miércoles, 26 de octubre de 2011

Santos Evangelios

Despiertas, buscas con tu mano el cuerpo de tu compañera, de esa mujer que se ha impreso en tu piel, en tu memoria, en tu tacto, en tu olfato y hasta en tu aura. No la encuentras.

Abres los ojos y reconoces una habitación con muchas lámparas, no es tu casa, luego entonces, es un hotel. ¿Cómo estar en un hotel sin ella?. Te sientes como un imbécil cuando recuerdas cómo llegaste a ese lugar.

Extiendes tu brazo para alcanzar la blackberry y le envías un mensaje amoroso. No te contesta. La vida suele ser tan sarcástica como tú. 

Y ahí permaneces, con los ojos abiertos, mirando al reloj que parece negarse a avanzar después de las 3:45. Buscas entre tus cosas un libro que te salve, todos han sido leídos. Hurgas en un cajón y encuentras un compendio de los Santos Evangelios, te apuras a leer: "No contamina al hombre lo que entra en la boca, sino lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre..." Mateo 15:10.

Dejas a un lado el pequeño libro y cierras los ojos, una mirada conocida te encuentra, te saluda. Mirada tierna, amorosa, cálida. Te pierdes con ella y descansas, aunque sigues despierto.

sábado, 22 de octubre de 2011

Sin palabras

Si volteas la vista y encuentras que mis ojos te miran, no te sorprenda, es que los instantes se vuelven eternos cuando hay un encuentro de semejantes proporciones. Y son segundos que se alargan, como en un espacio vacio, como un pequeño silencio en un mundo sin gente. Al tiempo no le importa si los segundos se espabilan y se vuelven horas. No lleva prisa, porque a nadie se debe. Al contrario de mi prisa por que este día llegara.

Si me dicen que ahora escribo bobadas, lo suscribo. Es que el cristal con que me asomaba a la ventana lo he cambiado, tal vez mejoró la luz y la claridad, y mis vistas sean mejores desde que, al otro lado, está una mirada que habla con la mía. Sin palabras, sin alzar la voz, la que inventa discursos que no hay necesidad de decir, porque los dos entendemos.




sábado, 15 de octubre de 2011

Frutas amargas

He abandonado hasta mis vicios. No soy la clase de persona que se queda en un sitio para formar historia. Soy, más bien, de los que llegan, arden y se van. Arder significa ver, percibir que no hay lo necesario para una permanencia, si no eterna, por lo menos larga.

Dejo rastros para no perderme, dejo huellas que me señalen los pasos a retroceder, los pasos a dar para volver. Y dejo rastros que no se evaporen para recordar que no debo dar vueltas sin fin. Para indicar que aquellas son tierras conocidas y sin sentido.

Así, los senderos que se han abierto bajo mis pasos van siendo recorridos por otras mentalidades que están, también, en la búsqueda de algo. Y acaso algunos han encontrado lo que yo no fui sensible para observar. Por supuesto que hay quienes son más avispados y detectan, en los huecos sumidos en lo profundo, las respuestas a sus cuestionamientos.

Los encuentros ocurren así, desprovistos de razón. A veces uno tiene el tiempo de esperar y nada acude a nuestra convocatoria, en otras, las respuestas caen como relámpagos que incendian nuestras dudas, nuestros miedos, nuestras impaciencias.

A mí me gusta pensar que un día se borrarán las páginas escritas por las frutas amargas y ácidas; y quedarán sólo hojas nuevas para escribir los capítulos memorables de este sueño.

martes, 4 de octubre de 2011

Pausas y reinicios

El problema de haber viajado al infierno es que cuando vuelves a reconocer el camino sabes que no habrá otro destino. Por eso me he convertido en un viajero intemporal. No me sorprende extender los pasados hasta distancias que se digieren con pausas y reinicios. 

Insistir en un imposible no lo hace real. Ni lo acerca al mundo de lo factible, simplemente, contemplamos un ideal, como una etérea masa de aire amorfa que juega con nuestra imaginación al tomar figuras que no se parecen en nada a lo que vemos.

Y empeñarse en encontrar lo inexistente es aceptar con mansedumbre el perder colosalmente la razón. Razón escasa, razón volátil. Así como repetir tu nombre no hace que vengas, impetrar que estés no te hace estar. 

A veces es preferible una pausa, para encontrar el último momento en que nuestros sistemas funcionaban, para que, a partir de ese punto, volvamos a intentar recuperar los pasos que dimos. 


lunes, 3 de octubre de 2011

No me despierten

Un cuerpo que mira hacia el sur, una imagen fugaz en un sueño interrumpido. Cierro los ojos y te veo, desnuda, caminando en la caliente alfombra de una habitación. Recorro con mi vista toda tu sensualidad. Te sabes hermosa, te sabes deseada: Ninfa, diosa del bosque prohibido.

Despierto y sigo refugiado en mi sillón, mi lap en la mesa de enfrente. Mis manos huelen a ti, mis labios sienten la forma de tus labios. Y en mi ipod, Scorpions vuelve a sonar como en toda la noche:

"Girl,
It's been a long time that we've been apart
Much too long for a man who needs love
I miss you since I've been away
Babe, it wasn't easy to leave you alone
It's getting harder each time that I go
If I had the choice, I would stay.

There's no one like you
I can't wait for the nights with you
I imagine the things we'll do
I just wanna be loved by you..."
 


Si ven que duermo, no me despierten. No vaya a ser que en esa dimensión ella siga conmigo y que las piezas del rompecabezas se hayan acomodado para, por fin, tener una historia con un final diferente. 

domingo, 2 de octubre de 2011

Queso Oaxaca

Siempre tengo que complicarlo todo. Las cosas más sencillas las vuelvo terribles crucigramas sin horizontales ni verticales.

Un día la maestra de cuarto de primaria no fue a la escuela, como no había algún maestro que la sustituyera, nos dejaron salir temprano. Paco, el gordito del salón, siempre llevaba un balón de futbol y decidimos organizarnos para ir a jugar en un empastado que estaba cerca de la escuela. 

La mayoría de los alumnos vivíamos en las casas que rodeaban la escuela y muchos de ellos fueron a avisar a sus madres que no tuvimos clases, dejaron sus mochilas y salieron cambiados para ese juego. Yo, por supuesto, no hice eso. Así, con el clásico pantalón gris, camisa blanca y suéter verde del uniforme escolar me fui a jugar el partido. Cuando caminaba hacia el empastado una vecina me vio. Yo la saludé y seguí mi camino. Jugamos unas dos horas. Cuando uno es niño es incansable, no se sabe de condición física ni de agotamiento y menos, de horarios reglamentarios de deportes, simplemente, el juego termina cuando deja de ser divertido. 

Cuando llegué a casa, mi madre estaba en la sala, apenas abrí la puerta y me recetó un chingadazo que alcancé a esquivar sólo porque mis reflejos para la defensa siempre han sido extraordinarios —órale, pues qué hice, le pregunté, mientras me alejaba un par de pasos para quedar fuera del alcance de sus cachetadas, —No te hagas, te fuiste de pinta, me dijo, avanzando para por lo menos pescarme del cabello. Hui, como pude, fuera de la casa y me brinqué por la barda de mi vecino a mi cuarto, que estaba en la azotea. Nunca le dije a mi madre que no me había ido de pinta, sino que la maestra no fue a trabajar.

Mi tendencia a enredarlo todo creció de una forma impresionante. A veces, en mi actividad dejo de hacer algo sólo para tener un conflicto que resolver. ¿no te parece algo estúpido?. De esa forma he pasado cientos de horas de mi vida resolviendo enredos, todos ellos causados por mí. 

Creo que debería trabajar enredando el, tan rico, queso oaxaca.