domingo, 25 de julio de 2010

Un par de palabras

Sí, después de cada rompimiento viene la calma. La calma para repensar las cosas, para buscar otro camino que tal vez arroje un resultado diferente. Un resultado en que no haya heridos u ofendidos.
 
De saber que saldrías tan lastimada, ¿hubieses aceptado esta relación? ¿me habrías buscado igual a pesar de mis negativas? ¿ahora crees en lo que te decía cuando afirmaba que no era buena idea que esto fuera más allá de una salida furtiva? ¿ahora crees que me conozco demasiado como para tratar de engañarme y engañarte, fingiendo un sentimiento que no existe? Lo único que no puedes reprocharme es que no te haya advertido y lo sabes.


Pero no siempre fui así, en mi adolescencia mis relaciones con las chicas no eran muy fluidas. Hasta que me hice amigo de algunas personas que cambiaron mi forma de ver la vida. Entonces me encontré con que mis mejores relaciones eran con mujeres mayores que yo; y que prefiero las que se dan de forma imprevista, sin planear, sin pensar, sólo pasan y ya.


Por lo menos yo tengo muy claro mi panorama y nunca hago falsas promesas, al contrario, a las mujeres, que presiento son buenas personas, las alerto, las alejo, les insisto que nada obtendrán de una persona como yo. Que si se mantienen como amigas les seré de mayor provecho. Que si yo conociera a un tipo como yo, jamás saldría con él.

Ojalá hubieras escuchado mis escasos comentarios. Tampoco era mucho pedir, sólo un par de palabras, después de hacer el amor.

viernes, 23 de julio de 2010

La chica del no

Habitualmente dice que no. Lo tiene a flor de piel,  ¿Quieres un dulce? no. ¿Salimos mañana? no. ¿Te invito al cine? no.  ¿Comemos juntos? no. Estoy seguro que a veces ni escucha la propuesta, pero invariablemente contesta: no.

Temor, desconfianza, recelo, indiferencia, sospecha, suspicacia, escepticismo, incredulidad, o simplemente, una reacción natural ante el emisor del mensaje; posiblemente, un condicionamiento a partir del concepto forjado del sujeto en cuestión. Algunos psicólogos modernos afirman que el subconsciente no existe. Con ella se derrumba esa teoría. Es evidente que su "guardián" está siempre alerta ante algún intento por invadir su individualidad, su espacio, su ser. No perder el control, no sucumbir, no someterse a nada ni a nadie.

Resulta una excepción a la generación de chicas exprés que pululan en la gran ciudad, esa que estima muy cool la moda de definirse como multiamorosas, poliapasionadas o polisexuales. Por el contrario, ella espera algo, no sé qué, pero algo. Y eso hace la diferencia, el misterio.

Lo más genial es ver como le divierten las reacciones que provoca con su actuar: a algunos asusta, intimida; a otros inquieta, atrae, cautiva. A mí me genera una duda cada vez que la miro: o sabe perfectamente lo que quiere, lo que busca, o todo lo contrario. 

jueves, 15 de julio de 2010

Seguir su camino

"Y qué haces cuando te das cuenta que la mujer de a lado te parece más desconocida que cuando la viste por primera vez hace quince años. Ahora sabes menos de ella. No tienes idea de qué piense, qué le angustie, qué expectativas tenga de la vida." "En el olvido quedaron los días en que platicabas largas horas con ella, en que tenían aquellas salidas nocturnas sin destino." "No recuerdas la última vez que rieron juntos de alguna cosa absurda." "Pareciera que fueron tomando caminos distintos en que la comunicación fue cada vez menos y la distancia mayor." Ramiro me hacía estos cuestionamientos mientras tomábamos tequila en el patio de su casa. 

En mis adentros pensaba que a buen árbol se arrimaba, no sabía si esperaba alguna respuesta en especial o realmente quería saber mi opinión. Así que le respondí sin miramientos: 

- "Pues déjala que siga su camino y tú sigue el tuyo". "Es simple, ¿no?".  "Es mejor que forzar una situación que de por sí, no funciona".

-"Qué fácil se te hace no cabrón, tú como sólo andas con cuanta vieja se te atraviesa, ni sufres", reclamó.

Me quedé pensando, qué sabes de las penas ajenas. En realidad creo que yo no estoy para andar dando opiniones sobre el mal de amores. Yo no creo en las relaciones a largo plazo, y no creo en ellas porque las únicas que he tenido así, resultaron en tremendos líos, vajillas rotas incluídas. Mi carácter; sus creencias; mi silencio; sus histerias; mi sarcasmo; sus dolencias; mi indiferencia, no son elementos susceptibles de mezclar sin resultados catastróficos.

Finalmente Ramiro continúa viviendo con Vero, tomando cada fin de semana y haciendo lo posible por llegar tarde a su casa, para evitar la mirada de ella, para evitar escuchar las palabras de despedida que tarde o temprano llegarán.

sábado, 10 de julio de 2010

Mal actor

"Quiero tener un hijo contigo" afirmaba constantemente Alba. "Estás loca" era mi respuesta. "En serio, sólo quiero tener un hijo tuyo, te juro que nunca voy a pedirte nada" insistía. 

Alba había entrado a los treinta y tantos, y estaba convencida de que jamás se iba a casar. Su espíritu rockero y la vida al lado de su madre, abandonada por su marido después de veinte años de matrimonio y siete hijos de por medio, era lo que le generaba esa clase de pensamientos.

Por eso, ante el temor de quedarse sóla, es que tuvo la peregrina idea de que le diera un hijo para que le acompañara en su madurez.

Por supuesto que, con toda la firmeza que mis dieciocho años me permitían, me negué. Y además evité tener sexo con ella fuera de los periodos en que un embarazo hubiera sido un milagro.  Hasta que un día me dio la noticia de su gravidez, aunque se negó rotundamente a decirme quién había sido su víctima.

En su casa, para evitar que me atribuyeran la paternidad del bebé, llevó a un compañero de la escuela de teatro en que estudiaba. Él fingió ser el padre de la criatura y hasta pidió la mano de ella. Debió ser muy mal actor porque la mamá de Alba lo despachó sin contemplaciones, no se tragó el cuento y siempre ha pensado que su nieta es mi hija. Para acabarla de chingar la niña se parece a mí.

jueves, 1 de julio de 2010

Extraños caminos

De pronto notas que el barrio que te vio nacer te parece extraño. La banda ya no rifa en la cuadra.  Tu calle, muralla infranqueable, donde hasta los más gallos cayeron derrotados,  esa calle que defendiste día y noche, es camino ahora de una parvada de imberbes que escuchan a Shakira en algún celular xpresmusic. 

Entonces encuentras la esquina donde pasabas la noche en vela, al calor del tequila, tocando en una vieja grabadora tus casettes de los Doors con más de diez jóvenes de mezclilla y tenis, alrededor del aparato, como efectuando un ritual ancestral, rindiendo tributo al rock&roll. 

Y evocas a la Olivia, recorres mentalmente sus espléndidas piernas con sus famosas minifaldas y te preguntas cómo hacía para  quedarse más allá de la media noche contigo, bebiendo, cantando y besándote sin parar. Hasta que la acompañabas a su casa, donde recargados en un viejo auto, se entregaban con calor.

Y piensas que tal vez el extraño eres tú, que en algún momento giraste el timón de tu vida y te convertiste en este otro tan distinto que acaso existe en un universo paralelo donde los trajes y las corbatas son la onda. Que aquellos recuerdos no son sino el sueño de algún ebrio que espera  necesariamente a la muerte, en una esquina. Y entonces, subes el volumen  del  estereo de tu auto  y escuchas que los Fabulosos Cadillacs insisten: "siguiendo la luna yo llegaré lejos / tan lejos como se pueda llegar / son casi las cuatro de la madrugada / tu casa brillaba cruzando ese mar..." y sales de ahí sin ganas de volver, en búsqueda de otras lunas.