martes, 24 de noviembre de 2009

Primer empleo

Mi primer trabajo fue en el balneario olímpico. En el boliche. Sábados y domingos de las nueve de la mañana a la una de la tarde. En aquellos tiempos no había máquinas automáticas que levantaran los pinos y regresaran la bola al jugador. Entonces, teníamos que estar sentados detrás de la mesa, esperar a que tiraran, colocar los pinos caídos en una especie de plancha; y enviar de regreso la bola para que continuara el juego.
Cinco pesos la hora, algunos moretones en las espinillas y un callo que hasta la fecha no se quita, fueron mi ganancia de esa actividad.
A veces, cuando no había jugadores, me metía al balneario para hacer mandados a los bañistas. Comprar en las tiendas las papas, chescos, pan bimbo y jamón, era lo más solicitado. Los cambios, generalmente, eran la propina.
Era realmente un buen sitio para un niño de 7 años que buscaba algún dinero para sus gastos diarios.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Esquiva

Desaparecer del planeta siempre es una opción. Lamentablemente, pocos son los que se atreven. Por mi parte, mis intentos fueron siempre fallidos. Nunca intenten enredar su cabeza en bolsas de tintorería.


También busqué alguna vez, por cierto, inútilmente, la violencia de la Ciudad de México. Caminaba en las noches por la lagunilla, tepito, merced; sin resultados. Al parecer, no provoqué ni la menor intención, a nadie. Nadie dispuesto a hacer el favor a un fugitivo de las relaciones, a un huraño o ermitaño que no tiene mayor diversión que ligarse a todas la mujeres guapas que puede, tan sólo para gozarlas, sin más interés que el sexo. Orgasmos sin compromiso.


Así fue que me convencí de que la muerte huye de quien la busca. Que es esquiva, desdeñosa, como quinceañera con sus padres.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Nada que decir

Alguien me preguntó: ¿Por qué no escribes más seguido?. Porque no ha pasado nada interesante, porque escribir sobre la monotonía resulta patético. Porque transmitir la depresión personal al mundo no me emociona. Definitivamente, jamás escribiré en esas condiciones.

sábado, 31 de octubre de 2009

Oferta única

De por sí los domingos son patéticos sin una mujer al lado. Menos puedo soportarlos con esta gripe de perro flaco. Cambiaría cinco domingos por un viernes. Así es, la oferta está hecha: "Cambio cinco domingos por un viernes", interesados, dejar mensaje.


A nadie pareció interesar mi oferta, lo más que obtuve, después del anuncio, fue una anciana que me ofrecía un gatito en adopción. Ja, con lo que me chocan los gatos. Si lo aceptara sólo sería para hacer algún experimento con drogas o algo así.

viernes, 30 de octubre de 2009

Carta de presentación

¡Nunca tomas nada en serio! -me reclamaba siempre La Güera- y tenía razón. Desde que recuerdo, siempre me reía, la vida me daba risa. Pensaba que todas las cosas tenían arreglo, que las preocupaciones eran propias de los viejos. Aunque, entonces, escuchara el mismo reclamo día tras día.
Hasta que en algún momento, sin darme cuenta, mi cara cambió. Apareció la seriedad. Ahora pocas cosas me hacen reir, tal vez una buena película de Tin tan, o los discursos de los políticos que con desparpajo invitan a los campesinos a imitar al narco, o de plano burlarme de las cursilerías de las ilusas que se atreven a salir conmigo una noche o una tarde lluviosa.
¡Qué jodida vida! siempre con mi jeta como carta de presentación.

jueves, 29 de octubre de 2009

Primeros pasos

Cuando le dije a mi madre que dejaría la escuela cerró sus ojos, respiró profundamente, y casi estoy seguro, aguantó el llanto. De cualquier forma, la vocacional no era precisamente la mejor opción educativa. Al menos para mí. Nada tenía yo que hacer entre tornos, fresadoras y cepillos de codo. Por eso preferí ayudarle en su negocio, un enorme puesto ubicado en uno de los tianguis populares más grandes de la ciudad. Vendíamos martes, jueves y sábados. Teníamos que levantarnos entre las cuatro y las cinco de la mañana, pues de lo contrario era imposible llegar al lugar asignado. Nunca pensé que la ropa usada y las revistas atrasadas fueran un buen negocio. Lo mejor, las hijas de las comerciantes vecinas, un par de ellas bonitas y lanzadas. Siempre a escondidas, buscando un pretexto cualquiera para encontrarnos en el parque cercano, besarnos, tocarnos, explorarnos. Cosas de adolescentes.

martes, 6 de octubre de 2009

Compañera innombrable

Sombría soledad mecanizada
que elucubras ideas para anegarme,
la dicha desaparece en la nada
palabras sin sentido nacen al hablarme.

Fugaz y pendenciera viniste a mi lado,
absorbiste mi lucidez en un instante.
Necia compañera no me has abandonado
ni a pesar de mi esfuerzo por borrarte.

Entras fácil cual amante y nunca sales,
vociferas a mi lado omnipresente.
Alejaste la sonrisa y trajiste los males,
Hasta cuándo piensas seguir de frente.

No vaya a ser que te estaciones por siempre
sin importarte lugar ni tiempo o instantes.
No vaya a ser que un día me exaspere
y te rompa la madre con mis besos delirantes.

jueves, 1 de octubre de 2009

Sin tregua

Son ocho horas continuas sin tregua
guerra de egos intransigentes, duros,
cielo e infierno, puntos suspensivos.

Abrir tus alas y brillar tu entorno
deslumbrar con tus tonos morados,
atraer con tu aroma impecable

Burlar las redes que tiendo
cazador cazado, caza prohibida
presa que apresa a su perseguidor

Mirada profunda, triste y profunda
prácticas intencionales inmorales
rastro de ti, rastro de fuego, rastro.

Látigo que acaricia, que invade, que suena
aire caliente, brisa salada, risa y llanto
padre sin hombre, sin hijo, sin rostro.

jueves, 6 de agosto de 2009

Sandra

Frente al ángel de la independencia estaba ella,

caminando por Reforma, su belleza y su grandeza ,

Imaginaba ser la dueña del auto que limpiaba,

Y soñaba una familia a quien amar.


Sandra ¿Quién decidió lanzarte a la selva?

¿Fue tu decisión, o alguien más te obligó?

O acaso fue tu impulso de seguir a ese hombre,

cuando tu inocencia de un sorbo se bebió.



Pero no eran diferentes esos días,

cuando la soledad en tu madre se convirtió,

ella te adoptó sin importar tu consentimiento,

y te hizo vagar y vagar en la ciudad.



Sandra ahora no encuentras más remedio,

que ahogar tus sentimiento en alcohol,

mientras tanto aquel hombre que buscabas

doce tiros le han metido en la prisión.



Sandra ¿Quién decidió lanzarte a la selva?

¿Fue tu decisión o alguien te obligó?

O acaso fue tu sueño de seguir a ese hombre,

cuando tu inocencia de un sorbo se bebió.

lunes, 6 de julio de 2009

Tomaré la decisión

Cómo pudo pasarme esto, justo cuando todo marchaba sobre ruedas, maldita sea la hora en que a la tarada de la cajera se le ocurrió tocar la alarma, no podía simplemente llenar mi portafolios con los billetes, total ni siquiera eran suyos.

Viernes por la mañana, como siempre, me levanté a las 530, fui con Rocko a correr nuestros reglamentarios 5 kilómetros diarios, Rocko es un excelente golden, que le compré a un canadiense, a quien su esposa, desde luego mexicana, echó de su casa cuando adquirió aquel espléndido ejemplar, recuerdo que lo contacté en la rivera de San Cosme, frente a la zona de zapaterías, estaba comiéndose una hamburguesa en un puesto callejero, mientras el perro permanecía tumbado bajo sus pies. Tuve que aguantarme la risa cuando después de negociar el precio, me llevé a su perro y le escurrieron los ojos, mintiéndome que lloraba porque por fin podría regresar a su casa, - ja - como si no supiera que lloraba por el perro.

Regresamos de correr, le puse un poco de comida en el plato –siempre croquetas- subí a mi recámara y me bañé. La tina de baño estaba en su punto, me sumergí en el agua hasta las 8000. escuchando a Pink Floyd, mi rola preferida “Wish you were here” que se repetía una y otra vez. La música de Pink Floyd siempre ha tenido el don de transformar mi pensamiento al compás de cada acorde, de cada solo. Lo mismo con esta rola que escucho cuando debo poner mi mente en blanco, que como en aquella ocasión cuando tenía unos quince años, en que sin necesidad de meterme nada,  pude alucinar escuchando el “The Wall”.

A las 8001 salí del baño, desnudo, sin secarme, como lo hago desde que aquella chica me decía cuán excitante le parecía verme salir en esas condiciones y se dedicaba a absorber con su lengua la humedad de mi cuerpo, como le encantaban mis brazos y pectorales.

Bajé a la cocina, desayuné una pechuga empanizada, ensalada de lechuga y mis tres gelatinas de naranja, jugo de mandarina; lavé perfectamente mis dientes y subí a vestirme.

Mi ropero está lleno de playeras negras de algodón, manga larga, talla XL, pantalones de mezclilla negros, camisas Óscar de la Renta de varios colores y estilos; y unos quince trajes corte italiano todos con raya de gis, al más puro estilo de Frank Nitti, en aquella vieja serie donde Robert Stack, hacía de Elliot Ness.

Definitivamente, opté por un traje Armani Negro, una playera negra y mis zapatos Michael Domit, un poco de gel en el cabello, loción Hugo Boss... y listo, bajé a la cochera, se escuchó el poderoso rugir de mi fairmont 85, rojo, de colección, tablero original, llantas anchas para que no se despeguen jamás de la cinta asfáltica, vidrios ligeramente entintados, el tacómetro marcaba las revoluciones por minuto, metí un cd de los doors y salí en punto de las 9000 para llevar a cabo aquella operación.

Circular por la Ciudad de México no es para cardiacos. Microbuses, taxis, motocicletas, limpiaparabrisas, azules y tamarindos, son, entre otras cosas, parte del paisaje. Yo aprendí a manejar con el “Mercurio” que en algún tiempo fue jefe de escoltas del Delegado de Tlahuac, de él aprendí que para no perder la velocidad uno debe acostumbrarse a ver no a los autos que tienes rodeándote, enfrente, atrás, a un costado, sino los huecos que existen entre todos ellos, es decir, los vacíos que se irán llenando con la lámina de mi nave, mientras cambio de carril en carril, de esa forma, logré romper el record de llegar del Centro Histórico a Tlahuac en 20 minutos, corriendo por todo Zaragoza hasta el eje 10 sur, el lema de Mercurio era “No hay peor pendejo que el que va atrás de otro pendejo”, obviamente que en el momento oportuno, pongo en marcha estas enseñanzas y orgullosamente puedo decir que difícilmente alguien puede alcanzarme mientras conduzco.

Para llegar a aquel banco debía circular por todo ermita Iztapalapa, hasta cruzar la avenida cinco, donde en aquella época aún no habían construido el distribuidor vial que hoy tanto promociona el Gobierno del Distrito Federal y tanto lamentan los vecinos, porque no les han dejado puentes para cruzar de un lado de la acera al otro, esperé que el semáforo se pusiera en verde, avancé las siete calles, esperé a que se fuera el taxi que estaba estacionado enfrente y bajé.

Como lo había hecho tantas veces, entré a la sucursal, me dirigí a la ventanilla vacía, diablos creo que nadie es cliente de este banco, van diez sucursales que visito y siempre están vacías, salvo el día diez u once de cada mes en que los jubilados hacen filas para cobrar su mísera pensión. Le entregué mi portafolios y le ordené que lo llenara con billetes, mientras mantenía en el suelo a las dos ejecutivas que con la tipa de la ventanilla era todo el personal de ese lugar, o por lo menos, el único personal que fue a laborar aquel día, las cámaras no me preocupaban, pues desde que entré fue lo primero que destruí con mi cuarenta y cinco, por supuesto con el silenciador colocado, tampoco hace falta llamar tanto la atención, la chica temblaba mientras iba guardando el dinero en mi portafolios, era un gran portafolios, de tal suerte que le cabían grandes cantidades de dinero, como terminó con el efectivo que tenía en su caja, quedando a un setenta y cinco por ciento de su capacidad, me lo entregó, llorando que ya no tenía más. Le agradecí educadamente y entonces pasó, llevó su mano al botón de emergencia, se escuchó un ruido ensordecedor y tuve que disparar.

Ese banco se encuentra en una zona industrial, por lo que salí tranquilamente de aquel sitio, enfrente está una bodega de una cervecería muy famosa, aproximadamente a unos doscientos metros hay una estación de paquetería y al otro costado está una barda que corresponde a la parte trasera de un hospital del IMSS, por eso escogí ese objetivo, nadie se interesaría por una alarma y aunque se interesaran, casi imposible que sus patrones les dejaran salir a ver lo que estubiera ocurriendo, ya me imagino, y en horas de trabajo.

Subí a mi auto y entonces sí, el camino que recorrí cuando me dirigí al banco e hice en treinta y cinco minutos, lo regresé en diez.

Sin embargo, a pesar de todo, me sentía bastante mal, en los dos años que llevaba haciendo esta actividad, nunca había que tenido que disparar a un ser vivo, generalmente mis tiros eran dirigidos a cámaras de seguridad, alarmas, vidrios o llantas, pero tenía que ser, este día llegaría, y llegó.

Metí el auto a la cochera, tomé mis herramientas y me puse a quitar esa capa de pintura, en dos horas tenía el coche listo para cambiar de color, cubrí los cristales con hojas de El Universal, con masking tape, como me enseñó el May, el mejor hojalatero de todo el rumbo, apliqué el praimer y en dos horas más el fairmont era blanco,impecable digno de ser alquilado para bodas, le puse las placas reales y entré a mi casa.

El botín no era malo, faltaron unos cuantos pesos para el medio millón, pero no estaba satisfecho, me había propuesto, cuando inicié con esto, que nadie saldría herido y así había sido hasta entonces.

Ahora, a unos meses de aquellos acontecimientos, aún no decido si vuelvo al dinero fácil o si me dedico a ejercer mi profesión, tal vez, en los próximos días por fin tome la decisión.

Por lo pronto, he sabido que la herida no fue grave, estuve por allá y la he visto caminando, es bella, muy bella, tiene unos ojos enormes, piel blanca como pato y unos labios que se antojan besar noche y día, al parecer es soltera, si tan sólo pudiera hablar con ella...

¿O tú qué opinas?

Creo que por fin he perdido la cordura,
ahora tengo actitudes que no imaginaba
ni en mis peores noches de pesadilla.

O ¿puedes imaginarme a dieta?,
o ¿haciendo ejercicio por las mañanas?,
o ¿tomando agua natural o de frutas sin azúcar?,
o ¿conduciendo a 60 kilómetros por hora?,
o peor aún, ¿leyendo El Financiero mientras arrugo la nariz?.

Tal vez y digo sólo tal vez
es que el tiempo se ha encargado de meterme
en el ominoso mundo de los iluminados,
de los que con sus hilos manejan las conciencias,
de los que manipulan el ser a placer
o simplemente, es que por fin he perdido la cordura.