El problema de haber viajado al infierno es que cuando vuelves a reconocer el camino sabes que no habrá otro destino. Por eso me he convertido en un viajero intemporal. No me sorprende extender los pasados hasta distancias que se digieren con pausas y reinicios.
Insistir en un imposible no lo hace real. Ni lo acerca al mundo de lo factible, simplemente, contemplamos un ideal, como una etérea masa de aire amorfa que juega con nuestra imaginación al tomar figuras que no se parecen en nada a lo que vemos.
Y empeñarse en encontrar lo inexistente es aceptar con mansedumbre el perder colosalmente la razón. Razón escasa, razón volátil. Así como repetir tu nombre no hace que vengas, impetrar que estés no te hace estar.
A veces es preferible una pausa, para encontrar el último momento en que nuestros sistemas funcionaban, para que, a partir de ese punto, volvamos a intentar recuperar los pasos que dimos.
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