Y cuando menos me lo espero, cuando menos me doy cuenta, ya estás otra vez en mi pensamiento. Lo peor
de todo es que no me molesta, al contrario, te he abierto las puertas de mi hogar y te has
instalado.
Bienvenida, la casa está un poco tirada porque me he acostumbrado a vivir solo en ella. Pero, no obstante, puedes ver que muchas cosas están puestas como si alguien supiera que un día ibas a llegar y se hubiera dedicado a preparar tu arribo.
No temas si ves que de pronto desvarío, son mis constantes ires y venires, cosas de la costumbre. No temas tampoco si te percatas de que las noches son mis días. Que me siento mejor en ambientes oscuros y aislados. Que huyo de las personas comunes. Que armonizo en pocos lugares.
Si estando en mi hogar te sientes alterada, no te asustes, es que mi tiempo y mi espacio están disipados por el impacto que significa tu estancia. No siempre es así, en ocasiones, cuando hay tormentas, se deslizan unas luces que preparan un estallido infinito. Son ideas que persisten a través de un pensar diario y duradero. Que alcanzan su grado perfecto en que se esparcen y se vuelven calma, paz, descanso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario