sábado, 25 de junio de 2011

Textos perdidos

Son tiempos en que las lágrimas caen del cielo. Para el que quiere llorar hasta la mosca le da motivos.

A mí se me vació el recipiente, ya no puedo llorar, y eso es raro porque se acaba la oportunidad de hacer un acto dramático, soltar una o dos lágrimas que transparenten los combates internos, los aquelarres nauseabundos que suelen llegar los sábados por la tarde. Tengo el alma oxidada, sin un  sentido definido. Algo ha cambiado: mis ojos no lloran, pero mis manos lo hacen cuando escriben textos perdidos que no debieras descubrir.

Me gusta andar bajo el agua de la lluvia,
abrigarme con el frío de la noche
y esperar el regreso de las estrellas.
 Extender mi mano y confirmar que
 aún puedo tocar lo intangible.
Da lo mismo,
quisiera tocarte, a ti, dónde no estás.
 Te hablo en silencio y sé que lo sabes;
 y cuando puedes oirme
 me callo a gritos, ¿los escuchas?.
 Y si me miras evito tus ojos,
 no me descubras,
soy el que soy, el que he sido siempre
el que jamás sabrás si te ha amado.


Olvida estas palabras, sólo son el resultado de mirarte sin abrir los ojos.

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