

El perro se sacude nuevamente, el agua entra en los ojos de la mujer, que valientemente, continúa enjuagando al animal. Respira. Se limpia el rostro y voltea a la puerta de la casa, donde una pequeña de cuatro años le grita: "Mamá, ya está hirviendo la sopa". Y Joaquín Sabina canta en una pequeña grabadora: "Trepo por tu recuerdo como una enredadera / que no encuentra ventanas donde agarrarse / soy esa absurda epidemia que sufren las aceras / si quieres encontrarme, ya sabes donde estoy. / Vivo en el número siete, calle melancolía. / Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría. / Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía / y en la escalera me siento a silbar mi melodía".

jueves, 20 de enero de 2011

Visión monocromática

Por fin puedo ver a todo color. Cuando cerraba los ojos y viajaba a algún lugar, tiempo y espacio, o evocaba a alguna persona, constantemente veía con claridad el destino elegido: París; Ámsterdam; Chiapas; por supuesto Chichen Itza; o el rostro de la persona: el tuyo por ejemplo. Sin embargo, todo me aparecía en blanco y negro. Y requería de un ejercicio de concentración terrible para gozar apenas unos segundos de una "visión" en technicolor.

Durante mucho tiempo pensé que era normal tener esa visión monocromática. Que todo el mundo pasaba por lo mismo. Un día empecé a preguntar y algunas personas me decían que veían a colores. Fui bastante escéptico, no podía creer que otros pudieran hacer algo que yo no dominaba -pecado de soberbia, lo sé- hasta que pregunté a alguien realmente de confianza. Era cierto.

Debo decir que ha tomado algo de tiempo, ejercicios matutinos, obstinación y mucho café.


Ahora puedo verte en un instante. Apreciar el color de tu ropa, la calidez de tus ojos, el brillo de tus labios, la blancura de tus manos. Y eso es algo que no cambiaría ni por un mini cooper blanco, con el toldo negro y quemacocos panorámico. 

miércoles, 19 de enero de 2011

Reconstrucción

Se disponía a partir. Cuando se echó su mochila a la espalda, en un gran acto de poder, no imaginó que regresará a esa casa al año siguiente. Cuando después de los festejos de año nuevo sea llevado de urgencia a un hospital privado para ser intervenido. Al salir del quirófano, ella estará ahí, preocupada, y le invitará a quedarse en su casa donde le procurará los cuidados necesarios para su pronta recuperación. Él aceptará y continuará con ella por largo tiempo.
 
Salía de ahí sin sentimientos rencorosos o alguna mala intención respecto de quien fuera su compañera por diez años. Por el contrario, estaba enormemente agradecido con ella. Responsable en parte de que hubiera dado un gran giro a su vida. Ella le dio a conocer que existía otra forma de sobrevivir en la gran ciudad. Sin violencia, sin armas, sin drogas. Y lo más importante, quien le apoyó y convenció de regresar a las aulas, terminar la prepa y cursar la universidad. 

Su salida había sido consensuada. En los últimos días apenas se dirigían la palabra, un beso en la mejilla por saludo, como si fueran compañeros de trabajo. Con horarios incompatibles era más fácil sobrellevar el rudo silencio que se imponía como una barrera entre ambos.

En la intimidad de su nuevo departamento pudo observar su cuerpo maltrecho: gordo. Se consoló al observar que aún conservaba rastros de fuerza: sus pectorales que tanto orgullo le dieron en su momento; sus brazos que siempre le proveyeron de conquistas. Recordó como abandonó su rutina de ejercicio para evitar conflictos con ella. Se encelaba de que luciera siempre joven, fuerte, atractivo. Tal cual lo conoció. Y él, por llevar la fiesta en paz, poco a poco dejó que la grasa sustituyera a los músculos y ahora veía las consecuencias.

Afortunadamente para su causa en la esquina más próxima había un lago artificial, creado por algún gobernante de izquierda, y alrededor de éste, una pista para correr, con aparatos para ejercitarse, junto a enormes árboles: eucaliptos y jacarandas. Empezó su reconstrucción.

Se dijo que jamás volvería a ceder por nadie. Que retomaría su amor propio. Y así lo hizo.

Hasta que llegó el año nuevo.

martes, 18 de enero de 2011

Pensándolo bien


Pensándolo bien uno es su destino, su barco y su tripulación. 

Uno es su destino desde el momento en que se ha dotado de libre albedrío, de la facultad de elegir el camino, marcar el curso, ya sea teniendo, o no, una brújula correcta. Funcional. Confiable. Al fin y al cabo la brújula sólo es un instrumento, pero el destino estará previamente elegido, por cada quien. De lo contrario sería navegar en círculos, con resultados obvios.

Uno es su barco y decide qué tipo de embarcación será: ya sea un gran trasatlántico o un pequeño bote que a veces hace agua por la proa.  Cada uno de ellos se desliza en aguas acorde a su tamaño, un trasatlántico enorme no podría navegar en un pequeño lago, sino en un océano, agua por doquier, por eso sus travesías son largas: grandes desafíos. O el caso contrario en extremo: una trajinera, para trasladarse en acaso un canal. No llegará muy lejos.

Uno es su tripulación. Lo más importante de cualquier nave, quien realizará las maniobras para que no se hunda, para que se logre llegar a buen puerto.

Y entonces, ¿cómo culpar a los otros de nuestras derrotas, de nuestros encallamientos, o peor: de nuestros naufragios?

jueves, 13 de enero de 2011

Esperando buenas noticias

Abrir el periódico, últimamente, se ha convertido en un motor de alteración. ¡Vamos!, que ya ni los moneros se quedaron atrás en el arte de exhibir la violencia que se ha vuelto parte de la vida diaria, de los que le han abierto las puertas. Ni hablar de la televisión y de la radio: pareja disfuncional que ha entrado en patética competencia de ver quién lleva mejor la cuenta de los muertos y decapitados por cada estado. ¡Bendito sea el youtube!: ahora el espectador puede elegir lo que ha de llenar su pantalla. 

Cuando tengo el periódico en mis manos no puedo dejar de recordar a Don Rú. El elegido por mí como padre. Todas las mañanas compraba su diario, leía desde la primera plana hasta la contraportada. Como esperando buenas noticias. En ese momento de lectura, le daba a firmar mis exámenes de la secundaria. Los firmaba en automático, apenas y veía, de reojo, el lugar donde debía plasmar su autógrafo. Pero sus discusiones con las páginas de papel eran una maravilla. No sé si esperaba que algún reportero o columnista respondiera a sus opiniones obreras. Críticas. Punzantes. 

Nunca supe si la noticia que esperaba llegó.

Por mi parte, estoy convencido de que las buenas noticias no vendrán en un diario. Esas se escuchan de boca en boca, o llegan en un mensaje de texto. En el messenger, tal vez. O cuando aparece alguien de repente, alguien a quien  habías estado pensando y de alguna forma invocaste. 

Y aunque peque de candidez, postulo la hipótesis de que la forma de erradicar la tan pregonada violencia en este país, es leyendo poesía. O, quién no encuentra su lado opuesto al leer, por ejemplo, de Alfonso Reyes: "Vives en mí, pero te soy ajeno, / recóndito ladrón que nunca sacio, / a quien suelo ceder, aunque reacio, / cuanto suele pedir tu desenfreno. / Me quise sobrio, me fingí sereno, / me dictaba sus máximas Horacio, / dormí velando, festiné despacio, / ni muy celeste fui, ni muy terreno. / Poco me aprovechó vivir alerta, / si del engreimiento vanidoso / hallaste tú la cicatriz abierta. / Hoy quiero rechazarte, y nunca oso. / ¡Válgame la que a todos nos liberta, / y al orden me devuelve y al reposo!".

lunes, 10 de enero de 2011

Regresa la calma

De nuevo en el silencio, tres días sin apenas pronunciar un sí, un no, o un "mjam". Había olvidado el por qué de aquella decisión de alquilar el departamento de Centauro.

Ver tras la ventana el bullicio de la colonia. Una señora lava su patio. El señor del microbús arregla, o al menos eso intenta, algo de su motor. Y en la esquina de la calle, un perro marca su territorio.

Tras las fiestas de fin de año regresa la calma. En casa, esperando el momento para entrar en acción, entrenando mentalmente operaciones matemáticas, encontrar el algoritmo para resolver multiplicaciones hasta el infinito. Fortaleciendo internamente a mi genio de la lámpara. Haciendo lo posible para evitar escribir de cosas que raspan. Identificando prioridades. Encontrarme con el mismo que he sido, si no es que ahora sea diferente, quizá más tolerante, más seguro, más prudente. Creo que ha tenido mejores resultados este encuentro que algunos anteriores. 

Si bien es cierto que de repente se extraña a ciertas compañías que por azares del destino compartieron horas con uno, el reinventarse es asunto de todos los días. Así se evita que la mente divague y que sea más duro el silencio.

En las mañanas mientras realizo mi hora de ejercicio -sí, por fin he regresado, cinco am puntual- me ha dado por recordar aquello de Horacio Guarany: "Ahora viene el silencio / ahora duermen los hombres / y quietas están sus manos / ahora desde el lejano cañadón de los misterios / viene el duende lento y serio del sueño y las esperanzas / ahora todo se alcanza / ahora el pueblo dormido / va subiendo al prometido atalaya del descanso / y ahora que el gesto es manso / y está el cuerpo relajado / del hombre que ha trabajado /guitarra súbeme...". Y yo, aprieto el paso. Al fin que la pista ya no se ve tan grande como hace una semana; que mis piernas ya no flaquean; que mis pulmones pueden oxigenar hasta mi cerebro de una inhalación; que logré dar las cuatro vueltas a paso firme, casi veloz. Como si al final de esta pista, de parque público, estuviera alguien, esperándome.

miércoles, 5 de enero de 2011

Soñar contigo

Anoche quise soñar contigo. Seguí todas las instrucciones que he encontrado a lo largo del tiempo, en diversos libros  y revistas, para misiones así: la respiración, el pensamiento, la postura en forma fetal; y sí resultó. Traté de no verte más de dos segundos para que no desaparecieras, así que pasaba mi vista de tu cara a mis manos.

Empezó como un viaje. Estábamos en la parte posterior de una camioneta con rumbo desconocido, aunque creo haber visto los volcanes: El Popo y El Iztla. Hablábamos de cosas divertidas, reíamos sin parar, hasta me dolía el estómago de tanto reir. Nunca vi quién manejaba. 

Después cambió el escenario. Estábamos en una especie de escuela, tú buscabas tu salón y yo te acompañaba. Creo que también estudiaba ahí porque traía cuadernos en la mano. Y como siempre estaba tratando de volarme alguna clase y de convencerte de que lo hicieras también. No lo logré. Encontramos tu salón en el primer piso y entraste. ¡Qué raro!, tus compañeros de clase era gente que aunque los dos conocemos, difícilmente serían de tu generación, vaya ni siquiera de la mía. Entonces me senté frente a  la puerta de tu salón, tal vez pensaba esperar a que terminara tu clase y salieras. Mis pies quedaron colgando pues me encontraba en una especie de techo. Abajo en el patio, una chica cuyo rostro me es muy conocido me tomaba fotografías. Yo me sentía muy halagado y posaba para la foto. Hasta que me di cuenta de que toda la costura de mi pantalón estaba rota y por la forma en que estaba sentado, ella me miraba hasta el acta de nacimiento. Tenía todo de fuera. Reparé en su risa burlona, estaba tomando fotos de lo más íntimo y gritaba que las publicaría en facebook.

Me levanté rapidísimo y bajé las escaleras para encontrarla y borrarle las fotos, pero el patio se convirtió en un mercado. Había más gente que en las tiendas de juguetes en día de reyes. Jamás la ubiqué, mas al revisar tras una puerta, encontré una cabeza humana. Era un hombre, ya no sangraba y parecía haber sido cortada con demasiado cuidado. Me miraba fijamente. Se veía muy fresca.

Preferí despertar, ya no tenía control del sueño, sabía que no volverías a estar en él.

Bajé de inmediato por mi lap y revisé el facebook, nada fuera de lo común. Me acosté en mi sillón y me dispuse a dormir, bloqueando cualquier indicio de ensueños.

domingo, 2 de enero de 2011

El dilema

¡Diablos!, anoche tenía una gran historia que contar. Pero ahora sólo me salen palabras huecas que no causan mayor efecto cuando las leo. He preferido borrar y borrar cada renglón sin sentido.

Acaso quería escribir de la complejidad de las relaciones de dos mentalidades que se adhieren, que se usufructúan: ¿Qué opinión guardo de ti? ¿Qué opinión guardo de mí? o más difícil: ¿Qué opinión guardo de mí, respecto de ti? Sin embargo, estoy empezando a contar la historia de un Dios que quiso sentirse humano:

Amaba tanto a los humanos que vivió con ellos, a su estilo y dejó su vida de Dios. Conoció del odio; del rencor; de la envidia; de los celos; de la traición; de la pobreza; de la desesperanza; de la mentira; de la sospecha; de la enfermedad; en fin, que estuvo a punto de conocer la muerte. Los Dioses saben que la muerte sólo existe para los humanos, que la vida es eterna. Y ese fue el golpe que lo sacudió, el extremo que necesitó para recordar que él era Dios, causa única para sí. Y recordó que podía tenerlo todo, que podía cumplir todos sus buenos deseos. 

Entonces se despidió de los humanos, no dejaba de amarlos, pero ahora se amaba más a sí mismo.Y recuperó su esencia. Y dejó de luchar contra su propia naturaleza. Y recibió lo que por derecho le corresponde. Y se decía a cada hora que si una sola de las personas que tanto amaba había aprendido un poco del mensaje que él transmitía, el paso por tremendo infierno habría valido la pena.

Ahora, después de haber confesado que originalmente quería escribir de algo tan distinto, me pregunto: esto lo debo ¿publicar o no publicar? eh ahí el dilema.