jueves, 28 de abril de 2011

Habito en tu ausencia

Noche seca de abril. Estoy intentando expulsar los demonios que se instalaron en mi cochera. Enciendo una vela, apago las luces y miro la flama que vuela y se posa sobre un recuerdo, lo ilumina. Son caras escritas sobre un pequeño instante difuso.

Las paredes de la casa se separan, como sabedoras de que hoy el tamaño de mis demonios es enorme, ceden espacio para que admire el desfile de rostros que, impertérritos, recorren los rincones de mi memoria.

Si pusiera atención me daría cuenta que las copiosas caras no son tales, sólo es una: tu cara con sus múltiples facetas, imposibles de repetir, imposibles de extinguir.

Eres de esos pensamientos que se alojan en los cimientos, que construyen realidades y que se reinventan a sí mismos. Y hoy, como las noches anteriores, habito en tu ausencia.

La vela sigue encendida y su baile me hipnotiza. Emprendo el seguro camino de no hacer nada. Tomo la flama entre mis manos, la acerco a mi pecho y siento cómo el calor se adentra en mi interior, se aloja cerca de mis pulmones.

No olvides regresar mañana, habrá lunada y canciones turbias. De esas que aplican sólo para enmarcar el caso de los imposibles

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