viernes, 25 de junio de 2010

El cuerpo es mi prisión

Por qué una mujer casada, con un tipo muy guapo, -según ella- habría de correr a refugiarse a mis brazos cada vez que la tarde le sorprende renegando de la imagen que el espejo le regresa. Por qué, entonces, habría de insistir en pasar tiempo conmigo, si como dice, soy un idiota, insensible, vanidoso, soberbio, sarcástico a más no poder,  que sólo pienso en mí, cuya única virtud es tener magia en las manos y en la boca.

A ella no le importa contradecir el sexto y noveno mandamiento de su catecismo que hasta antes de conocerme le guiaba por la vida. No le importa que por muchos años sólo unas manos habían tocado su cuerpo. "Pero las tuyas son diferentes" dice, cuando compara la intimidad de su matrimonio. "Las tuyas me cimbran desde el fondo de mi ser" -No exageres- le digo, -yo creo que es sólo que te has condicionado-. Se enoja, y con coraje apaga mi ipod. "Que pinche música tan lúgubre" dice, justo cuando Metallica explota el solo de One. Pobre, pienso, de plano no sabe nada de rock.

Me chocan las mujeres casadas, siempre haciendo comparaciones. Siempre queriendo encontrar lo que no le piden al esposo. Y siempre encontrando a la persona equivocada. Sin decir nada enciendo el ipod y, en voz alta, canto junto a James Hetfield:  "IMPRISONING ME / ALL THAT I SEE / ABSOLUTE HORROR /  I CANNOT LIVE / I CANNOT DIE /  TRAPPED IN MYSELF /  BODY MY HOLDING CELL..."