Ya pedi la segunda botella de Don Julio, ahora sé que esta noche no voy a perderme en la irrealidad del tequila. La lucidez se ha asido a mí como un niño a su madre.
En la mesa de enfrente una mujer me mira. Mueve su cuerpo al ritmo de la orquesta. Trata de llamar mi atención. Cuando nuestros ojos se encuentran hago una mueca que trata de ser una sonrisa. Sólo por no dejar le digo salud alzando levemente mi vaso. Ella sonríe y cruza la pierna. Mientras tanto, yo trato de acallar las voces que susurran a mi oído tu nombre. Me sirvo otro vaso de tequila, mucho hielo, limón, sal y refresco de toronja. ¡Que se ahoguen la voces!.
La mujer de la mesa de enfrente no para de coquetear, me hace señas para que la saque a bailar. Yo me hago el desentendido y con los ojos señalo la silla vacía frente a mí. Ella viene de inmediato: "¿No bailas? me pregunta -no hasta antes de esta noche, le digo. "¿Cómo?" yo sólo me río. -Escogiste a la persona más corrosiva del local, pero bien podemos intentar bailar. Nos paramos a la pista justo cuando tocan un son cubano. Le marco sus siete tiempos y ella repega su cuerpo con el mío. La suelto, bajo mis manos. Sus caderas se presentan con ellas a un ritmo que pretende ser cachondo. Hoy no estoy dispuesto, por lo que le aplico la técnica ciento uno, es decir: ciento un vueltas para evitar cualquier contacto cercano."¿No que no bailabas?" me dice al terminar la pieza y regresar a mi mesa. Yo vuelvo a reir. "¿Tú solo te vas a tomar ese tequila?" mi respuesta de la noche: otra sonrisa. "¿Qué me dijiste sobre persona corrosiva?" -Que escogiste mal, me encontraste en un momento en que puedo ser demasiado mordaz, incisivo, hiriente. No soy buena compañía para nadie el día de hoy. Ni yo mismo me aguanto. Así que, si no quieres arruinar tu noche, sigue tu camino, estás a tiempo. "¿Me estás corriendo?" -si eso hace que te alejes y te salves, tómalo así. Abre sus ojos con incredulidad y se regresa dignamente a su mesa. Yo me levanto y me cambio a la silla que tengo enfrente, ahora le doy la espalda.
No vuelvo a bailar en toda la noche. Trato de distraerme para transformar esas voces en murmullo. Voces necias que insisten en nombrarte. Que aplican sal a la herida.
Por eso sigo en este antro, para no quedar solo con mi aquelarre interno. Porque sé que se vuelve insoportable combinado con el silencio que mi casa puede aportar. Y para acabarla de chingar, el tequila sigue sin causar efecto alguno. Ahora me concentro en la canción que toca la orquesta, ¡vaya!, tiene sentido: "...Hay amores que queriendo matan / en el cariño son como vampiros / No entienden cuando es el final. / Hay amores que queriendo matan / y te persiguen como un ciervo herido. / No hay forma de ellos escapar...".
Ya mañana será otro día.