Abrir el periódico, últimamente, se ha convertido en un motor de alteración. ¡Vamos!, que ya ni los moneros se quedaron atrás en el arte de exhibir la violencia que se ha vuelto parte de la vida diaria, de los que le han abierto las puertas. Ni hablar de la televisión y de la radio: pareja disfuncional que ha entrado en patética competencia de ver quién lleva mejor la cuenta de los muertos y decapitados por cada estado. ¡Bendito sea el youtube!: ahora el espectador puede elegir lo que ha de llenar su pantalla.
Cuando tengo el periódico en mis manos no puedo dejar de recordar a Don Rú. El elegido por mí como padre. Todas las mañanas compraba su diario, leía desde la primera plana hasta la contraportada. Como esperando buenas noticias. En ese momento de lectura, le daba a firmar mis exámenes de la secundaria. Los firmaba en automático, apenas y veía, de reojo, el lugar donde debía plasmar su autógrafo. Pero sus discusiones con las páginas de papel eran una maravilla. No sé si esperaba que algún reportero o columnista respondiera a sus opiniones obreras. Críticas. Punzantes.
Nunca supe si la noticia que esperaba llegó.
Por mi parte, estoy convencido de que las buenas noticias no vendrán en un diario. Esas se escuchan de boca en boca, o llegan en un mensaje de texto. En el messenger, tal vez. O cuando aparece alguien de repente, alguien a quien habías estado pensando y de alguna forma invocaste.
Y aunque peque de candidez, postulo la hipótesis de que la forma de erradicar la tan pregonada violencia en este país, es leyendo poesía. O, quién no encuentra su lado opuesto al leer, por ejemplo, de Alfonso Reyes: "Vives en mí, pero te soy ajeno, / recóndito ladrón que nunca sacio, / a quien suelo ceder, aunque reacio, / cuanto suele pedir tu desenfreno. / Me quise sobrio, me fingí sereno, / me dictaba sus máximas Horacio, / dormí velando, festiné despacio, / ni muy celeste fui, ni muy terreno. / Poco me aprovechó vivir alerta, / si del engreimiento vanidoso / hallaste tú la cicatriz abierta. / Hoy quiero rechazarte, y nunca oso. / ¡Válgame la que a todos nos liberta, / y al orden me devuelve y al reposo!".
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