Si volteas la vista y encuentras que mis ojos te miran, no te sorprenda, es que los instantes se vuelven eternos cuando hay un encuentro de semejantes proporciones. Y son segundos que se alargan, como en un espacio vacio, como un pequeño silencio en un mundo sin gente. Al tiempo no le importa si los segundos se espabilan y se vuelven horas. No lleva prisa, porque a nadie se debe. Al contrario de mi prisa por que este día llegara.
Si me dicen que ahora escribo bobadas, lo suscribo. Es que el cristal con que me asomaba a la ventana lo he cambiado, tal vez mejoró la luz y la claridad, y mis vistas sean mejores desde que, al otro lado, está una mirada que habla con la mía. Sin palabras, sin alzar la voz, la que inventa discursos que no hay necesidad de decir, porque los dos entendemos.
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