jueves, 1 de julio de 2010

Extraños caminos

De pronto notas que el barrio que te vio nacer te parece extraño. La banda ya no rifa en la cuadra.  Tu calle, muralla infranqueable, donde hasta los más gallos cayeron derrotados,  esa calle que defendiste día y noche, es camino ahora de una parvada de imberbes que escuchan a Shakira en algún celular xpresmusic. 

Entonces encuentras la esquina donde pasabas la noche en vela, al calor del tequila, tocando en una vieja grabadora tus casettes de los Doors con más de diez jóvenes de mezclilla y tenis, alrededor del aparato, como efectuando un ritual ancestral, rindiendo tributo al rock&roll. 

Y evocas a la Olivia, recorres mentalmente sus espléndidas piernas con sus famosas minifaldas y te preguntas cómo hacía para  quedarse más allá de la media noche contigo, bebiendo, cantando y besándote sin parar. Hasta que la acompañabas a su casa, donde recargados en un viejo auto, se entregaban con calor.

Y piensas que tal vez el extraño eres tú, que en algún momento giraste el timón de tu vida y te convertiste en este otro tan distinto que acaso existe en un universo paralelo donde los trajes y las corbatas son la onda. Que aquellos recuerdos no son sino el sueño de algún ebrio que espera  necesariamente a la muerte, en una esquina. Y entonces, subes el volumen  del  estereo de tu auto  y escuchas que los Fabulosos Cadillacs insisten: "siguiendo la luna yo llegaré lejos / tan lejos como se pueda llegar / son casi las cuatro de la madrugada / tu casa brillaba cruzando ese mar..." y sales de ahí sin ganas de volver, en búsqueda de otras lunas.