¿Y por qué tanto amor por ella? fue la tercera pregunta de la noche, y la tercera ocasión en que esa desconocida me hizo trastabillar.
Me encontraba en un sitio en el que acostumbro aislarme del mundo sumergiéndome en el mundo. Es un lugar que desde siempre se ha amoldado y, tal vez, acostumbrado a mí, cerca de Bellas Artes. Y en el que durante mucho tiempo, de noche en noche, suelo sentarme a leer, a pensar, a escribir, o simplemente a observar. Y lo raro es que nunca nadie se había acercado tanto a mí, jamás habían invadido mi espacio como esa señora. Se veía madura, blanca, muy blanca y además, vestida de blanco, con ropa de manta, sus ojos eran más que verdes, transparentes, me daba la impresión de que pertenecía a la banda de concheros.
Se sentó junto a mí justo en el momento en que respondía a un mensaje en mi blackberry. Como siempre leer y responderle me arranca una sonrisa involuntaria. Mientras se sentaba me preguntó —¿Le escribes a tu novia? volteé a verla y sus ojos me transmitieron una confianza y tranquilidad increíble, así que, aunque sorprendido, no dude en responder —No, es una amiga. —Pues la sonrisa y la mirada que acabo de ver puedo jurar que no son por una amiga. ¿Ella sabe que la quieres?. —No lo sé, supongo que lo imagina, le dije. —¿Y por qué tanto amor por ella? me soltó, así, de golpe. Me sentí exhibido, molido, policontundido, como si de pronto una realidad me cayera encima y me aplastara, —Me temo que no estoy preparado para contestar a eso. Cerré mi blackberry y me levanté, iría por mi camioneta para ir a casa. En el camino, mientras conducía, esas palabras rondaban por mi interior, subían y bajaban.
Antes de llegar a mi destino, me detuve unos minutos para reflexionar, no en lo extraño de aquella conversación, sino en la tercera pregunta, concluí que, si fuera real eso de por qué tanto amor por ella, la única respuesta válida sería, porque se me da la gana. El amor es una decisión personal, no es que uno espere algo en reciprocidad, simplemente, como todo en mi vida, una determinación. Así que, acto seguido, me olvidé del asunto.