miércoles, 22 de diciembre de 2010

Mostrando puertas

Como siempre, uno se encuentra con otro igual. Si no iguales, sí semejantes. Nunca falla: "Dime con quién andas y te diré quién eres". Una fácil forma de saber cómo te ven los otros, o qué expresas de ti, es que observes a las personas de que te has rodeado. ¿Qué opinión te merecen?. Claro, no es que importe lo que  los demás interpreten de ti, pero cuando se ha perdido un poco la brújula, no existe mejor orientación que el mirarse en el espejo de tus "amistades".

Lo sorprendente es que últimamente he convivido sólo con personas buenas, de quienes no he recibido más que el bien, lo mismo quien me estimula para activar mi razonamiento, que quien estimula mi sentir. Sin olvidar a la que estimula mi creatividad y me da luz para escribir y escribir, a veces en este blog y otras en mi cuaderno de notas.

En fin que estoy aprendiendo cotidianamente de mí mismo y de la vida. Y entre otras cosas me he dado cuenta que diciembre no es un mal mes como creía. Por lo menos me está mostrando puertas de las que no me había percatado que tengo las llaves. Abrirlas o cerrarlas sólo es cosa mía.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Un acto personalísimo

¿Tú entiendes por qué te escribo? Yo tampoco. Sólo sé que de vez en vez siento una multitud de ideas que deben salir de mi mente, de mi pensamiento, y creo que la única forma que conozco para drenar un poco el fluido mental es justamente escribir. Es un acto personalísimo e íntimo en que sale a relucir el estado anímico de uno, en que lo más complicado es evitar que se desborden los sentidos.

Lo que no podría explicar es por qué escribir para vos o de vos, y no de algo más o para alguien más. 

Existiendo miles de asuntos que se podrían abordar en un texto, por ejemplo la transformación de las células madre, o la explosión de estrellas lejanas, termino plasmando algo que debería decirte directamente y no esperar a que lo leas en un blog y que adivines que es para vos.

Tal vez la respuesta sea evidente y tú y yo la sepamos, tal vez más tú que yo, pues ambos estamos de acuerdo en que tu capacidad de deducción y de intuición es enormemente superior a la mía. Así que no creo necesario abundar al respecto.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Que las respuestas lleguen a ti

Hay preguntas que es mejor nunca hacerlas. Jamás se sabe si estaremos a gusto con el resultado. O es que esperamos recibir la respuesta que queremos escuchar y como eso no es siempre una opción factible, las frustraciones están a la orden del día.

A veces es preferible dejar que el tiempo y el espacio hagan posible que las respuestas lleguen a ti. Sin necesidad de buscarlas. Decía Paulo de Lanz que: "Un buscador sólo encuentra lo que busca, aunque un conocimiento mayor se muestre frente a él".

¿Volveremos a vernos? ¿Qué somos tú y yo? ¿Me extrañarás? ¿Estarás bien? ¿Qué piensas de mí?. Son preguntas que, por mi parte,  si me las hacen jamás les doy una respuesta, ¿Qué caso tiene?, nada cambiará el hecho de exteriorizar mi postura. Por tanto, no malgasto mi energía en expresar algo que, desmenuzarlo después, me llevará horas o días. Tal vez.

Asimismo te pido que si alguna vez te hago estas u otras preguntas similares, sólo ignórame. Deja que vuelva la cordura a mí y verás que no volverá el tema a relucir. Pues, por desgracia, no estoy excento a que en una de mis vueltas mi boca sea más rápida que mi cerebro y que me comporte visiblemente con estulticia. 

Creo que esos momentos tan oscuros no los podría describir mejor que Pink Floyd: "Day after day / love turns gray / Like the skin of a dying man / Night after night, we pretend its all right / But I have grown older and / You have grown colder and /Nothing is very much fun any more /And I can feel one of my turns coming on / I feel cold as razor blade / Tight as a tourniquet /Dry as a funeral drum / Run to the bedroom / In the suitcase on the left / You'll find my favorite axe / Don't look so frightened / This is just a passing phase / One of my bad days Would you like to watch T.V.? / Or get between the sheets? / Or contemplate the silent freeway? / Would you like something to eat? / Would you like to learn to fly? / Would you like to see me try?..."


jueves, 16 de diciembre de 2010

Navidades y años nuevos

¡Qué flojera las navidades y años nuevos!

Me fastidian los abrazos hipócritas y deseos sin fundamentos de la gente que ni siquiera se preocupa de fingir otro día del año que te aprecia. Repiten las mismas palabras en automático. Y a veces, por el alcohol o por el momento, hasta te brindan lo que puede llamarse una sonrisa. Por eso siempre he optado por desaparecer a la menor muestra de que iniciarán los desfiles para intercambio de parabienes en las comidas y reuniones oficiales.

Prefiero el anonimato de un salón de baile. Donde nadie te conoce y un día puedes ser doctor nefrólogo y al siguiente abogado. Y en donde un día conoces a una secretaria burócrata y al siguiente a la dueña de una fábrica de jabones. Donde los abrazos surgen de improviso y tal vez, si la suerte te sonríe, llegarán los besos, las caricias y más.

Al menos en tratándose de desconocidos, fingir no esta vetado. Sino que, por el contrario, resulta parte del acuerdo no verbal, creer la historia que el otro tenga a bien contar.

Por supuesto que a las personas que me importan y que amo las abrazo diariamente y también diariamente les doy pensamientos correctos, reconociéndolas como los seres buenos y perfectos que son. Sea navidad; año nuevo; reyes; viernes santo; sábado de gloria; pentecostés; o todos los santos.

Por eso, lo dije y lo repito.  ¡Qué flojera las navidades y años nuevos!

domingo, 12 de diciembre de 2010

Mi vecino

Ese día se levantó decidido a hacer dos compras muy importantes. Debía comprar el regalo para el intercambio del día siguiente que organizó con su señora, además de las pastillas azules que ocuparía después del intercambio. Casi era navidad.

Mi vecino era un tipo muy correcto, de unos sesenta y tres años, era tan correcto que nunca lo escuché decir groserías. Salía muy temprano a correr y al regresar barría su banqueta y parte de la calle. Trabajaba en las noches y llegaba muy tarde a su casa, como yo era un poco vago y estaba siempre en la calle, él me saludaba cuando pasaba.

Jamás se supo por qué motivo su esposa de buenas a primeras empacó sus cosas, las subió en una camioneta y se fue, dicen que a vivir en Chalco, o Ixtapaluca. Así que él quedó solo y empezó a cambiar su vida. Ya no lo veía salir a correr al deportivo, donde generalmente lo encontraba. En su casa ya no había plantas y las cortinas nunca se recorrían. Su banqueta lucía llena de tierra.

Un día me contó que estaba tan deprimido que los domingos que no trabajaba se iba a México, que era como llamaba al centro histórico de la ciudad, para estar rodeado de gente, me dijo que a veces platicaba con los danzantes, o con los vendedores ambulantes. Pasaba ahí toda la tarde y parte de la noche. Le sugerí se uniera a los optimistas, sí, al grupo que anuncian en el radio con una tonadita pegajosa. Aunque yo no conocía a nadie que estuviera en ese tipo de grupos, fue lo único que se me ocurrió. Y lo chistoso del asunto es que lo hizo. 

Me platicó que le gustó que todos lo recibieron con una canción y un abrazo, que se sintió muy bien. A partir de eso mejoró su depresión. Entonces se inscribió también a una clase de baile de salón, alguna vez me enseñó su cuaderno donde tenía anotado los pasos para bailar el Nereidas. 

En uno de esos bailes conoció a una señora a la que después de pocas salidas convenció de que viviera con él. Me sorprendió cuando la vi. Era idéntica a su esposa, de hecho pensé que había vuelto con ella. Pero no, simplemente encontró una igualita. 

Con la llegada de la señora su casa volvió a ver la luz, había rosas en su patio y se escuchaba música, a veces el olor de comida salía por las ventanas.

Fue ella la que llorando me pidió ayuda porque se puso grave mi vecino. Me bajaba de mi auto para abrir mi cochera. Salió de su casa, me llamó: "ayúdeme por favor". Entré a su casa, subí corriendo a su recamara y lo vi grave, traté de reanimarlo, llamé a emergencias y una señorita muy amable me daba instrucciones para tratar de mantenerlo en la vida, en tanto llegaba una ambulancia. Fue inútil. El paramédico que lo auscultó definió la hora en que transitó a otro estado de conciencia.

La señora me abrazó, lloraba en silencio y me contó que él había llegado del centro muy feliz, cenaron, le dijo que quería adelantar el intercambio de regalos, que no quería esperar al otro día para darle lo que le compró: Unos aretes con gargantilla de chapa de oro. La abrazó, le dio un beso y las gracias por estar con él. Se sentó en su cama y vino el infarto, el médico legista afirmó que el viagra pudo ser el causante. Era 23 de diciembre.

A veces en estas fechas llevo rosas rojas al lugar donde reposa su sombra, siempre encuentro ahí a la señora.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Huyendo de prisiones

Ayer creí haber visto esa luz en tus ojos. La misma que he estado esperando ver desde hace mucho tiempo. La que en ocasiones taché de causa perdida, pero causa al fin y al cabo. 

Y de repente estaba ahí.  O quise creer que estaba ahí. Debería haber estado ahí. Era un buen momento para que estuviera ahí. Sin duda.

Si tan sólo hubiera confirmado su presencia. Habría descargado el alma de lo que he guardado para cuando llegue ese día que, confío en que tarde o temprano, ha de llegar. Y habría enfriado esta fragua al rojo vivo, carbón atizado. Forjar el acero es más fácil que forjar el alma.

¿Sabes lo irritante que fue haber creído?. O tal vez lo irritante fue descubrir el infundio, la farsa. Jamás hubo tal luz. Imagen errante emanada de mi deseo más que del tuyo.

Mejor sonrío y salgo; y huyo. Camino pensando en lo que decía el poeta Miguel Hernández: "¿Qué hice para que pusieran a mi vida tanta cárcel?". 

Y yo que me mantengo huyendo de prisiones, aunque  tambien confieso que: amo tu amigable indiferencia.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Extraño

Sé que te gustaría que fuera un tipo más común. De los que gustan estar en casa, arreglar y lavar su auto. Ver el fútbol y comprar el mandado para la semana.

Sé que odias mis horas de lectura y, si acaso es posible, más odias las horas que invierto en escribir. O cómo interpretar lo que has dicho miles de veces: "Quién chingados va a leer tanta pendejada". 

No puedes soportar verme ensimismándome. Ingresar al mundo interno en el que no puedes acceder ni aunque tengas tu tarjeta de crédito platino, orgullo de tu vanidad. Con todo y tu exitoso desenvolvimiento en la sociedad, te encuentras con una invisible capa que protege mi individualidad. Te fastidia. Lo sé. Cuánto darías por tener entrada al monasterio privado en que me establezco cuando quiero mantenerme sagrado. Ahí no funciona tu truco de remarcar el escote cuando se dificulta ingresar al antro.

Aun cuando me divierte tu desvarío, no me alegro por ello. Sin embargo, yo no te induje a pensar que fuera de otra forma. Me conociste así. "Extraño", como solías decir al referirte a mí. Así me he mantenido. Lo siento de verdad si no estoy a la altura de tus expectativas. 

Ahora mismo camino y entre canto la única parte que recuerdo de una canción de Patxi Andion: "...por esto, sólo por esto / vuelvo la espalda y dejo esta casa / porque no soy de esta acera / soy casi todo / soy de la gleba...". 

martes, 30 de noviembre de 2010

Descargar el ayer

¿Por qué se me hace tan difícil escribir de momentos felices?

Es como si se me hubiera dañado un sector de mi disco duro, justamente el que contenía las imágenes donde había amor y armonía, que seguramente debieron existir, a menos que se me haya configurado de fábrica para señalarlas como spam.

¿No crees que sea patológico el hecho de que tenga necesidad de una concentración para evocar esos tiempos de dicha, semejante a la necesaria para resolver problemas de física cuántica?. Mientras que a cada instante podría plasmar líneas y líneas de historias trágicas o tenebrosas.

Imagino a esos escritores de libros de superación personal que mantienen al lector en un positivismo que marea. Cuántas dosis de prozac, o para no hacer comercial, de fluoxetina deberán tomar para cada capítulo. 

Será que como decía Paz en su Laberinto de la soledad: "Desde niños nos enseñan a sufrir con dignidad las derrotas, concepción que no carece de grandeza". Y qué más digno y grande puede existir que el escribir noche tras noche, con un rigor cuasi religioso, las derrotas propias, a veces disfrazadas de ajenas, el hacer público lo privado, lo intangible, lo inimaginable. Como una terapia antítesis de la gestalt.  Descargar el ayer para abrir espacio al aquí y ahora.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Unas gafas oscuras

¡Qué manía la tuya, mirarme de esa forma! Me desarmas, acabas con mis argumentos preparados con antelación -iter criminis- con mi intento de decir las palabras precisas para despedirte, para dejarte libre y dejarme libre. Libre para seguir tu desarrollo y yo el mío. Sin embargo, termino posponiendo lo que necesariamente ha de ser.  Ya mañana será otro día.

Mientras tanto continúo amarrado. Y cuando toco tu cintura olvido toda estrategia. Acto fallido. Intento que termina en deserción. Me silencias y se cierra el telón. Tercer acto, una voz en off me dice que he fallado.

Y en el intermedio preparo la próxima táctica, las palabras, los gestos, el dejo de pena que la ocasión amerita, aspiro profundamente para que no me falte el aire, mis pulmones se dilatan, se alistan para la batalla. 

Me acerco, sin miedo. Estoy preparado. Te miro. Finjo indiferencia. Frente en alto, pulso acelerado.

Y entonces, lo de siempre. Tu mirada. 

Mañana recordaré traerte unas gafas oscuras.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Espero que no insista

Pues si no insiste no le diré nada. Para qué confirmarle lo que estoy seguro ya se imagina. Pero si se aferra y me lo pide, no me quedará más remedio que contarle. 

Tal vez inicie por la vez que bailé con su hermana y escondidos entre la bola de bailadores nos besamos. Claro que estábamos demasiado ebrios los tres. Así que tal vez, esa no cuenta. Además que fue su idea que nos acompañara mi cuñadita.

Después podría seguir haciendo un resumen de los congresos a los que acudí por cuestiones de trabajo y en los que siempre hubo alguna vecina de habitación dispuesta a una ayuda mutua. O alguna residente que se ofreciera a recorrer la ciudad de noche. Cómo olvidar las noches del Salón Veracruz o del Tropigala en Guadalajara, o del Skandal en Monterrey, y ni hablar de La Diabla en Xalapa.

En verdad espero que no insista. No será algo fácil ni productivo.

sábado, 20 de noviembre de 2010

No tomo chelas

"No sé si chingarme dos pastillas o seguir tomando tequila" les dije a los dos tipos con quienes estaba en ese antrillo de mala muerte en la zona roja del centro histórico. Y es que me di cuenta de que en menos de cinco minutos la migraña iba a hacer su triunfal aparición. Es como si la muerte chiquita te avisara cuando piensa visitarte y tuvieras tiempo de decidir si esperarla o fugarte, dejarla plantada.

Me salí del lugar en el primer descuido, busqué mi mochila en la entrada y me tomé tres o cuatro pastillas, así, sin agua. Mientras esperaba el efecto decidí caminar por ese barrio bravo y algunas de sus callejuelas y plazas llenas de ebrios, chemos y suripantas. 

Atrás del popular teatro Blanquita había una fiesta callejera. Un par de jóvenes, de unos veinte años, me abordaron para pedirme un cigarro. No fumo, les dije. Cuando se empezaban a poner violentos, se acercó otro sujeto como de treinta años y los tranquilizó, diciéndoles que me conocía. 

"Este cabrón estuvo conmigo en Santana, cuando andaba en el gabacho" "¿Te acuerdas del tianguis de la pulga?" me preguntó y ya me estaba invitando una cerveza y me encaminaba a una mesa de la fiesta. "Acuérdate que no tomo chelas" le dije, "mejor dame tequila". 

Se puso a contar una serie de aventuras que ambos "vivimos" en un poblado llamado Santana. Por lo que me enteré, robamos vinaterías, gasolineras, lavamos carros, pintamos casas, peleamos con unos chinos y hasta estuvimos en la cárcel por andar ebrios en una camioneta. La aventura terminó cuando a él lo deportaron vía Tijuana. En ese punto yo tuve que improvisar una historia de mi espectacular huída de la migra y mi llegada a Los Angeles antes de mi regreso a Tenochtitlan.

Pernocté con esa banda y brindé con El Tepa, El Dandy, El Chiras, bailé con La Rita y con La Gina. Completé las historias que el Memo iniciaba de nuestras andanzas como mojados; y después de todo me lamenté no haber ido nunca al gabacho, y no conocer ese lugar llamado Santana donde debí hacer amistad con mi anfitrión.

lunes, 15 de noviembre de 2010

La suma de tus miedos

"La suma de tus miedos siempre arrojará el mismo resultado: Fracaso".

"Por qué no decir simplemente las cosas tal cual, como las sientes, qué importa lo que diga, piense o concluya, ese es su asunto.  Total, el querer es una decisión personal en la que todo mundo pretende influir pero sólo uno tiene el poder de intensificarlo, o dosificarlo. Así que sé fuerte, sé valiente y dile el aprecio que le has dado a su ser. El valor que significa su compañía. No es porque ella no lo intuya, pero por qué dejar a su libre interpretación lo que puede ser una manifestación de principios. Te aseguro que por lo menos dejarás de sentirte aprisionado por un tumulto de pensamientos más desordenado que el cruce de reforma e insurgentes sin semáforo".

¡Qué insoportable es mi álter ego! cuando se pone a tirarme esos discursos como de prima buena onda. En esas ocasiones prefiero ver televisión, la mejor forma de matar a las ideas. Anteriormente lo callaba con tequila, así por lo menos decía cosas divertidas, pero últimamente, con el alcohol, se pone más insidioso, incontrolable; y suelta palabras que duelen, queman, agotan y hasta ha sido capaz de hacer que vuelva la migraña, de volverme humano. Independientemente de si sean ciertos o no sus enunciados, me encabrona que ahora se sienta el jefe, el que manda,  y que quiera vivir como real, como si no supiera que sólo es el producto de mis desvaríos mentales, un efecto de una causa retorcida. 

sábado, 6 de noviembre de 2010

Tan simple

Me gusta el tequila; el agua de naranja; el café negro, tibio, sin azúcar; la gelatina de naranja; los tamales de dulce; el arroz con plátano, tabasco, no frito, y el arroz con leche.  En materia de música prefiero el rock, en cualquiera de sus derivaciones. - Qué obsesión del  humano en clasificar todo: que el reino animal, vegetal, mineral; que los animales vertebrados e invertebrados; que los organismos unicelulares y policelulares; que el rock progresivo, heavy metal, trash metal, punk, ska y muchos etcéteras-. ¿Será que de verdad importa?

Prefiero trasladarme por mundos paralelos e inimaginables. Parir ideas por segundo y verlas madurar en casa de otro. Rompo con el esquema tradicional del llamado hombre mexicano. -Para la naturaleza no existen fronteras, jamás he visto a un agente de migración revisando los papeles de las (así clasificadas) mariposas monarca  cuando llegan a Michoacán y Estado de México, provenientes de Canada. Por tanto, como gran parte de las leyes de los humanos, califico de absurdo el tema de las nacionalidades- de verdad disfruto acariciar el cuerpo de una mujer, compartir nuestras energías y convertirlas en placer. Antes el suyo que el mío, no encuentro mayor placer que darlo.

Algunas veces juego el papel del abogado del diablo, sólo por contradecir. Por ejercitar las habilidades discursivas propias y ajenas. 

Aunque he leido cientos de libros, no suelo recordar el nombre de los autores, sólo sus ideas. Porque si, por deseo de algún Dios, se llega a publicar un libro de mi autoría, prefiero que mis ideas sean recordadas, discutidas, despedazadas; antes de que se concentren en el que esto escribe. Alguien tan simple, resumido en los tres párrafos anteriores.

viernes, 29 de octubre de 2010

La vía de mi vida

De mis recuerdos favoritos son los viajes que hacíamos en familia, bueno, mi madre, un par de hermanas,  y yo, en ferrocarril.

Ella solía llevarnos cada año a visitar a sus parientes que viven en un lugar llamado Ventoquipa, Hidalgo. Para ello, debíamos levantarnos alrededor de las cuatro de la mañana para acudir a la estación Buenavista, sí, donde ahora existe una enorme biblioteca.

Subirnos al tren era una gran aventura: un enorme gusano de acero que en sus entrañas lo mismo llevaba personas que gallinas, guajolotes, maíz, frijol y cualquier mercadería que puedas imaginarte. 

Ya instalados en tercera clase, comíamos tortas preparadas la noche anterior y nos divertíamos como podiamos. Por ejemplo, había un empleado del tren que después de revisar los boletos, se cambiaba el uniforme y se dedicaba a la vendimia. Empezaba con atole, tamales, periódico, café, tortas, tacos, y no recuerdo qué otras cosas, pero lo simpático era que recorría el tren con sus productos, vestido para cada ocasión, y cada vez que cambiaba de producto, también lo hacía con sus vestimentas. Nosotros nos reíamos mucho de ese señor.

La casa de los parientes de mi madre estaba a pocos metros de la terminal del tren, sobre la carretera, por lo que podíamos caminar y llegar pronto. Apenas entrar y ya tenían comida, tortillas, pan fresco. Luego del festín, acomodarnos en alguna de las habitaciones que tenían para invitados. Yo prefería la que estaba tras la huerta, cerca del río.

En los días que estabamos ahí me gustaba salir a la carretera, sentarme en una piedra y observar a los trenes que llegaban o que salían. Ahí descubrí un caso curioso: a veces las locomotoras pasaban sin vagones y recorrían las vías con una gran velocidad, a diferencia de cuando arrastraban una gran cantidad de ellos. Esto me llamaba tanto la atención que pregunté a un pariente de mi madre que por qué si los trenes podían correr tan velozmente, cuando veníamos nosotros avanzaban tan lento. Él me dijo: "¿has oído decir, va hecha la mocha? pues a eso se refiere, a que va rápido. Las locomotoras corren rápido porque no traen arrastrando ninguna carga y cuando viajan así se les llama la mocha".

Entonces comprendí que también hay personas que van arrastrando unas cargas enormes, cargas que han ido recogiendo a lo largo de su vida: ira, rencor, tristeza, pena, avaricia, enfermedad, pobreza,  en fin, tantos sentimientos que en teoría no tienen un peso específico, pero que pueden llegar a conformar una gran cadena de vagones capaz de detener a cualquier locomotora en una estación determinada, tal vez, o seguramente, en la peor estación de todas.  No una estación hermosa con luz y baños limpios, sino una con apenas una banca de madera vieja, rota y con letrina.

Así, lo que entendí es que avanzaré tan rápido o tan lento, según lo corto o largo que sean los vagones que he recogido en la vía de mi vida, por lo tanto, he empezado a soltarlos. A liberarme de cargas innecesarias. 

¿Ahora comprendes por qué no contesto tus correos, tus mensajes, tus llamadas?

sábado, 23 de octubre de 2010

Anoche no hubo magia

No sé cómo funciona esto, pero como sea me parece terrible. Aunque pienso que todo debe terminar tal cual como empezó, no logro ponerlo en práctica.

Anoche estuve buscando a una que se pareciera a ti. Que tuviera tu aroma, tu cuerpo, tu cabello. tus ojos, por lo menos tu pasión.

Cerca de las dos de la mañana, cuando ya casi me daba por vencido, la encontré.  Un salón de baile, tequila y tres canciones después, la traje a este hotel. En donde descubrí que realmente  no tenía nada de ti, a no ser porque usaba ropa idéntica a la que portabas la última vez que te vi. Sí, la misma ropa pero sin tus formas, sin tus caderas, sin tus piernas que sabes me enloquecen.Ya ni hablar de la sensación que me envolvía cuando te poseía, cuando tu humedad emergía urgiendo la unión y tus labios murmuraban palabras de aliento. Resumiendo: anoche no hubo magia, sólo un poco de sexo sin sentido. 

Ahora estoy convencido de que no era una buena alternativa para librarme de ti, pues además de que me la pasé comparando tomándote como parámetro, terminé en un estado mayor de extrañeza, de desaveniencia. Ya lo ha dicho Rata Blanca: "Tu presencia marcó en mi vida el amor lo sé / Es difícil pensar en vivir ya sin vos"

Y mientras escribo ella termina de bañarse, cuando salga cerraré mi lap, y fingiré que duermo. Ella se irá y yo, tal vez, saldré a buscar a otra que se parezca a ti. Seguramente fallaré de nuevo.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Todo me sirve


Todo me sirve, me sirve tu presencia, tú sabes, me equilibras, eres como incienso. Humo que penetra mis entrañas. Se aloja. Vive en mi interior, calma mis ansias, armoniza mi estadía. Evita mi fuga.

Todo me sirve, me sirve tu ausencia, me reencuentro, me rehago. Me reinvento.  Salgo al mundo, lo saludo, me reinserto. Poco a poco recuerdo cómo se vive solo. Y lo que significa caminar sin una mano que tome la mía, que la guíe.

E intento encaminar mis pensamientos hacia mí, romper el vicio por el que te siguen.

Todo me sirve, hasta el sabor amargo de mi lengua cada vez que pierde el sabor a ti.

domingo, 10 de octubre de 2010

Pecado de omisión

En algún momento también me pregunté cómo fue que me hice de ese hábito, o mejor sería llamarlo deshábito; puesto que un hábito es la repetición de una conducta, de un proceder, en tanto que lo mío, es todo lo contrario, la repetición de un no actuar, no hacer, no decir. Pecado de omisión. 

Lo cierto es que he mejorado bastante, por lo menos existe un par de personas con las que puedo medio hablar, medio decir lo que siento, eso es un logro infinito. Aunque quedan resquicios, palabras que no emergen. Si no lo digo de un jalón, ya no digo nada. Y eso no es simpático porque se quedan cientos de frases en mi mente. No lo niego, a veces con un peso específico que se va sumando a los pesos que traigo cargando y que se vuelven un lastre, un freno que no deja continuar. 

Dudo si habré de encontrar la fórmula para romper el hechizo que alguien derramó sobre mi boca, que se niega a pronunciar ciertas palabras, en el momento más inoportuno. Si hiciera una lista de situaciones que requerían hablar y no lo hice, además de ocioso, sería interminable. Cisma entre mente, cerebro y órgano.

A pesar de ello, me han dicho ocasionalmente que les agrada hablar conmigo y yo me río en mis adentros, ¿hablar? si generalmente sólo escucho y acaso menciono algo que pretende ser inteligente. Aunque mi proceso mental genere ideas cada segundo, ideas que se quedan en estado potencial, a la espera de que llegue la persona adecuada para escucharlas.

sábado, 9 de octubre de 2010

Ciudad de Dioses

Diariamente en esa ciudad de Dioses pasan las cosas más ridículas que puedas imaginar. Los Dioses rezan a un ser superior, piden, claman, imploran por su salvación, por su abastecimiento, por su salud, por su felicidad. Dioses derrotados.

¿Qué es superior a un Dios? ¿Tal vez un súper Dios? ¿Un Dios grado A? ¿Dónde se hace el examen para subir de grado divino?

jueves, 7 de octubre de 2010

Cuántas otras manos

Ayer viajé en el metro. Sin libros que leer; observando a una pareja de jóvenes he vuelto a reconocer esas miradas que se encuentran, las manos que se tocan con deleite, que acarician el rostro del otro, de la otra, besos que callan. Y me recordé cuántas veces habían sido mis manos, mi boca las que protagonizaron esa escena. Y recordé también cuántas otras manos y bocas estuvieron con las mías. Y cada vez asegurando que, ahora sí, era la definitiva, la última. Qué risa, al paso del tiempo todas acabaron igual, todas. Como si algún escritor malévolo hubiera redactado un guión que se repite, en el que sólo cambia la actriz en turno. La estrella. ¿Recuerdas a Bill Murray en Groundhog Day? 

 No se me puede acusar de dejarme derrotar. Mi búsqueda ha sido continua, y mis experiencias hacen que no pueda dejar de recordar el poema de Oliverio Girondo:  "... Que tu mujer te engañe hasta con los buzones / que al acostarse junto a ti / se metamorfosee en sanguijuela / y que después de parir un cuervo / alumbre una llave inglesa...    ...Y que te enamores, tan locamente / de una caja de hierro / que no puedas dejar / ni por un sólo instante / de lamerle la cerradura".

Cerré mis ojos y me propuse que no existía el par de jóvenes que me generaron tantas historias en mi memoria. No necesariamente acabarán como yo, seguramente sus circunstancias son diferentes, por lo que podrían haberse encontrado en su ultimidad. No te enamores de la primera, enamórate de la última. 

Ajusté mis audifonos y me concentré en mi Ipod en el instante en que The Cure describía perfectamente mi sensación: "Suddenly I stop / But I know it's too late / I'm lost in a forest / All alone / The girl was never there / It's always the same / I'm running towards nothing / Again and again and again and again"

jueves, 16 de septiembre de 2010

Las voces que escucho

Navegar nocturnamente en las calles de esta ciudad, frío, tequila y mujeres el premio. Mientras, trato de borrar el rastro que me sigue indefectiblemente, rastro violento que hace las noches insoportables, eternas. Mi mano esconde las marcas que la vida me ha regalado. 

No me avergüenzo de mi historia, al contrario, la cuento y la gozo, porque creo firmemente que no pudo ser de otra forma, porque entonces el yo que soy, seguramente, tendría otra concepción, otro alcance, otra actividad. Tal vez.

Tercer cantina, tequila doble. Mesas vacías, salgo, camino. Discurro entre calles oscuras, qué más da. Me oculto cuando no quiero ser percibido. Bajar el nivel de energía, nadie me lo enseñó, pero ha sido un recurso que me funciona perfectamente. Lo mismo con moros que con cristianos.

Sigo buscando el fin de la noche, para regresar a mi departamento, tomar mi vieja lap y escribir incesantemente sobre mis pugnas internas. Hasta que encuentre el adecuado aliciente que me ayude a lograr el equilibrio. Las voces que escucho me dicen que eres tú.

martes, 7 de septiembre de 2010

Diez de mayo

La conocí en el metro Bellas Artes, todos los días viajaba en el mismo vagón, a la misma hora. Rumbo a su trabajo. Coincidíamos desde la primera estación diariamente. Me llamó la atención, como siempre, que tenía unos ojos grandes, claros, una boca exquisita y su figura delgada. 

Tras varios días me dí cuenta que, de vez en vez, me miraba, coquetamente. Yo sólo sonreía. Nunca he podido entablar una conversación con desconocidos. Además que generalmente voy enfrascado en mi propio nudo de pensamientos. Con todo y eso, no me hice del rogar cuando inició una plática banal, entonces me enteré de su nombre. Rosy, que trabajaba en un taller de cromado, que vivía con sus padres y que había tenido un novio al que entregó su virginidad y enseguida la dejó. Que desde entonces, por seis años, no había tenido otra pareja. 

Bastó una salida al cine para terminar en un hotel cercano de tlalpan, no sin hacerme prometerle que la trataría con ternura, que la conduciría al placer y que me aseguraría de que tuviera por lo menos tres orgasmos. Estaba de verdad asustada por la experiencia tan desagradable que tuvo con su antiguo novio. 

Esa noche me pidió acompañarla a su casa, como era de esperarse me negué. Nunca he sido de los que gustan de conocer a las familias ajenas. La dejé en el metro más cercano y me dirigí a casa. Era diez de mayo y había que celebrar a las madres, hice lo propio llamando por teléfono a la mía, para avisarle que no iba a ir a su casa, la causa, obviamente, el exceso de trabajo.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Sus ganas prevalecían

Siempre sentí que me usaba. Tal vez porque sus ganas prevalecían en esa relación. Si ella quería sexo, hacía lo imposible por tenerlo, y yo estaba dispuesto. Cómo negarme a tal situación si realmente hacía maravillas en la cama. Tenía pleno dominio de su cuerpo y me regalaba orgasmos al por mayor. No dejaba de llamarme la atención que nunca permitía que yo iniciara con los escarceos amorosos. Ella tomaba la iniciativa o no había posibilidad de hacerlo.

Decía que le parecía muy interesante que, a mis veintitantos años, vivivera solo. Al parecer, su círculo de amigos y amigas eran hijos de familia y permanecían en casa de sus padres forever
Al poco tiempo, empezó por dejar algunas prendas en mi clóset, y se quedaba uno, dos, o tres días seguidos en mi departamento; generalmente el lunes se iba a su casa. De a poquito, aumentó la cantidad de ropa suya. Hasta que de buenas a primeras se instaló de plano. Ya le había dado una copia de mi llave, por aquellas ocasiones en que había necesidad de esperarme. El problema empezó cuando encontraba mi pasta de dientes utilizada y aplastada, sin cerrar. Qué falta de tacto, si eres invitado lo menos que debes hacer es respetar la pasta de dientes de tu anfitrión. Luego, me faltaba espacio, mis noches de insomnio no eran lo mismo con una tipa durmiendo en el cuarto.

Lo que no alcanzó a dimensionar era mi capacidad de romper con lo que me daña, aburre, o simplemente deja de interesarme. Dejé de fumar un día, así, de un chingadazo, simplemente me dije este es mi último cigarro y lo fue. También me corté el cordón umbilical de la misma forma.  Por eso no me fue difícil juntar sus cosas y empacarlas en una maleta, que por cierto jamás me regresó, llevarlas a su casa, y soportar media hora de insultos y lamentaciones. De no haberlo hecho así, ahora mismo seguiría dudando si esta noche habría sexo, o sesión de quejas y recriminaciones al mundo.

sábado, 28 de agosto de 2010

Entre sombras

Me gusta vivir entre sombras, analizarlas, descubrir sus secretos. Aprender de ellas y luego verlas desaparecer. Para ello esta ciudad es perfecta, está llena de sombras, basta salir a la calle y mirarlas. Son cientos de miles y en cada esquina se reproducen, como células, como ideas.

Cada una de ellas tiene su ritual, es fácil identificarlos, se mueven en grupos, huyen de la oscuridad, como yo del sol. Siembran terror entre quienes no saben de ellas, se presentan mutando su forma para no ser vistas.

Sin embargo, puedes verlas correr, bajar de camiones y autos, subirse al metro y pagar su boleto. Son miles quienes pelean por un asiento, se empujan, se traban. Y en su intento de impedir el paso a las demás, paso entre ellas riendo, divertido ante sus ritos diarios. No se ponen de acuerdo y se atacan, pero no se dan cuenta que son sombras, y que las sombras no se dañan, sino con la luz. Pero no saben generar luz, al contrario, le temen, se alejan, prefieren vivir en su mundo de sombras, donde nadie sabe nada, pero tampoco necesita saber nada. Sólo pasan el tiempo fingiendo que viven, fingiendo que algo les importa o fingiendo que tratan de llegar a algún lugar, al que sea, da lo mismo. Y veo cotidianamente que sólo saben llegar a su fin.

domingo, 22 de agosto de 2010

3 Gb

¿Tres Gb de fotografías y videos te parecen demasiado?

Si me preguntaras cómo fue que llegué a tal colección de miradas tuyas no sabría qué contestar. De pronto tuve conciencia de la cantidad de imágenes cuando intenté hacer un respaldo de mi disco duro, y me encontré contigo. Caminando; sentada; tomando café; sonriendo; hablando por teléfono; usando tu compu; pintando tus labios; con el cabello suelto; en tremendos tacones; en pants; con vestido; con blusón negro; con playera roja; en fin, más de mil fotografías diversas, la mayoría de ellas capturadas furtivamente. En todas luces magnífica, pero, definitivamente, es una mi preferida. En la que
te ves de frente, con un fondo claro, tal vez de una oficina o una sala de estar, resaltan tus ojos profundos y tus labios, miras a la cámara como diciendo "soy yo, no te equivocas", tu cabello, húmedo haciendo un marco perfecto y parecieras emanar tu perfume favorito.

Tras mucho pensarlo, he llegado a la conclusión de borrarte, confirmar que deseo eliminar los 1302 elementos seleccionados y que por el tamaño de los archivos esta acción no se podrá deshacer. Así, de un sólo enter, trato de dar fin a esa obstinación de mirarte electrónicamente, en concordancia con tu novedosa actitud que has estrenado. Predico con el ejemplo. ¿Recuerdas mis palabras? "que nada ni nadie se convierta en tu causa y por consiguiente tú te vuelvas el efecto, por el contrario, ser tú y sólo tú el origen y el fin de tu proceder". Y yo estaba fallando en este punto, pues te volvías mi causa, y tú sin saberlo siquiera, lo sé. Sé que ni imaginabas que estuviera pasando, sé que no era ni de tu interés provocar esta situación, sino que es sólo el resultado de un proceso mental interno, propio, mío, y sé también que no me hacía ningún bien. Por eso cierro mis ojos y doy click en aceptar, y los abro para mirar, en mi vieja lap, cómo vuelan los archivos, y quiero imaginar que así volarás de mis ganas, mientras una ventana transparente informa que te estás eliminando de mis deseos.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Equidistante

De nuevo esta sensación que se manifiesta imparable, entre mi pecho y mi frente. Una opresión que recorre alternadamente de uno al otro. Punza, hiere, incomoda. Presagio de que todo acabará en un cerrar de ojos, tal cual como empezó. 

Siempre es igual, primero gran júbilo, similar al periodo de manía de un bipolar, todo parece extraordinario, tu voz, tu aroma, tu presencia, tu recuerdo. Deseos de estar contigo a toda hora: mensajes al celular, correo por la mañana y chat por las noches. Hacerte el amor significa lo mismo que respirar, es indispensable, inevitable. Oxigenar el alma.

Apareces de repente, aunque te encuentres lejos, es cuestión de mirar un punto y estás ahí. Sonriendo. Inescrutable. Tiempo detenido.

Luego, ocurre que nos descubrimos, encontramos lo que nos hace diferentes, lo que nos distingue al uno del otro, tal vez una idea, una fijación disfrazada de principios. Algo capaz de transformar la dicha en sospecha o, en caso de tener suerte, en melancolía, en incertidumbre. Es a lo que algunos llaman abrir un paréntesis. Alguna vez, con presuntuosa elucubración, argumenté que los paréntesis se cierran, de lo contrario son inexistentes. Por esa razón sé que al cerrar el nuestro acabará la historia, volverán los sujetos y predicados a su cajón original, sin verbos ni adjetivos. 

Y entonces se ha manifiestado esta sensación imparable entre mi pecho y mi frente; claro, la pugna eterna entre el sentir y la razón. Y sé que la razón y el entendimiento harán que no te vuelva a ver, ni a pesar de que fije mi mirada en un punto equidistante entre tu recuerdo y tu cuerpo.

lunes, 16 de agosto de 2010

Gemelos

El Rostro, desde que me acuerdo, siempre vivió con su tía Lupe. Le decíamos El Rostro porque siempre se ligaba a alguna tipa, no importaba si era bonita o fea, lo importante para él era ligar. A su mamá sólo la vi un par de veces, lo acompañé a buscarla en la pulquería de la colonia, en el cuarto de mujeres, las vecinas contaban que había muerto en ese tugurio.

Doña Lupe se casó con un buen tipo de la misma cuadra, él trabajaba como obrero y jugaba futbol los domingos. Tuvieron un hijo llamado Andrés, y al año siguiente, nació Rigo. También nació la obsesión de ella por tener una niña, así que hizo la tarea de inmediato y en breve alumbró a  Beto. Sin embargo no iba a darse por vencida tan pronto, por lo tanto, se volvio a embarazar y nació Raúl. Ese año su esposo buscó un segundo trabajo para poder manener a su prole. Tuvo un buen año y pudo comprarse un auto opel 79. Todos pensábamos que con ese parto cejaría en su intento de tener una hija, pues pasaron un par de años. Sin embargo, no había olvidado su misión en esta vida y se volvió a embarazar, por fin llegó la niña, pero no llegó sola. Su gemelo venía con ella. También la muerte. Doña Lupe murió después de ver a su hija, no sabemos si se enteró  de que eran gemelos.

El esposo aún maneja el opel 79 y los gemelos andan siempre juntos, se toman de la mano, se abrazan, se cuidan, al parecer la muerte de su madre sirvió como adherente. El Rostro también buscó mantenerse en familia numerosa, se juntó con una mesera de un table dance que tenía cinco hijos. Él no trabaja, cuida de los niños.

sábado, 14 de agosto de 2010

Un breve silencio

Gaby me llamaba por teléfono cada vez que se sentía asustada por los efectos de la marihuana, solía esconderse en el clóset de su casa y esperar a que llegara para acompañarla en ese trance. Generalmente tenía que brincarme por una ventana de su recámara. Su casa, ubicada en un lujoso fraccionamiento, no era lo que se puede llamar muy segura. Su madre llegaba después de las once de la noche, al terminar su turno en el hospital donde trabajaba como enfermera. No se me puede culpar de su adicción, por el contrario, siempre hice lo que pude por ayudarle, pero la soledad y el exceso de recursos económicos la originaron.

A pesar de todo, nunca me aproveché de sus circunstancias, aunque su cuerpo y su cara me volvían loco desde el día que la conocí, siempre pudo más el sentir correcto. Fue en una fiesta en que alcohol y alguna medicina para la migraña nos llevaron a besarnos y algo más. Después de ese día todo volvió a la normalidad. La última vez que hablamos me invitó a su boda. Obviamente no fui.

Puede decirse que lo que más recuerdo de ella son sus largas sesiones de silencio. Un breve silencio es la prueba más grande de lo lejos que pueda llegar cualquier relación. Si puedes estar en silencio con alguien, si no sientes esa necesidad que te embarga por preguntar, por quererte enterar de su mundo interior, entonces, existe una gran posibilidad de que estés con la persona adecuada.

jueves, 12 de agosto de 2010

A la papelera

Mientras escucho los sonidos de la guitarra y la batería en el ensayo de esta banda, que intenta impregnarme de punk, escribo poemas que jamás publicaré. Que jamás saldrán de la papelera de reciclaje de mi vieja lap. Mis dedos parecen tomar su propias decisiones y asestan golpes de tecla para derramar la ronda de palabras que, burlonas, se asoman en varias páginas, sonríen y se esconden. Andanada de metralla entre verbos y sustantivos. Adjetivar los sentimientos no hace más fácil su reflexión.

Aun sabiendo que no serán leídos por nadie, me hago cargo de eliminar todo rastro, matando absolutamente la posibilidad de que alguien la identifique, a ella, a quien con dogmas e imágenes gastadas se retrata en cada verso, en cada renglón. No quiero pecar de paranoico pero siento pánico de verme descubierto, de saberme vulnerable si acaso salen a la luz mis obsesiones, o mejor dicho, "la sujeta" de mis obsesiones. Cómo volverla a mirar a los ojos, cómo decirle lo siento, si mis pensamientos más sucios afloran cuando la pienso.

viernes, 6 de agosto de 2010

Obsesión

Cualquier departamento es muy grande cuando vives solo. Llegar  sin compañía en las noches del fin de semana, suele ser más deprimente que una boda. Así que cuando esto me ocurre procuro embriagarme antes de dormir, como si el alcohol sirviera de atrapasueños, aquellos objetos que los indios norteamericanos utilizaban para que los niños durmieran y tuvieran sólo sueños bellos.

Mañana se cumple un año más de que vivo en este lugar. La sala ya la he cambiado tres veces y aún me sigue pareciendo inapropiada. Mi sillón reclinable es el único lugar que realmente me hace dormir. A lado derecho tengo una mesa de centro donde descansa la botella de tequila Don Julio, un vaso y un par de libros a medio leer. 

Es cierto que tengo una pantalla plana de cincuenta pulgadas, empotrada en la pared, un equipo de audio con bocinas wifi en toda la sala, y que mi recamara cuenta con cama king size y jacuzzi con masaje. Sin mencionar que en mi cajón de estacionamiento luce un magnífico deportivo rojo. Pero nada de ello satisface a una mente en discordia. Podría vivir en un cuarto de dos por dos y seguramente sentiría la misma opresión cada vez que me descubra solo.

No estoy muy convencido si todo ello explica mi obsesión por buscar amores fugaces, o más bien sea la causa por la que me esfuerzo en alejar todo aquello que implique compromiso. Para que de esta forma, permanentemente, me invada este estado.

domingo, 25 de julio de 2010

Un par de palabras

Sí, después de cada rompimiento viene la calma. La calma para repensar las cosas, para buscar otro camino que tal vez arroje un resultado diferente. Un resultado en que no haya heridos u ofendidos.
 
De saber que saldrías tan lastimada, ¿hubieses aceptado esta relación? ¿me habrías buscado igual a pesar de mis negativas? ¿ahora crees en lo que te decía cuando afirmaba que no era buena idea que esto fuera más allá de una salida furtiva? ¿ahora crees que me conozco demasiado como para tratar de engañarme y engañarte, fingiendo un sentimiento que no existe? Lo único que no puedes reprocharme es que no te haya advertido y lo sabes.


Pero no siempre fui así, en mi adolescencia mis relaciones con las chicas no eran muy fluidas. Hasta que me hice amigo de algunas personas que cambiaron mi forma de ver la vida. Entonces me encontré con que mis mejores relaciones eran con mujeres mayores que yo; y que prefiero las que se dan de forma imprevista, sin planear, sin pensar, sólo pasan y ya.


Por lo menos yo tengo muy claro mi panorama y nunca hago falsas promesas, al contrario, a las mujeres, que presiento son buenas personas, las alerto, las alejo, les insisto que nada obtendrán de una persona como yo. Que si se mantienen como amigas les seré de mayor provecho. Que si yo conociera a un tipo como yo, jamás saldría con él.

Ojalá hubieras escuchado mis escasos comentarios. Tampoco era mucho pedir, sólo un par de palabras, después de hacer el amor.

viernes, 23 de julio de 2010

La chica del no

Habitualmente dice que no. Lo tiene a flor de piel,  ¿Quieres un dulce? no. ¿Salimos mañana? no. ¿Te invito al cine? no.  ¿Comemos juntos? no. Estoy seguro que a veces ni escucha la propuesta, pero invariablemente contesta: no.

Temor, desconfianza, recelo, indiferencia, sospecha, suspicacia, escepticismo, incredulidad, o simplemente, una reacción natural ante el emisor del mensaje; posiblemente, un condicionamiento a partir del concepto forjado del sujeto en cuestión. Algunos psicólogos modernos afirman que el subconsciente no existe. Con ella se derrumba esa teoría. Es evidente que su "guardián" está siempre alerta ante algún intento por invadir su individualidad, su espacio, su ser. No perder el control, no sucumbir, no someterse a nada ni a nadie.

Resulta una excepción a la generación de chicas exprés que pululan en la gran ciudad, esa que estima muy cool la moda de definirse como multiamorosas, poliapasionadas o polisexuales. Por el contrario, ella espera algo, no sé qué, pero algo. Y eso hace la diferencia, el misterio.

Lo más genial es ver como le divierten las reacciones que provoca con su actuar: a algunos asusta, intimida; a otros inquieta, atrae, cautiva. A mí me genera una duda cada vez que la miro: o sabe perfectamente lo que quiere, lo que busca, o todo lo contrario. 

jueves, 15 de julio de 2010

Seguir su camino

"Y qué haces cuando te das cuenta que la mujer de a lado te parece más desconocida que cuando la viste por primera vez hace quince años. Ahora sabes menos de ella. No tienes idea de qué piense, qué le angustie, qué expectativas tenga de la vida." "En el olvido quedaron los días en que platicabas largas horas con ella, en que tenían aquellas salidas nocturnas sin destino." "No recuerdas la última vez que rieron juntos de alguna cosa absurda." "Pareciera que fueron tomando caminos distintos en que la comunicación fue cada vez menos y la distancia mayor." Ramiro me hacía estos cuestionamientos mientras tomábamos tequila en el patio de su casa. 

En mis adentros pensaba que a buen árbol se arrimaba, no sabía si esperaba alguna respuesta en especial o realmente quería saber mi opinión. Así que le respondí sin miramientos: 

- "Pues déjala que siga su camino y tú sigue el tuyo". "Es simple, ¿no?".  "Es mejor que forzar una situación que de por sí, no funciona".

-"Qué fácil se te hace no cabrón, tú como sólo andas con cuanta vieja se te atraviesa, ni sufres", reclamó.

Me quedé pensando, qué sabes de las penas ajenas. En realidad creo que yo no estoy para andar dando opiniones sobre el mal de amores. Yo no creo en las relaciones a largo plazo, y no creo en ellas porque las únicas que he tenido así, resultaron en tremendos líos, vajillas rotas incluídas. Mi carácter; sus creencias; mi silencio; sus histerias; mi sarcasmo; sus dolencias; mi indiferencia, no son elementos susceptibles de mezclar sin resultados catastróficos.

Finalmente Ramiro continúa viviendo con Vero, tomando cada fin de semana y haciendo lo posible por llegar tarde a su casa, para evitar la mirada de ella, para evitar escuchar las palabras de despedida que tarde o temprano llegarán.

sábado, 10 de julio de 2010

Mal actor

"Quiero tener un hijo contigo" afirmaba constantemente Alba. "Estás loca" era mi respuesta. "En serio, sólo quiero tener un hijo tuyo, te juro que nunca voy a pedirte nada" insistía. 

Alba había entrado a los treinta y tantos, y estaba convencida de que jamás se iba a casar. Su espíritu rockero y la vida al lado de su madre, abandonada por su marido después de veinte años de matrimonio y siete hijos de por medio, era lo que le generaba esa clase de pensamientos.

Por eso, ante el temor de quedarse sóla, es que tuvo la peregrina idea de que le diera un hijo para que le acompañara en su madurez.

Por supuesto que, con toda la firmeza que mis dieciocho años me permitían, me negué. Y además evité tener sexo con ella fuera de los periodos en que un embarazo hubiera sido un milagro.  Hasta que un día me dio la noticia de su gravidez, aunque se negó rotundamente a decirme quién había sido su víctima.

En su casa, para evitar que me atribuyeran la paternidad del bebé, llevó a un compañero de la escuela de teatro en que estudiaba. Él fingió ser el padre de la criatura y hasta pidió la mano de ella. Debió ser muy mal actor porque la mamá de Alba lo despachó sin contemplaciones, no se tragó el cuento y siempre ha pensado que su nieta es mi hija. Para acabarla de chingar la niña se parece a mí.

jueves, 1 de julio de 2010

Extraños caminos

De pronto notas que el barrio que te vio nacer te parece extraño. La banda ya no rifa en la cuadra.  Tu calle, muralla infranqueable, donde hasta los más gallos cayeron derrotados,  esa calle que defendiste día y noche, es camino ahora de una parvada de imberbes que escuchan a Shakira en algún celular xpresmusic. 

Entonces encuentras la esquina donde pasabas la noche en vela, al calor del tequila, tocando en una vieja grabadora tus casettes de los Doors con más de diez jóvenes de mezclilla y tenis, alrededor del aparato, como efectuando un ritual ancestral, rindiendo tributo al rock&roll. 

Y evocas a la Olivia, recorres mentalmente sus espléndidas piernas con sus famosas minifaldas y te preguntas cómo hacía para  quedarse más allá de la media noche contigo, bebiendo, cantando y besándote sin parar. Hasta que la acompañabas a su casa, donde recargados en un viejo auto, se entregaban con calor.

Y piensas que tal vez el extraño eres tú, que en algún momento giraste el timón de tu vida y te convertiste en este otro tan distinto que acaso existe en un universo paralelo donde los trajes y las corbatas son la onda. Que aquellos recuerdos no son sino el sueño de algún ebrio que espera  necesariamente a la muerte, en una esquina. Y entonces, subes el volumen  del  estereo de tu auto  y escuchas que los Fabulosos Cadillacs insisten: "siguiendo la luna yo llegaré lejos / tan lejos como se pueda llegar / son casi las cuatro de la madrugada / tu casa brillaba cruzando ese mar..." y sales de ahí sin ganas de volver, en búsqueda de otras lunas.