domingo, 22 de enero de 2012

Tatuaje

Regreso a casa después de estar medio día con mi novia. Sí, leíste bien, tengo una novia. Aunque parezca idiota, lo he vuelto a hacer. Volví a caer en una estrella fugaz como es el amar. Una estrella que, con todo y su hermosa juventud, me complementa.

Ya sé que tengo cientos de historias que deberían servir para desistir de este intento. Ya sé que mis finales favoritos no son los de un cuento de hadas. Ya sé que la memoria de repente se desborda, sale de su celda y surge. Evoca pasajes olvidados. Pero qué importa, si, al final, sus labios logran detener el tiempo. Si sus manos intercambian energía con las mías. Si me ofrece una habitación entre sus brazos, con esa hospitalidad propia de quien ama. 

Me estoy tatuando su nombre en la mente y un tatuaje permanece, siempre.

Regreso a casa y sigo oliendo a su cuerpo, mis manos son su aroma. Mis labios saben a su sexo. Fruta exótica que se vuelve un vicio, una adicción. Me recuesto sobre la cama, cierro los ojos. La miro sobre de mí. Y sé, cuando me habla con sus ojos, que nos hemos conjugado. 

Y busco mi sitio en la cama, mientras Sabina se adueña de mi ipod:


"Apenas vi que un ojo me guiñaba la vida
Le pedi que a su antojo dispusiera de mi
Ella me dio las llaves de la ciudad prohibida
Yo todo lo que tengo que es nada se lo di..."


Y encuentro que hasta los sueños han regresado, me duermo como nunca.