De mis recuerdos favoritos son los viajes que hacíamos en familia, bueno, mi madre, un par de hermanas, y yo, en ferrocarril.
Ella solía llevarnos cada año a visitar a sus parientes que viven en un lugar llamado Ventoquipa, Hidalgo. Para ello, debíamos levantarnos alrededor de las cuatro de la mañana para acudir a la estación Buenavista, sí, donde ahora existe una enorme biblioteca.
Subirnos al tren era una gran aventura: un enorme gusano de acero que en sus entrañas lo mismo llevaba personas que gallinas, guajolotes, maíz, frijol y cualquier mercadería que puedas imaginarte.
Ya instalados en tercera clase, comíamos tortas preparadas la noche anterior y nos divertíamos como podiamos. Por ejemplo, había un empleado del tren que después de revisar los boletos, se cambiaba el uniforme y se dedicaba a la vendimia. Empezaba con atole, tamales, periódico, café, tortas, tacos, y no recuerdo qué otras cosas, pero lo simpático era que recorría el tren con sus productos, vestido para cada ocasión, y cada vez que cambiaba de producto, también lo hacía con sus vestimentas. Nosotros nos reíamos mucho de ese señor.
La casa de los parientes de mi madre estaba a pocos metros de la terminal del tren, sobre la carretera, por lo que podíamos caminar y llegar pronto. Apenas entrar y ya tenían comida, tortillas, pan fresco. Luego del festín, acomodarnos en alguna de las habitaciones que tenían para invitados. Yo prefería la que estaba tras la huerta, cerca del río.
En los días que estabamos ahí me gustaba salir a la carretera, sentarme en una piedra y observar a los trenes que llegaban o que salían. Ahí descubrí un caso curioso: a veces las locomotoras pasaban sin vagones y recorrían las vías con una gran velocidad, a diferencia de cuando arrastraban una gran cantidad de ellos. Esto me llamaba tanto la atención que pregunté a un pariente de mi madre que por qué si los trenes podían correr tan velozmente, cuando veníamos nosotros avanzaban tan lento. Él me dijo: "¿has oído decir, va hecha la mocha? pues a eso se refiere, a que va rápido. Las locomotoras corren rápido porque no traen arrastrando ninguna carga y cuando viajan así se les llama la mocha".
Entonces comprendí que también hay personas que van arrastrando unas cargas enormes, cargas que han ido recogiendo a lo largo de su vida: ira, rencor, tristeza, pena, avaricia, enfermedad, pobreza, en fin, tantos sentimientos que en teoría no tienen un peso específico, pero que pueden llegar a conformar una gran cadena de vagones capaz de detener a cualquier locomotora en una estación determinada, tal vez, o seguramente, en la peor estación de todas. No una estación hermosa con luz y baños limpios, sino una con apenas una banca de madera vieja, rota y con letrina.
Así, lo que entendí es que avanzaré tan rápido o tan lento, según lo corto o largo que sean los vagones que he recogido en la vía de mi vida, por lo tanto, he empezado a soltarlos. A liberarme de cargas innecesarias.
¿Ahora comprendes por qué no contesto tus correos, tus mensajes, tus llamadas?