miércoles, 29 de junio de 2011

La tercera pregunta

¿Y por qué tanto amor por ella? fue la tercera pregunta de la noche, y la tercera ocasión en que esa desconocida me hizo trastabillar.

Me encontraba en un sitio en el que acostumbro aislarme del mundo sumergiéndome en el mundo. Es un lugar que desde siempre se ha amoldado y, tal vez, acostumbrado a mí, cerca de Bellas Artes. Y en el que durante mucho tiempo, de noche en noche, suelo sentarme a leer, a pensar, a escribir, o simplemente a observar. Y lo raro es que nunca nadie se había acercado tanto a mí, jamás habían invadido mi espacio como esa señora. Se veía madura, blanca, muy blanca y además, vestida de blanco, con ropa de manta,  sus ojos eran más que verdes, transparentes, me daba la impresión de que pertenecía a la banda de concheros.

Se sentó junto a mí justo en el momento en que respondía a un mensaje en mi blackberry. Como siempre leer y responderle me arranca una sonrisa involuntaria. Mientras se sentaba me preguntó —¿Le escribes a tu novia? volteé a verla y sus ojos me transmitieron una confianza y tranquilidad increíble, así que, aunque sorprendido, no dude en responder —No, es una amiga.  —Pues la sonrisa y la mirada que acabo de ver puedo jurar que no son por una amiga. ¿Ella sabe que la quieres?. —No lo sé, supongo que lo imagina, le dije. —¿Y por qué tanto amor por ella? me soltó, así, de golpe. Me sentí exhibido, molido, policontundido, como si de pronto una realidad me cayera encima y me aplastara,  —Me temo que no estoy preparado para contestar a eso. Cerré mi blackberry y me levanté, iría por mi camioneta para ir a casa. En el camino, mientras conducía, esas palabras rondaban por mi interior, subían y bajaban.

Antes de llegar a mi destino, me detuve unos minutos para reflexionar, no en lo extraño de aquella conversación, sino en la tercera pregunta, concluí que, si fuera real eso de por qué tanto amor por ella, la única respuesta válida sería, porque se me da la gana. El amor es una decisión personal, no es que uno espere algo en reciprocidad, simplemente, como todo en mi vida, una determinación. Así que, acto seguido, me olvidé del asunto.

sábado, 25 de junio de 2011

Textos perdidos

Son tiempos en que las lágrimas caen del cielo. Para el que quiere llorar hasta la mosca le da motivos.

A mí se me vació el recipiente, ya no puedo llorar, y eso es raro porque se acaba la oportunidad de hacer un acto dramático, soltar una o dos lágrimas que transparenten los combates internos, los aquelarres nauseabundos que suelen llegar los sábados por la tarde. Tengo el alma oxidada, sin un  sentido definido. Algo ha cambiado: mis ojos no lloran, pero mis manos lo hacen cuando escriben textos perdidos que no debieras descubrir.

Me gusta andar bajo el agua de la lluvia,
abrigarme con el frío de la noche
y esperar el regreso de las estrellas.
 Extender mi mano y confirmar que
 aún puedo tocar lo intangible.
Da lo mismo,
quisiera tocarte, a ti, dónde no estás.
 Te hablo en silencio y sé que lo sabes;
 y cuando puedes oirme
 me callo a gritos, ¿los escuchas?.
 Y si me miras evito tus ojos,
 no me descubras,
soy el que soy, el que he sido siempre
el que jamás sabrás si te ha amado.


Olvida estas palabras, sólo son el resultado de mirarte sin abrir los ojos.

lunes, 13 de junio de 2011

Buenas noches

Hay días en que las palabras se ponen en huelga. 

Días en que permanecer en silencio hace más ligeras las horas. 

Hoy es uno de esos días.

Buenas noches.