jueves, 24 de marzo de 2011

No es de genios

"Tienes un gran coeficiente intelectual. Es una maravilla, nunca había visto semejante resultado". La chica me miraba con un gesto de increduliad. 

No pude evitar sonreir, con mis labios retorcidos clásico de mi sarcasmo personal, y pensar que si realmente fuera tan brillante, no habria hecho tanta pendejada en mi vida. Observé a la tipa que me había hecho los exámenes de aptitud para ingresar a cierta dependencia de gobierno. Era la clásica analista, con anteojos y cabello lacio, largo. Me dio la impresión de que su mamá se lo cuidaba desde niña. Me indicó que me confirmaría por correo el día que debería presentarme a trabajar, que definitivamente de los cientos de candidatos que había examinado era el mejor para el puesto. Yo, segúía sonriendo.

Salí de esa elegante oficina de polanco. Caminé por la calle de Horacio, mi camioneta la había dejado en el estacionamiento de un centro comercial, a unas quince calles. Tuve tiempo de recapitular algunos episodios que creí olvidados y pensar en alguna explicación: ¿cómo pude hacer eso, si soy un genio?. ¿En qué momento dejé empeñado mi intelecto para actuar como un común y corriente imbécil?.

¿O tú conoces de alguien muy brillante que hubiera echado a perder indistintamente, cuanta relación iniciara. Que hubiera buscado refugio en el sexo, en el tequila, en la poesía? O peor, que habiendo intentado arreglar los desaguisados que armó, en lugar de eso hiciera un desastre total en su vida, y para acabarla de chingar, en la de otras personas. Al grado tal de haberse desecho de todas sus amistades para inventarse un perfil en alguna red social, donde impresiona a gente igual de irreal que él. Eso no es de genios.

Cuando llegué hasta mi camioneta, ya había tomado una decisión: no trabajaría en un lugar donde o son tan idiotas  para creer que soy un genio, o creen que yo soy tan idiota para creerme ese cuento. Ja' pendejos, a otro perro con ese hueso.

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