lunes, 26 de diciembre de 2011

Sacar la cuenta

Mi casa parecía una sucursal de las farmacias del ahorro. Cajas y cajas de medicinas por todos lados. Ranitidina para la gastritis. Cafiaspirinas para los dolores de cabeza. Algunas cremas y ungüentos para las infecciones. Toda una colección de pastillas, cápsulas, jarabes, grageas y tabletas, la mayoría sin abrir, es lo que fui encontrando mientras recorría todas las gavetas de la cocina, sobre el refri, tras el espejo del baño, en los cajones de la mesita de noche, y en el clóset del vestidor.

No sé durante cuántos años se acumuló tanta basura química, lo cierto es que hasta ahora que he vuelto a vivir solo y que tuve tiempo de escombrar la casa es que me encontré con esta farmacia. Sólo por ociosidad me puse a sacar la cuenta de lo gastado en esos medicamentos y casi me voy de espaldas, con ese dinero bien pude comprar una pantalla más grande para el cuarto de tv. 

Y es que ella tenía la manía de consultar a infinidad de médicos para diferentes síntomas, solía comprar medicinas, tomarlas un día y después guardarlas en algún cajón. Era un estilo de vida. De una vida que busca en el exterior cómo arreglar sus conflictos internos.