¡Qué flojera las navidades y años nuevos!
Me fastidian los abrazos hipócritas y deseos sin fundamentos de la gente que ni siquiera se preocupa de fingir otro día del año que te aprecia. Repiten las mismas palabras en automático. Y a veces, por el alcohol o por el momento, hasta te brindan lo que puede llamarse una sonrisa. Por eso siempre he optado por desaparecer a la menor muestra de que iniciarán los desfiles para intercambio de parabienes en las comidas y reuniones oficiales.
Prefiero el anonimato de un salón de baile. Donde nadie te conoce y un día puedes ser doctor nefrólogo y al siguiente abogado. Y en donde un día conoces a una secretaria burócrata y al siguiente a la dueña de una fábrica de jabones. Donde los abrazos surgen de improviso y tal vez, si la suerte te sonríe, llegarán los besos, las caricias y más.
Al menos en tratándose de desconocidos, fingir no esta vetado. Sino que, por el contrario, resulta parte del acuerdo no verbal, creer la historia que el otro tenga a bien contar.
Por supuesto que a las personas que me importan y que amo las abrazo diariamente y también diariamente les doy pensamientos correctos, reconociéndolas como los seres buenos y perfectos que son. Sea navidad; año nuevo; reyes; viernes santo; sábado de gloria; pentecostés; o todos los santos.
Por eso, lo dije y lo repito. ¡Qué flojera las navidades y años nuevos!
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