sábado, 26 de febrero de 2011

Ciento un vueltas

Ya pedi la segunda botella de Don Julio, ahora sé que esta noche no voy a perderme en la irrealidad del tequila. La lucidez se ha asido a mí como un niño a su madre.

En la mesa de enfrente una mujer me mira. Mueve su cuerpo al ritmo de la orquesta. Trata de llamar mi atención. Cuando nuestros ojos se encuentran hago una mueca que trata de ser una sonrisa. Sólo por no dejar le digo salud alzando levemente mi vaso. Ella sonríe y cruza la pierna. Mientras tanto, yo trato de acallar las voces que susurran a mi oído tu nombre. Me sirvo otro vaso de tequila, mucho hielo, limón, sal y refresco de toronja. ¡Que se ahoguen la voces!.

La mujer de la mesa de enfrente no para de coquetear, me hace señas para que la saque a bailar. Yo me hago el desentendido y con los ojos señalo la silla vacía frente a mí. Ella viene de inmediato: "¿No bailas? me pregunta -no hasta antes de esta noche, le digo. "¿Cómo?" yo sólo me río. -Escogiste a la persona más corrosiva del local, pero bien podemos intentar bailar. Nos paramos a la pista justo cuando tocan un son cubano. Le marco sus siete tiempos y ella repega su cuerpo con el mío. La suelto, bajo mis manos. Sus caderas se presentan con ellas a un ritmo que pretende ser cachondo. Hoy no estoy dispuesto, por lo que le aplico la técnica ciento uno, es decir: ciento un vueltas para evitar cualquier contacto cercano."¿No que no bailabas?"  me dice al terminar la pieza y regresar a mi mesa. Yo vuelvo a reir. "¿Tú solo te vas a tomar ese tequila?" mi respuesta de la noche: otra sonrisa. "¿Qué me dijiste sobre persona corrosiva?" -Que escogiste mal, me encontraste en un momento en que puedo ser demasiado mordaz, incisivo, hiriente. No soy buena compañía para nadie el día de hoy. Ni yo mismo me aguanto. Así que, si no quieres arruinar tu noche, sigue tu camino, estás a tiempo. "¿Me estás corriendo?" -si eso hace que te alejes y te salves, tómalo así. Abre sus ojos con incredulidad y se regresa dignamente a su mesa. Yo me levanto y me cambio a la silla que tengo enfrente, ahora le doy la espalda. 

No vuelvo a bailar en toda la noche. Trato de distraerme para transformar esas voces en murmullo. Voces necias que insisten en nombrarte. Que aplican sal a la herida.

Por eso sigo en este antro, para no quedar solo con mi aquelarre interno. Porque sé que se vuelve insoportable combinado con el silencio que mi casa puede aportar. Y para acabarla de chingar, el tequila sigue sin causar efecto alguno. Ahora me concentro en la canción que toca la orquesta, ¡vaya!, tiene sentido: "...Hay amores que queriendo matan / en el cariño son como vampiros / No entienden cuando es el final. / Hay amores que queriendo matan / y te persiguen como un ciervo herido. / No hay forma de ellos escapar...". 

Ya mañana será otro día.

viernes, 25 de febrero de 2011

Con manual incluido

Si algo ha cambiado en tu vida, es porque algo ha cambiado en tu proceso mental. Se dice que lo que vemos como mundo es un reflejo del modelo mental que hemos esbozado a lo largo de nuestro desarrollo. Esto es, por ejemplo: que un árbol es árbol porque así nos lo transmitieron y así ha quedado registrado en nuestra computadora mental.

¿Y por qué estoy escribiendo esto? Porque también he tenido un cambio muy radical en mis experiencias: he dejado de ser parte de una masa alimentada por medios, amistades, familia, etcétera; para convertirme en un ser con una concepción propia del mundo y de la vida. Y si me preguntas, me gusta más mi modelo que el antiguo donde el dolor, el sufrimiento, la confrontación y la ley de la selva, regían como supremos.

El colapso de saber que todas las tragedias vividas fueron originados por el que esto escribe sólo pudo ser superado con las expectativas que nacen a partir del conocimiento y entendimiento obtenido. 

¡Chingá!, por lo menos deberíamos venir a esta vida con un manual incluido.

jueves, 24 de febrero de 2011

Infiernitos

No pierdo mi tiempo en infiernitos. Esa ha sido una de las pocas reglas que tengo como premisa. Pero, posiblemente, la que más rencores me ha obsequiado. 

La primer mujer con la que viví era muy de estar al pendiente de su familia: hermana, padre y madre. Y aunque ella creía que tratar de resolver los problemas de los demás le hacían ser mejor hermana o hija, yo siempre le decía que perdía su tiempo. Que ella misma tenía asuntos que arreglar como para andar asumiendo cuestiones que ni le venían. Y es que una cosa es que, si te consultan algún asunto, tú puedas manifestar posibles soluciones, y otra muy distinta, tratar de convencer, señalar, o imponer lo que tienen qué hacer.  Y peor aún, que si tampoco se te ocurre alguna alternativa, estresarte por ello. Así que como te puedes imaginar no duró mucho esa relación. Estábamos en líneas divergentes.  Ella decía  que yo era un egoista, incapaz de pensar en otra persona. Y mi respuesta siempre la misma; "¿Hay para ti alguien más importante que tú?". La única cuestión en que coincidíamos era en la cama. Eso sí, nos conocíamos tan bien en ese campo que era nuestra área de resolución de controversias. Finalmente ella decidió regresar a su seno familiar. Y yo me quedé solo en casa, justo en el año en que Miguel Ríos cantaba en el palacio de los deportes: 

"Tantos años juntos
para comprender que hay que romper
que son dos extraños
que se conocen demasiado bien.

Los encontramos 
cuando han empezado a repartir
los trozos del pasado 
que acumularon al vivir..."


Lo mismo me pasaba con la gente que tenía a mi cargo en el trabajo. Diariamente entraban a la oficina a soltar minutos de quejas y señalamientos en contra de sus compañeros. Señalamientos que nada tenían que ver con cuestiones laborales, de procesos, mejoras, etcétera, sino que cabían en la categoría de asuntos personales. Cuando yo les hacía ver que ese tipo de problemas no estaban dentro de mi jurisdicción, ¡vaya! ni siquiera de mi interés, y además les demostraba como ellos mismos eran partícipes de las situaciones que exponían, se retiraban renegando según ellos en contra mía, pero desde mi perspectiva, renegaban  y despotricaban contra ellos mismos.

Y es que hay tantas cosas por las qué esforzarse: lograr que me aceptes por ejemplo; o acabar de tener una salud impecable, que me parece un lamentable y desmedido desperdicio canalizar mi energía en cuestiones baladí. En lugar de concentrarla para alcanzar mis deseos verdaderos mediante actos poderosos.

martes, 22 de febrero de 2011

Vulnerable

De alguna manera me he convertido en un observador de sus sueños, de sus proyectos, de sus caídas, hasta de sus fiebres. Y eso no sería nada grave, si no fuera por lo adherente que ha resultado. Soy vulnerable a sus caídas, soy vulnerable a sus triunfos, soy vulnerable a su historia. 

Ahora que lo pienso, no había caído en cuenta de cuándo ni cómo fue que me enganché en este proceso. Francamente eso era un requisito indispensable para que yo tuviera participación en esta obra, pues si hubiera estado alerta de lo que estaba por iniciar, estoy casi seguro de que no me habría prestado para este juego. Y digo casi seguro porque la veo tan cercana a mi propio rastro, que sus huellas parecen remarcar las mías. 

Tal vez encuentro en ella indicios de magia, propia de mi especie. Tal vez presiento que es el elemento que faltaba para terminar la leyenda mística que formulé en años pasados. Leyenda que está a la espera de que alguien escriba su conclusión. Que permanece en pausa, con la apertura de un paréntesis enorme de varios años. Sin luces de emergencia para indicar su alto a mitad del pavimento.

Espero que esta vez, el ser intuitivo, el confiar en mis otros sentidos, no redunde en un suceso infausto que altere gravemente el orden de las cosas.

viernes, 18 de febrero de 2011

Un mundo aparte

Fuera de ti, todo es un mundo aparte. Y ese no es el mundo al que quiero acceder. Sino al tuyo, al mundo que has creado con tu vida, a tu imagen y semejanza.  El mundo al que de vez en cuando me permites una asomadita, como de reojo, como un trailer de película hollywoodesca. Abres una rendija apenas adecuada como para atisbar por la cerradura de una puerta antigua y justo cuando empiezo a delinear partes mínimas, la cierras. Como celadora implacable; guardian semejante al Cancerbero, siempre fiel a Hades. 

A veces pienso que no eres la misma. Que te han cambiado por otra. ¿Cómo entender una metamorfosis tan radical?. Aunque sé que los extremos se tocan, esto me parece excesivo.Transitar en un momento de un estado a otro podría diagnosticarse como bipolaridad. Y yo que te conozco, o pienso que te conozco, no haría semejante calificación. Tal vez sea que no sé interpretar tus señales.

Como siempre esperaré a que llegue el momento de compartir tu mundo, mi mundo y el mundo aparte. Finalmente, si la memoria no me falla, fue Hércules quien logró evadir al guardian del inframundo. Por lo que tengo esperanzas.

jueves, 17 de febrero de 2011

Cuarto de alquiler

Ella cayó al piso llorando a grito tendido. Su esposo la mira. Llora también. Se observa la palma de la mano con que ha golpeado a la mujer. Se desatiende de ella y en un arranque de coraje arremete contra los vasos y platos que están sobre la mesa, los arroja contra la pared. Ninguno de los dos ha parado de llorar y de gritar.

Él intenta abrazar a su esposa, recibe como respuesta un jalón de cabello. Su larga melena, como de rockero ochentero, sufre las consecuencias. La aprieta contra sí, le pide perdón, ella le dice que se largará de ese lugar, que es la última vez que la verá, que se arrepiente de haberse casado con él, que hubiera preferido quedarse sola por el resto de su vida.

Él sale de su pequeña vivienda: un cuarto que hace de sala, cocina, recamara y comedor, con un baño de un metro cuadrado. Como siempre viene a buscarme a casa, casi son las cuatro de la tarde. 

Hemos sido amigos desde niños, crecimos juntos, hicimos historia recorriendo lugares divertidos, peligrosos, hasta prohibidos. Siempre a escondidas de mi madre y de su abuela. Como la vez que nos fuimos a la recien inaugurada central de abasto a pescarnos del primer camión rabón que encontramos. Le preguntamos al chofer a dónde se dirigía, Veracruz era su destino, y por extensión, también el nuestro. Estuvimos dos días por aquellas tierras, juntamos un poco de dinero ayudando en un muelle. Allí mismo conseguimos transporte de regreso, en un torton que entregaría naranja en el DF.  Él tenía catorce años, yo tenía doce.

Ahora, muchos años después, nos embriagábamos mientras me contaba de su nueva pelea. Por lo de siempre, la falta de dinero. Era tan tradicional el pleito diario con su esposa que habíamos convenido en que su himno sería la canción, que escuchábamos en ese momento, de Silvio Rodríguez: "...Aprendí de un buen amigo a pegarle a mi mujer / a llevar los pantalones, como es la tradición / y ella iba a mi trabajo  / para sorprenderme en algo ilegal..."

Lo corrí de mi casa después de las doce de la noche. 

Cuando regrese a su cuartucho encontrará vacía la caja donde ella guardaba su ropa. Notará que se llevó la pequeña grabadora en que sólo podían escuchar la radio. Él tomará tequila por los próximos ocho días. Yo lo acompañaré por momentos. Y en un tugurio cercano a cárcel de mujeres, conocerá a una mesera, madre de tres niños, con la que dormirá por varias semanas, con la que conocerá nuevos vicios cuando la lleve a vivir consigo en su mísero cuarto de  alquiler, donde ella morirá por una sobredosis y él quedará a cargo de los niños.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Tardes de domingo

Como tantas otras cosas en la vida el ser feliz es una decisión personal. Y no podría ser de otra forma. Creo que uno aprende a tomar esa decisión cuando puede ser capaz de disfrutar hasta sus depresiones. 

Recuerdo las tardes de domingo en mi departamento, generalmente con resaca por la cantidad de alcohol ingerido en el fin de semana. La depresión como única invitada. Ventanas cerradas, las cortinas negras muy gruesas que impedían el paso del sol, como nubes que empañan el cielo. Penumbras. Miedo de estar vivo, incertidumbre de morir sin hacer algo notable. Lágrimas, pesar, ausencia. Pensamientos equivocados, pensar en ti, saberte lejos, ajena. Y Pink Floyd repetía por horas:

"...How I wish, 
how I wish you were here.
We're just two lost souls
swimming in a fish bowl,
year after year,
Running over the same old ground.
What have you found? 
The same old fears.
Wish you were here."

Horas en que la vida hacía una pausa. No tiempo, no espacio; mente viajera; tour al infierno; infierno de Dante. Holocausto. Resurección. Un buen día aprendí a gozar de esas sesiones y me satisfacía mi capacidad de depresión. Alcancé límites extremos y de pronto comprendí que había llegado a mi máxima expresión. Que no hay algo más allá de esa tendencia -aunque alguien insista en que siempre hay algo más allá de cualquier cosa-. Entendí que también la depresión me hacía feliz. Que la felicidad no depende de recibir tal o cual premio, de tener cerca a alguien, de comprar la mejor cháchara, sino de una determinación y que consiste en una forma de vida, libre, sin más causa que la causa propia.

Ahora si te tengo soy feliz, y también si no te tengo. Si me buscas, si no me llamas, si cambias, si eres la misma, si vives, si me ignoras, si me quieres.

jueves, 3 de febrero de 2011

Señas particulares

Si bien es cierto, con mi vida he dado giros inesperados. Tan imprevistos que hasta la gente que piensa que me conoce demasiado resulta sorprendida con los lados que van saliendo a la luz. Lados que han permanecido cubiertos tras la brillantez de otras caras que son más evidentes. 

Ayer tenía antojo de comer birria, como en una ocasión encontré en internet una receta muy buena,  me dispuse a cocinarla. Para comprar los ingredientes necesarios acudí a un mercado popular, -estoy en contra de comprar en las tiendas de autoservicio- debo mencionar que hacía mucho tiempo que no iba a ese mercado, principalmente porque hay otros más cercanos a casa. Compré la carne y me acerqué al puesto de frutas y verduras. La mujer que vendía me observó con curiosidad: "¿No te acuerdas de mí? soy Alicia". Entonces caí en cuenta: era y no era ella. No quedaba rastro de su bella cara. Ni sus enormes ojos reflejaban el brillo de antaño. Ya ni hablar de su cintura. En verdad que el tiempo hizo su trabajo en su persona. Cerca de ahí, su marido me veía con resentimiento. 

Me sorprendió al decirme: "Me acuerdo cuando me llevaste serenata con tu bola de amigos. Hubieras visto como se puso mi mamá, me regañó y me prohibió salir contigo, decía que eras una mala influencia y que seguro ibas a terminar drogo o en la cárcel. Que eras un vago, pandillero, sin oficio ni beneficio. Como me vio contigo cuando me esperaste fuera del bachilleres, me mandó a vivir con mi tía". -Ah, con que esa fue la razón por la que desapareciste de la colonia. "Sí", me contestó, "mi mamá estaba muy preocupada por la fama que tenías".

Regresé a la noche en que después de varias viña real, mientras cantábamos canciones del Tri, al ritmo de mi guitarra, de pronto me levanté, tome mi lira y dije: "voy a llevarle serenata a la Alicia". Todos se levantaron como impulsados por un resorte, sabían del carácter de doña Cata. Pero solidarios como sólo se puede ser a cierta edad, se unieron a mi idea. Llegamos a su casa y nos arrancamos con esa canción que dice: "...Más prendido que el sol / más obscuro que la negra noche / más profundo que el mar / más absurdo que la realidad / más ardiente que el fuego infernal / más inmenso que la eternidad / así es el vacío que se siente / cuando tu no estás...". Y si la memoria no me falla, terminamos cantando algo de Leo Dan, aunque no estoy seguro de la canción que sabía tocar de él. La serenata terminó cuando doña Cata salió a darnos las gracias por la atención.

Según me contó Alicia, hace un par de años, cuando su esposo fue despedido de una oficina de cobranza, compraron el negocio y entre ella y él lo atienden. Su suegra cuida de sus cuatro niñas y ella prepara comida por las mañanas. 

Me despedí, -Salúdame a tu mamá; dile que me viste; que terminé la carrera; que tengo un hermoso auto; una casa; un departamento; y un perro. Y que preparo una birria que la dejaría sin habla. Ella soltó la carcajada, por lo menos la risa no la extravió como pasó con sus otras señas particulares.