jueves, 29 de octubre de 2009

Primeros pasos

Cuando le dije a mi madre que dejaría la escuela cerró sus ojos, respiró profundamente, y casi estoy seguro, aguantó el llanto. De cualquier forma, la vocacional no era precisamente la mejor opción educativa. Al menos para mí. Nada tenía yo que hacer entre tornos, fresadoras y cepillos de codo. Por eso preferí ayudarle en su negocio, un enorme puesto ubicado en uno de los tianguis populares más grandes de la ciudad. Vendíamos martes, jueves y sábados. Teníamos que levantarnos entre las cuatro y las cinco de la mañana, pues de lo contrario era imposible llegar al lugar asignado. Nunca pensé que la ropa usada y las revistas atrasadas fueran un buen negocio. Lo mejor, las hijas de las comerciantes vecinas, un par de ellas bonitas y lanzadas. Siempre a escondidas, buscando un pretexto cualquiera para encontrarnos en el parque cercano, besarnos, tocarnos, explorarnos. Cosas de adolescentes.

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