lunes, 4 de junio de 2012

La nada de ti

A veces hace falta encontar un espacio entre los gruñidos de un perro.  Lo busco en una esquina sin vuelta. Uno puede ser invisible, sobre todo cuando los párpados de una hermosa mujer se cierran.

No tengo imágenes en mi memoria contraída, mis momentos se hacen nubes y se pierden entre las nubes. Soy un mito, soy una historia escrita a cuatro manos. Las mías y las del otro. En ocasiones me gusta más ser el otro. El que se esconde tras la máscara del que soy.

Mi perro se acerca a mis pies mientras estoy sentado en este parque solitario. En esta noche sin luna. Noche sin ti. Está siempre alerta, gruñe ante cualquier movimiento del viento. Lo sigue con la mirada como un cazador. El viento se esconde —precavido—  tras las hojas de los árboles.

Y mis ojos se pierden tras una larga fila de insectos que se cansan de intentar encontrarme. Les ofrezco una pista, estoy aquí.

Y prefiero cerrar los ojos y pensar en la nada de ti que de pronto me ha envuelto. Mientras evoco a Bukowski y sonrío, ante la falta de una copa en la mano.

No hay nada que discutir / no hay nada que recordar / no hay nada que olvidar / es triste / y no es triste / parece que la cosa más sensata /que una persona puede hacer / es estar sentada con una copa en la mano.

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